Las palabras
Para dar continuidad a LA COLUMNA, me parece un buen ejercicio hacerlo comentando lo que la escritora y pensadora María Zambrano dice en un ensayo sobre la utilidad y la función de la palabra, tanto verbal como escrita.
"La Columna" de Francisco Ponce de Horticultura - 184, abril 2005.
Para dar continuidad a LA COLUMNA, me parece un buen ejercicio hacerlo comentando lo que la escritora y pensadora María Zambrano dice en un ensayo sobre la utilidad y la función de la palabra, tanto verbal como escrita.
Afirma con rotundidad que la palabra es victoria y es también derrota, ya que puede servir al ser humano para vencer o ser vencido, puesto que al nacer de lo más profundo de nuestro ser, con ella podemos hacer grandes cosas; humanidad, un mundo feliz, consuelo para los que sufren... pero también podemos herir, vejar, destrozar...
Estas reflexiones me llevan a recordar una frase que afirma lo siguiente: “cada uno tiene el derecho a manifestar lo que piensa utilizando el lenguaje que mejor le acomode, pero siempre se debe tener en cuenta que las palabras deben meditarse, y mucho, porque una vez dichas o escritas, y por tanto sacadas de la nada –donde habitan-, ya no existe manera alguna de rescatarlas para el olvido”.
Otra función de la palabra escrita es que libera, cuando tenemos problemas, escribir hace que sientas la sutil descarga de la tensión traspasada al papel y con ello te alivias un poco, de los conflictos humanos o de trabajo.
Al hilo de esto, los que caminamos por el mundo de los negocios, cuantas veces hemos tenido la tentación ante un pedido importante anulado sin razón, un impagado o la mala jugada de un informal proveedor que incumple el plazo de entrega, el escribir una carta (normalmente encolerizados) y desahogarnos poniéndolo “a caldo”. Lo sensato es que la dejemos en el cajón de la mesa del despacho. Un día después seguro que la rehacemos con menos improperios, y tratamos de ser coherentes con la realidad más objetiva y conveniente en favor de nuestra empresa, dejando apartadas reacciones, quizá merecidas, pero que tenemos que saber contener.
La palabra debe darnos el don del raciocinio y la concordia, haciendo bueno el refranero español cuando sustenta que: “hablando se entiende la gente”.
Igualmente escribiendo puedes traer al presente momentos felices que forman parte de nuestro pasado.
Finalizo recomendándoles que este año que se celebra IV centenario del Quijote, releamos esta maravillosa obra llena de hermosas palabras.
