Pensemos en la cebolla. En la cebolla en general, no en unas cebollas concretas. Nos interesa su forma, sólo su forma. Olvidemos por un momento su textura suave, su piel translúcida y las finas líneas verticales que, a modo de meridianos, ritman su envoltura. Dejemos de un lado ese olor penetrante que nos irrita la conjuntiva hasta hacernos llorar y que nos evoca su sabor, a veces casi hiriente. Omitamos su textura carnosa y el acuoso placer de morder una de sus láminas con una gota de aceite. De hecho, no nos interesa la cebolla, sólo su forma, su volumen casi esférico...
Para Cézanne todo en la naturaleza se modela según la esfera, el cono, el cilindro. Por eso la cebolla, a veces la manzana o el melocotón, se prestan tan bien a sus investigaciones sobre el volumen. Cézanne es considerado el precursor del cubismo y, por añadidura, el padre de la pintura moderna. Su interés en buscar las formas básicas que subyacen en cada objeto, su estudio de la perspectiva y su capacidad de forzarla hasta la dislocación, de modo que un cuadro pueda ofrecer percepciones visuales distintas y simultáneas, le sitúan en la frontera de los dos grandes movimientos artísticos que se sucedieron en Europa a finales del siglo XIX y principios del XX, el Impresionismo y el Cubismo.
Cebollas y botella (hacia 1896). Óleo sobre lienzo, 66 x 81 cm. Musée d’Orsay (París). Autor: Paul Cézanne.
Si miramos el cuadro con atención observaremos que las perspectivas de la botella, el plato de cebollas y la mesa están sutilmente dislocadas. Repararemos también en la posición del cuchillo, colocado de forma oblicua para dar sensación de profundidad. Podremos detenernos en la ordenación del espacio, en el que los objetos están decantados hacia el ángulo inferior izquierdo, como si el encuadre estuviera desplazado hacia la derecha. Tal vez nos sorprenda el drapeado blanco que le aporta luminosidad y que sirve de contrapunto a las formas simples de los demás objetos del bodegón. Y no nos pasará desapercibido el interés del pintor por la incidencia de la luz sobre las formas.
Pero es probable que, a pesar de tan minuciosa observación, no acertemos a comprender del todo por qué puede resultar tan seductor un cuadro de cebollas en el que las cebollas no parecen cebollas.