La tarjeta de visita
Intercambiar este cartoncillo es parte de la liturgia del moderno hombre de negocios. No es superfino, aproxima y genera confianza.
"La Columna" de Francisco Ponce de Horticultura Internacional- 31, febrero 2001.
Tras la sonrisa de complicidad inicial en la que el visitante parece estar pensando "a ver cómo le entro a esta persona" y el visitado "qué rollo me van a soltar", sigue el ritual apretón de manos y el consabido intercambio de tarjetas.
Una vez efectuado dicho intercambio, cada uno conocerá a: la empresa, logotipo, nombre y cargo del interlocutor; lo que le posicionará mejor en el camino de la entrevista.
Actualmente, las tarjetas compiten en cromaticidad, y se suele suscitar el comentario jocoso "la mía tiene mas colores de la tuya".
Las hay de muy diversos tamaños y formatos, incluso con dos hojas, de cartulina, papel reciclado o con aspecto nacarado, impresas con letra inglesa o de palo, con logotipos y sin ellos, con cantos dorados, con impresión de naves, productos, etc., y hasta con la foto del titular; pero en estos momentos a una tarjeta que pretenda estar al día no le puede faltar el número del móvil, el e-mail y la página web.
Se debe tener muy en cuenta que la tarjeta de visita es una de las primeras imágenes que se proyectan de nuestra empresa.
Esta práctica, de siempre utilizada, y en los últimos años elevada a la gloria por el "marketing" de imagen, personalmente la encuentro divertida a pesar de que pienso que en el fondo, o no tan en el fondo, subyace un fuerte componente de ego por exhibir habilidades, cargos o licenciaturas.
Ciertamente, estos formulismos del intercambio de tarjetas, como el del ofrecimiento de un cigarrillo, cumple su cometido de acercamiento y, distensión en la entrevista que la hace más cordial hasta el punto de que si los contertulios son capaces de olvidar "pose" y "cargo", convirtiendo el tiempo de entrevista en un relajado acto de feliz amistad, podrá conseguirse una bonita relación profesional y humana de beneficios mútuos o, cuando menos, se saldrá más fortalecido en los conocimientos.
Más tarde, la tarjeta pasará a un tarjetero de plástico, como los que poseen los cuidadosos, o se transcribirán sus datos a un listado de ordenador por parte de los organizados. También, como es mi caso, pueden ir a parar a un cajón de la mesa del despacho habilitado a tal efecto; sin embargo, y con independencia de su destino final, pienso que tras una tarjeta siempre se puede encontrar a un amigo.