Fotovoltaica en tejados: un enorme potencial desaprovechado
22 de octubre de 2010
A pesar de que la energía fotovoltaica constituye, por su rápido crecimiento en España, frecuente motivo de noticia, conviene, antes de centrarnos en su presente y su futuro, echar un rápido vistazo a las situaciones que nos han traído hasta aquí.
Casi todo el mundo conoce el desarrollo extraordinario que experimentó la capacidad fotovoltaica instalada durante 2008, sin embargo las verdaderas razones de este crecimiento hay que buscarlas en un grave fallo regulatorio y en una falta de previsión del regulador. Por un lado los objetivos establecidos para la fotovoltaica casi estaban superados cuando se publicó el Real Decreto 661 de 2007. Esta regulación daba un margen mínimo de un año para que, tras haberse alcanzado el 85% del objetivo, todas aquellas instalaciones que se conectaran a red pudieran acogerse al marco retributivo establecido. Este plazo, unido a una incertidumbre sobre el futuro originada por un Ministerio que no estableció un nuevo marco normativo hasta una semana antes de que terminase ese famoso año de margen, produjo un efecto llamada sobre el sector fotovoltaico.
La consecuencia de esta nefasta regulación fue que, en un solo año, se pasara de 700 MW a cerca de 3.500. Casi 2.800 megavatios fotovoltaicos fueron instalados en 2008.
El Real Decreto 1578
El Real Decreto 1578 fue concebido con un objetivo claro: reducir a la mínima expresión la instalación de energía fotovoltaica. La creación de un sistema de cupos, que limitaba la cantidad máxima a instalarse en España; el establecimiento de un prerregistro, que controlaba las instalaciones en desarrollo a costa de aumentar las trabas administrativas; y un sistema de primas descendiente, que se reducía según fueran alcanzándose los cupos; constituyeron un fuerte golpe para el sector.
Sin embargo, más dañino que estas medidas reflejadas en la legislación ha sido la actitud que el Ministerio de Industria tiene en la actualidad con la energía fotovoltaica. Lejos de aceptar los errores producidos en la redacción de los textos y asumir que la regulación no reflejaba la evolución del mercado, se intenta deslegitimar al sector acusándole de todo tipo de prácticas irregulares. El famoso caso de las plantas fotovoltaicas que generaban de noche, algo que tuvo que salir la propia CNE a desmentir, o la acusación generalizada de que la fotovoltaica encarece la factura —como si el déficit de tarifa no fuera anterior a la fotovoltaica—, forman parte de una campaña de descrédito contra la energía fotovoltaica.
Una tendencia global
Lo cierto es que, a pesar de los errores regulatorios y del efecto llamada que se produjo, la energía fotovoltaica constituye la gran esperanza de las energías renovables. A diferencia de la energía eólica, un caso de éxito claro, la fotovoltaica no tiene un alto grado de madurez tecnológico o, para ser más precisos, aún no hemos visto el verdadero potencial de esta tecnología. Una tecnología cuya reducción de costes anual es tan fuerte que la propia regulación no pudo seguir su evolución. A nivel mundial la energía fotovoltaica se está desarrollando a un ritmo frenético. Se espera que en 2010, a pesar de la crisis y las dificultades de crédito, la potencia instalada a nivel mundial aumente un 40% y el mercado crezca más de un 15%. El potencial no solo tecnológico sino económico de la fotovoltaica está plenamente contrastado. Desgraciadamente, debido al parón forzado por el Gobierno en este sector, España ha pasado de liderar la carrera a convertirse en mero espectador.
Sin embargo, no todo está perdido. Los objetivos comprometidos con Bruselas, objetivos vinculantes y no orientativos, necesitarán para su cumplimiento de todas las tecnologías renovables. La directiva 2009/28/CE, en la que se recogen estos objetivos que España deberá cumplir en materia de energías limpias, insiste reiteradamente en la importancia de la integración de las energías renovables en la edificación y el urbanismo. La fotovoltaica, por su excelente capacidad de adaptación dado su carácter modular, se convierte en una herramienta indispensable para el cumplimiento de las metas fijadas.
La casa por el tejado
En el desarrollo llevado a cabo hasta el momento han pesado mucho las economías de escala. La reducción de costes por megavatio que ofrecían las grandes instalaciones y la falta de un apoyo claro a la instalación en tejados hicieron que proliferaran las plantas fotovoltaicas en entornos rurales. Sin embargo, las cosas parecen estar cambiando. Según los estudios, los tejados y las fachadas podrían generar hasta el 40% de la electricidad demandada por la Unión Europea en 2020.
La regulación actual permite la instalación de plantas sobre tejados para la venta de la electricidad generada a la red, siendo los tejados industriales los mejor preparados por su mayor área útil, su capacidad para soportar el peso y por pertenecer toda la extensión al mismo propietario (a diferencia de lo que puede pasar en un bloque de vecinos, por ejemplo).
A pesar de que el actual clima de incertidumbre que rodea a las energías renovables no es el más propicio para acometer inversiones, debe tenerse en cuenta que una instalación fotovoltaica en tejado industrial posee diversas ventajas: mejora el comportamiento energético del edificio y constituye un elemento adicional de aislamiento no solo térmico sino también acústico. Debe tenerse en cuenta que una instalación fotovoltaica necesita de una operación y mantenimiento especializados. Por último, hay que contemplar que se trata de una instalación que, aparte de la venta de electricidad a precio regulado durante veinticinco años, se convertirá en un importante activo para el autoconsumo tras este período inicial.
Un futuro sin primas
La paridad de red, momento en el que la reducción de costes de la fotovoltaica hace que sea más económico generar electricidad con paneles que adquirirla al mercado, está prevista para esta misma década. Hay que tener en cuenta que no se habla de que la generación fotovoltaica sea más económica que otras sino de que al evitar los costes de transporte y distribución, dado que la fotovoltaica puede generar la electricidad junto al punto de consumo, la balanza se torna favorable. Las previsiones marcaban el año 2015 como el momento en el que se alcanzaría esta paridad y la evolución de los costes nos permite ser optimistas.
Teniendo en cuenta que la paridad de red se alcanzará en esta década, que una instalación fotovoltaica tiene una vida útil de unos cuarenta años y que los precios de la electricidad, vinculados a los precios de los combustibles fósiles, no dejarán de aumentar, las instalaciones fotovoltaicas en tejados industriales pronto serán rentables incluso sin primas.
España, inmersa como está en una profunda crisis económica y de crecimiento, debe acometer un cambio en su modelo productivo. La integración arquitectónica de las energías renovables constituirá el medio no solo para crear empleos y riqueza con nuestras propias fuentes sino para equilibrar una balanza de pagos lastrada por las importaciones de combustibles. El cambio debe producirse, aunque deba empezarse por el tejado.