Agroenergética (Y IV)
Hemos decidido poner en circulación, precisamente, otro boletín dedicado a la Agroenergética, en el cual queremos romper una lanza más a favor de la biomasa procedente de cultivos energéticos, ya que vemos en ellos una de las mejores soluciones para la actividad económica de la agroindustria española, para la protección del medioambiente y para el empleo en el medio rural español.
PNUMA son las siglas que designan el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Si valoramos tal sigla bajo el prisma de la poco conocida pero muy interesante disciplina del Arte de la Palabra, cada una de las letras que la forman, así como el sonido de la palabra concreta tienen la resonancia adecuada –no siempre sucede- en el pensamiento, el sentimiento y la voluntad del ser humano. Además, cada vez que se lee, es fácil introducir en ella una vocal que no está escrita: una “e” tras la “n”, de forma que PNUMA se convierte en pneuma -pneuma, con su grafía original-, cuyo significado es soplo, espíritu, inspiración, con todo su precioso sentido de vida, de renovación, de impulso, de preservación, de futuro; ni más ni menos que una de las tareas más importantes que el mundo actual tiene planteadas. Todo cuanto suponga una barrera para ese aliento ha de ser analizado, contrarrestado y superado.
No piensen que este primer párrafo es un mero floreo: viene al caso, ya que la agricultura, el trabajo humano, el medio ambiente y los procedimientos que se aplican son puro jugo de la vida, como el pneuma, la apertura al aire de los tiempos, la tarea de mantener, renovar e implantar condiciones que permitan la circulación de la esperanza en el horizonte futuro.
Hemos decidido poner en circulación, precisamente, otro boletín dedicado a la Agroenergética, en el cual queremos romper una lanza más a favor de la biomasa procedente de cultivos energéticos, ya que vemos en ellos una de las mejores soluciones para la actividad económica de la agroindustria española, para la protección del medioambiente y para el empleo en el medio rural español.
Entre las dificultades para el correcto desarrollo de las posibilidades de los cultivos energéticos en España, hay un tipo de barreras que no se tienen en cuenta lo suficiente, y son las que residen en el terreno impalpable de lo psicológico. Como en el mencionado Arte de la Palabra, su realidad no se ve, pero se nota, porque su efecto y su repercusión existen.
La resistencia a los cambios tiene que ver con el rechazo del ánimo a las molestias y riesgos de la incertidumbre y con el desconocimiento de lo nuevo. En el lugar del dictamen, del criterio y de la decisión final a la cual puede llegarse tras este recorrido consciente, actúa aún sobre el ánimo de muchos de sus protagonistas –el productor, el distribuidor y el consumidor- el prejuicio, la idea preconcebida, el círculo cerrado como defensa, la ausencia de aportación. Todo ello genera un reforzamiento de las actitudes de rechazo cuyos envenenados inspiradores son el conocimiento defectuoso del tema, de los escenarios, de las actuaciones y de los argumentos. Actúa asimismo la prevención, que distorsiona las conclusiones, la falta de experiencia que se deriva de tales actitudes y que no consigue modificar la realidad. Finalmente, reina la confusión y el malhadado y famoso “desprecio de lo que se ignora”.
Así, una gran parte de los agricultores y técnicos agrícolas españoles no acaban de asumir con firmeza, con seguridad, con ilusión de futuro la importancia de su papel y la necesidad de capacitación en este asunto. No enarbolan el reclamo necesario, a quienes corresponde, de una información amplia y clara sobre los recursos más adecuados a las variables de la potencialidad española, sobre las normativas, las primas, la rentabilidad, las dificultades, las perspectivas y las ventajas finales. El impulso adecuado de los cultivos energéticos en España depende, y mucho, de que tales actitudes cambien.
Por su parte, los empresarios de los sectores de energías clásicas de las compañías dominantes siguen mostrando una prevención notable hacia el mundo agrícola, prevención que les mantiene en el desconocimiento del mismo. Tal prevención no les deja ver, entre otras cosas, que son numerosos los trabajadores agrícolas españoles que son tan empresarios como ellos.
En cuanto a los consumidores o demandantes de energías renovables, no tienen en cuenta lo suficiente la alternativa del uso de la biomasa, y no digamos ya de la biomasa procedente de cultivos. No les falta razón, ya que el ajuste y engarce correcto de la cadena necesaria hasta llegar a sus calderas adolece de imperfecciones que, por ahora, no podemos negar. Son ventanas nuevas a través de las cuales puede contemplarse el paisaje productivo, pero de nada valen si aquellos que deben hacerlo no las abren, se asoman por ellas y deciden intervenir.
Saliéndonos ya de lo psicológico, topamos con el escollo de las normativas, reglamentos disposiciones, partidas presupuestarias, y creación de departamentos, competencias del gobierno. En lo relativo a la biomasa de cultivos, la ausencia de coordinación y de acierto soló es comparable, por ahora, con su nivel de inconexión y de error, puesto de manifiesto en la parcialidad de sus actuaciones y las salvas constantes, con las cuales entretienen su propio desconcierto.
Los beneficios que a España ha de aportarle la biomasa de cultivos, incluida en el resto de energías renovables y ocupando el relevante papel que le corresponde, ¿pueden palparse por el hecho de que doña Cristina Narbona diga, sin más “Creo que el sector de las energías renovables debe sentirse profundamente tranquilo de cara al futuro.”? ¿O porque doña Elena Espinosa hable de “los formidables retos que la agricultura española tiene por delante”? Pues no.
De quienes nos administran y gobiernan, necesitamos, reclamamos, exigimos hechos que ratifiquen sus palabras para la urgentísima creación de un departamento interministerial específico y cualificado, necesitamos que no sigan pensando en el horizonte del chalaneo de cuotas contaminantes; que recuerden que la participación de la agricultura española en el PIB está por encima de la incidencia que ésta tiene en la mayor parte de los países europeos; que no opten por pagar multas que nos permitan seguir contaminando y piensen en emplear ese dinero -o parte de él, puesto que ya dudamos de que haya tiempo- en financiar proyectos de biomasa que están ahora mismo en la cuerda floja y en dotación para I+D en este sector, por ejemplo.
Necesitamos que expliquen la biomasa por lo menudo –tras entenderla, y que se apliquen esto los políticos que deban aplicárselo-, que tomen conciencia de que ésta no vale como argumento genérico para un titular exitoso ni para declaraciones que aporten adhesiones políticas inmediatas: la biomasa no se ve, como las placas fotovoltaicas en las ciudades y los molinos eólicos en los montes. El incremento de las acciones para alcanzar el objetivo fijado por la Directiva de Promoción de Energías Renovables, en el 2010, no será posible, por parte española, a no ser que se multipliquen por cinco las actuaciones, medidas y dotaciones correctas.
Luchamos por no perder de vista un horizonte con impulso y con esperanza: no nos lo tapen con falacias ni nos lo roben con ineficacias.