¡Que gran lugar para producir plantas!
En una visita a Holanda, un cultivador me explicó que estaba realizando una ampliación de 25.000 m2 de invernadero para cultivar una sola especie, con una inversión sobre los 5 millones de euros. Unas horas antes, exportadores holandeses me comentaban que las ventas eran flojas y preveían un cierre de 2003 más bien discreto. En el avión de vuelta, reflexionaba yo sobre esta aparente contradicción.
En una reciente visita a Holanda, un cultivador me explicó las obras que estaba llevando a cabo en su vivero. Se trataba de una ampliación de 25.000 m2 de invernadero. Se proponía cultivar una sola especie de planta y el coste estimado de la inversión rondaba los 5 millones de euros. Tan sólo unas horas antes, varios exportadores holandeses me habían comentado que las ventas andaban flojas y preveían un cierre de 2003 más bien discreto. En el avión de vuelta, reflexionaba yo sobre esta aparente contradicción.
La distribución de plantas en el mercado europeo está cada vez más dominado por las grandes cadenas. Desde hace unos años, demandan plantas españolas. Es obvio que también pueden comprar estos productos en Holanda. Comprando en nuestro país, buscan (y encuentran), abaratar sus costes. Si se piensa en el sobre coste de transporte que supone comprar en España, se comprenderá que esta compra sólo es rentable si el precio es al menos un 25 % más bajo que el de un producto holandés equivalente. Sin embargo, los costes de producción en España no difieren mucho de los que tienen en Holanda. La tecnología, la eficiencia en el uso de la energía (cogeneración), entre otros factores, compensan con creces unos mayores costes laborales. La conclusión, por tanto, es que la renta del productor español es sensiblemente más baja que la de su homólogo holandés, y la diferencia no sólo no se reduce sino que aumenta cada año. El productor español no se capitaliza para poder invertir en mejorar la tecnología de su explotación: bastante tiene con sobrevivir.
Sumido en estos pensamientos negativos me encontraba cuando advertí que el avión tomaba ya tierra en Málaga. A final de noviembre, un magnífico sol brillaba en un cielo sin nubes. Y no pude evitar pensar: ¡Que gran lugar para producir plantas!.