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No se puede estar mirando con el rabillo del ojo para ver qué decisiones toma tal empresa para hacer depender de ella la decisión propia

El Tam-Tam

Carmen Pallarés (Comunicación de AESDESA),José Ignacio Sánchez (Director General de AESDESA)11/01/2004

Sabemos la fórmula empresarial que hay que aplicar, y bien, y aquí, desde la explotación agraria hasta la fabricación de maquinaria y equipos tecnológicos, desde las empresas de servicio hasta la investigación. Y todo ello para diseñar los resultados del futuro; para funcionar realmente en un mercado de competencia y de oportunidades globales.

¿En cuál de los eslabones intermedios de la cadena agrícola tiene lugar la irregularidad, el beneficio exagerado, el aprovechamiento ilegítimo para que el sector se gane titulares que apuntan, poco menos, que al discipulado de Alí Baba? Pues esto es lo que el servicio de defensa de la competencia está investigando. El encargo de tal investigación ha sido hecho tras unas subidas excesivas en el precio final de productos hortofrutícolas, y el consejo ha partido de técnicos del Ministerio de Economía. Muy loable, sí. Pero recordemos que hace dos años que el Observatorio de Precios de los Alimentos se creó y, posteriormente, su necesaria tarea comenzó a sufrir desmayos, sin pomos de sales que lo reanimaran. Así que no podemos alegrarnos de la cantidad de cal porque la de arena está siempre demasiado presente en la mezcla de las decisiones políticas y económicas, en lo que a este sector se refiere.

Y el sector entero se ve afectado socialmente cuando de forma superficial y amarillista en las pantallas de TV y en las portadas de los diarios aparecen titulares como "Indignación ciudadana por la escalada de los precios de las frutas y verduras". Reflejan una realidad, sí, pero su difusión es fragmentaria, y en pocas ocasiones los medios de comunicación persisten, tras el primero y el segundo día, en seguirle la pista hasta el final al desarrollo de cualquier tema escandalosamente presente en principio. Con la mayor parte de los temas agrarios sucede lo mismo, y ese es el reflejo en el conocimiento del público urbano. Pero lo que nos preocupa, es que ese reflejo no es independiente por completo de la situación de fragmentación, tendencia al beneficio a corto plazo y falta de identidad verdadera en el sector.

No tenemos todavía una identidad, una imagen corporativa fuerte, adecuada, necesaria, porque de las crisis, de la permanente crisis, no ha salido nunca del todo una reestructuración aquí, desde aquí y para nuestra actividad agraria española. No adaptamos de veras las reestructuraciones de la Unión Europea a las condiciones de nuestro país, en climatología, ecología, hidrología, trabajo, seguridad y calidad de vida, por citar sólo unos cuantos puntos. Y no parecen estar todo lo operativos que es preciso los profesionales que cultiven, que diseñen una actividad económica con los plazos adecuados para una empresa, que comercialicen y que impulsen el proceso de reestructuración al que nos referimos.

Los sonidos del TAM-TAM, con su tribalismo, con sus alertas y con su comunicación de las decisiones y las reacciones de los otros no es lo adecuado para una economía agraria del siglo XXI. No se puede estar mirando con el rabillo del ojo para ver qué decisiones toma tal empresa para hacer depender de ella la decisión propia. Sabemos que, lamentablemente, esto no ocurre únicamente en nuestro sector, pero la extensión de una carencia o de un error no despeja los nuestros. Y es la fórmula empresarial la que hay que aplicar, y bien, y aquí, desde la explotación agraria hasta la fabricación de maquinaria y equipos tecnológicos, desde las empresas de servicio hasta la investigación. Y todo ello para diseñar los resultados del futuro; para funcionar realmente en un mercado de competencia y de oportunidades globales.

Es cierto, y nos alegramos por ello, que aumentan los profesionales que se incorporan en España a los modos, recursos, enfoques y resultados de los tiempos actuales, elevando su cualificación, las premisas y los medios de la actividad agraria española. Hay que apoyarlos y considerarlos tal como se merecen, y erradicar con hechos esa idea generalizada en la sociedad de que somos un sector siempre mendicante, que está listo para la traición a los suyos, o para pisarle los planes al vecino, o para el aprovechamiento indebido; sin prestigio alguno; sin facilitarle la vida a los mayores y despoblado de savia joven; siempre preparado para la discordia interna y para la molesta algarada externa; agrediendo los idílicos paisajes turísticos, o cediendo ante la presión y malvendiendo las tierras a la primera oportunidad. ¿Qué estamos haciendo?, ¿cómo no reaccionamos, dejando de tirar de un pasado inaplicable, curándonos del vértigo que provoca que otros decidan la propia actividad, decidiéndonos a dejar de prestar oídos al entorpecedor TAM -TAM?

Que en las instancias políticas se esté elaborando la Ley Básica de la Agricultura puede ser alentador, siempre que el deseo de dejarla aprobada antes de que termine esta legislatura no limite su eficacia. Hay mucho en juego, tanto como, por ejemplo, la definición del concepto de agricultor a título principal o agricultor profesional. La definición de las bases sólidas para el prestigio y la imagen corporativa que la actividad agraria española necesita, no solo para su bien, sino para el conjunto del desarrollo y el bienestar de España es inalienable.

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