La Agroenergética, una actividad cargada de futuro
La Agroenergética, en nuestro país, es un asunto prioritario que debe ser impulsado y favorecido con decisiones políticas, estímulos y apoyos sobre el terreno. No se puede lastrar al agricultor ni al industrial en esta nueva actividad con tibiezas, con parones, ni con racanerías.
Como en el tango, puede considerarse que cinco años no son nada para que el Plan de Fomento de Energías Renovables haya podido dar sus frutos más relevantes. Pero lo cierto es que son muchos cuando lo que se está recogiendo son frutos escasos y a medio madurar. Y hay que intentar por todos los medios que, cuando se cumplan los veinte años de la letra real del tango aludido, la sazón y la cantidad de esos frutos constituyan, de antiguo, el rendimiento de objetivos bien cumplidos.
Los cinco años transcurridos han sido una duermevela, y es prioritario espabilarse, aprovechar la marcha europea del tren agroenergético, tomar las decisiones políticas necesarias para que los planes puedan cumplirse. Son planes cuyo cumplimiento ha de contribuir decididamente en el cacareado y mal atendido Desarrollo Rural. Sabemos de sobra que todo lo que hay que impulsar en este sentido no es un camino de rosas, pero la necesidad de recorrerlo está clara, y la Agroenergética, en nuestro país, es un asunto prioritario que debe ser impulsado y favorecido con decisiones políticas, estímulos y apoyos sobre el terreno. No se puede lastrar al agricultor ni al industrial en esta nueva actividad con tibiezas, con parones, ni con racanerías.
Titulamos nuestro boletín anterior, el primero de los tres que dedicamos a esta actividad, "La Agroenergética, una esperanza real". Eso queremos. Y para que tal esperanza sea real y su existencia sea un fruto desarrollado, con la creación de cultivos específicos y agroindustrias, es prioritario que cuente con su espacio propio dentro del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, con personal especializado y cualificado de principio a fin, con una consideración que la inserte en los planes agrarios españoles, y con un seguimiento constante y minucioso de sus ensayos, aplicaciones y avances.
Hablar de energías renovables es hablar de energías inagotables. Según un estudio reciente llevado a cabo por el Instituto de Recursos Mundiales, faltan cincuenta años para que el petróleo se agote; dicho plazo podrá ampliarse tan solo unas décadas más, dadas las nuevas tecnologías aplicadas al sondeo y a la extracción. Las reservas de gas natural, por su parte, nos permitirán llegar con su explotación y uso hasta finales de este siglo. La contaminación y el encarecimiento, por otra, no dejarán de perseguirnos. Las llamadas hasta ahora "energías alternativas" han de comenzar a conocerse y a considerarse como primordiales.
España, actualmente, utiliza las energías inagotables para cubrir algo menos del 4% de nuestro consumo. El conjunto del consumo energético de la Unión Europea alcanza al 6%, aproximadamente. El Consejo Europeo de Energías Renovables pondrá de manifiesto que la Unión Europea podría situar sus índices en el 20%, realizando una inversión muy elevada hasta el año 2020: 400.000 millones de euros, cifra que sería enormemente rentable ya que podrían ahorrarse 440.000 millones de euros de la compra de combustible fósil. Asimismo, sería rentable desde los importantísimos puntos de vista medioambientales y desde el aspecto humano y social del empleo.
En nuestro boletín anterior, dábamos la cifra de tierras excluidas de cultivos alimentarios en España a lo largo de la última década; pues bien, con el reciente varapalo recibido en Luxemburgo, tal cifra, 2.000.000 de hectáreas, puede aumentar, y mucho, derivada de forma prioritaria del abandono del cultivo algodonero; el cálculo se sitúa, lamentablemente, en alarmantes cifras totales. ¿Qué puede hacerse? ¿qué va a pasar? ¿Volverán los políticos ahora responsables del MAPA su vista hacia la posibilidad de los cultivos energéticos? ¿arreglarán el desaguisado con pan para hoy y hambre para mañana? Es crítica la situación actual, y hay que evitar el oscurecimiento, proyectando un horizonte próximo para el sector en España, con alternativas que en otros países ya se están aplicando con éxito. Que se fomenten, pues, de una vez por todas, las áreas que pueden y deben fomentarse, teniendo bien en cuenta nuestras condiciones específicas y nuestras variables.
El fomento no existe sin la información, la difusión comprensible, la aplicación suficiente de las investigaciones, la implantación amplia de lo regulado, el seguimiento y las modificaciones pertinentes, y la generosa dotación material para llevar a cabo los planes. En las declaraciones políticas y en los intentos sobre el papel de los despachos no reside la realidad.
Mientras la Agroenergética no se convierta en una realidad, saliendo decididamente de tales despachos, y de las páginas de las partidas presupuestarias no caigan con sentido los euros para dotarla suficientemente, no existirá en España como actividad; no podrá convertirse, utilizando la conocida definición de Poesía Social en una actividad "cargada de futuro" en investigación, cultivo, explotación, transformación, comercialización y rendimiento; no será moneda corriente su conocimiento y su práctica, la difusión de sus medios y sus fines, sus dificultades y sus ventajas, sus cifras, sus porcentajes comparativos de coste y beneficios individuales, empresariales y sociales.
Por su parte, las organizaciones agrarias y las consejerías de las distintas Comunidades han de cumplir su papel de adecuada transmisión, información y formación de los profesionales agrarios españoles en este terreno. ¿Lo hacen?, ¿lo están haciendo? A estas alturas, deberíamos estar ya casi saturados de convocatorias, celebraciones y resultados de jornadas informativas, seminarios, reuniones, charlas, publicaciones específicas, congresos, notificaciones y publicación de conclusiones. No es así, y es muy preocupante que no lo sea. Estamos a tiempo, siempre que no nos durmamos.
