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La Columna

Más garantía

Francisco Ponce Carrasco01/11/2003

Si usted compra a partir de ahora algo, ha de tener muy en cuenta la nueva ley de Garantías en la Venta de Bienes de Consumo.
"La Columna" de Francisco Ponce de Horticultuta Internacional-42, noviembre 2003.


Si usted compra a partir de ahora algo, sea lo que sea, con la intención de que su inversión le dure mucho tiempo - sin referirnos, claro está, a esta revista que debe comprarla todos los meses -, tiene que tener muy en cuenta que en la caución de compra se ha realizado un cambio sustancial: la ley de Garantías en la Venta de Bienes de Consumo.


En esta ley, se establece que todo producto nuevo, obligado hasta hoy a tener una garantía de seis meses, pase a cumplir con otra de dos años.


A todos, en alguna ocasión, nos han vendido un objeto que, al poco tiempo de utilizarlo, se nos ha escacharrado. La explicación es bastante sencilla: los fabricantes programan el desgaste. Les conviene que los artilugios se deterioren en un tiempo prudente y previsto por ellos, para que sean cambiados.


Si no se calculara su fecha del ¡pum! ¡tracatoc! ¡chimpun! ¡ya no marcha! ¿cómo se iba a mantener una fabricación en cadena, y el consiguiente negocio?
Nuestros antepasados, por años que vivieran, tenían cosas que cuidaban con esmero y que les duraban toda una vida, a base de apañarlas. Hasta les cogían cariño. Claro que las reparaciones no eran tan onerosas como en el presente.
Actualmente se impone el consumismo y todos nos sentimos ricos (de dinero), lo que hace que, en ocasiones, determinados artículos no lleguen ni a la fase de rotura. Se cambia sólo porque están pasados de moda o existe un modelo más actual que hace las mismas funciones pero tiene otro sistema, color, forma o, simplemente, huele a nuevo.


En nuestra época, está mal visto que alguien le ponga a los zapatos medias suelas o tacones ¡Que mal lo tienen los zapateros remendones!
Posiblemente muchos de nosotros, con nuestra absurda petulancia e inclinación a dilapidar, unido a un extraño sentido del gasto, también.


Protejamos el euro; nuestro bolsillo nos lo agradecerá. Salvo que el dispendio se pueda justificar con la frase de Oscar Wilde cuando dice: “Adoro la compra de placeres sencillos; son el último refugio de los hombres complicados”.

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