Posiciones en un debate agrario mundial
Según la encuesta Eurobarometer, citada por el Nuevo Diario de Zürich (NZZ), la opinión pública europea está inclinada contra los organismos genéticamente modificados (OGM´s), pese a que en ningún proyecto de investigación europeo se haya podido establecer que estos organismos y/o sus productos representen un riesgo para consumidores o medio ambiente mayor que el de los alimentos convencionales.
Según la encuesta Eurobarometer, citada por el Nuevo Diario de Zürich (NZZ), la opinión pública europea está decididamente inclinada contra los organismos genéticamente modificados (OGM´s), pese a que en ningún proyecto de investigación europeo se halla podido establecer que estos organismos y/o sus productos representen un riesgo para consumidores o medio ambiente mayor que el que inducen los alimentos convencionales. Una situación realmente difícil para los responsables de marketing de la industria agroalimentaria que pudiesen desear promover estos productos; por un lado podrían esperar buenos beneficios con ellos, pero por otro; ¿quién se tira así, de frentón, contra una opinión pública casi unánime?
En otras partes del mundo, no obstante, esta tecnología parece ir viento en popa. Según datos de 2001, hay actualmente en el mundo 53 millones de hectáreas sembradas con plantas manipuladas genéticamente, en 1996 eran solamente 1,7 millones. La cuarta parte del maíz producido en el mundo pertenece a esta categoría, y las tres cuartas partes de la soja. Dos tercios de los productos genéticamente modificados proceden de los Estados Unidos.
Pero la relación de fuerzas, medida en término de volumen producido, se desplaza lentamente del mundo industrializado al mundo en desarrollo. En la Argentina los cereales transgénicos son moneda corriente, en Sudáfrica se aplica esta técnica a la fruta y hortaliza; en China no sólo se siembra algodón transgénico, sino que se investiga intensamente sobre el mismo.
Ala vista de estos progresos realizados en el exterior, la Comisión europea ha tomado la posición de advertir a los escépticos sobre las consecuencias de su actitud. En el informe "Ciencias de la vida y biotecnología - una estrategia europea", publicado a principios de año, se señala que la oposición a esta tecnología, independientemente de la legitimidad de sus motivos, tiene un precio. Éste se concreta en pérdidas de competitividad y de capacidad de investigación, con la consecuencia política de tener que someterse, en el futuro, a reglas planteadas por terceros, y la consecuencia económica de perder mercados de enorme potencial que ya se están desarrollando ante nuestros ojos.
Al igual que enla Comisión europea, también se observa que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (Fao) y el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (UNDP) han adoptado una posición muy cauta frente al problema. Si el tono de esta discusión está dado exclusivamente por los deseos de los consumidores europeos, pueden originarse también consecuencias serias del punto de vista de la política comercial y de desarrollo. Europa puede imponerse a si misma un papel marginal del punto de vista biotecnológico, pero no puede desembarazarse de su calidad de gran mercado agroalimentario mundial, cuyas decisiones tienen incalculables consecuencias para países exportadores cuyo bienestar depende de su actividad agraria.
Aun sin participar en este debate, como es el caso de esta revista, es necesario sin embargo dar a conocer y considerar todas las posiciones planteadas y advertir sobre sus posibles consecuencias.