La unión de mundo rural y urbano
En mi opinión, hay que acelerar la cooperación entre el conocimiento y el mundo rural, para aplicar masivamente las últimas tecnologías sobre producción agropecuaria, procesos de poscosecha y la alta tecnología sobre el procesamiento de los alimentos. Además, estas acciones debieran producir una segmentación lo más amplia posible para acompañarla con una distribución corta hacia los consumidores. La innovación agropecuaria, la creatividad de los cocineros en la hostelería moderna y de las profesiones interesadas en los conceptos de ‘ciudad verde’ son aliados muy valiosos para el mundo rural y para que éste contribuya a que las gentes urbanitas se sientan más felices.
La mecanización agraria fue determinante para liberar del campo la fuerza de trabajo. Fima ha cumplido 50 años en España y durante el siglo pasado fue clave en este tipo de desarrollo de la actividad agroalimentaria que actualmente disfrutamos. La feria acogió otro congreso, el cuarto, para reflexionar de nuevo sobre ‘campo y ciudad: un futuro en común’.
¿Volver a subir a la montaña? La moderna socioeconomía, fruto de la nueva relación entre el mundo rural con el urbano, seguramente ya no trata de volver a subir a la montaña, aunque el concepto pueda animar a muchos, sino en mi opinión de algo mucho mejor. Francesc Reguant sostenía en un artículo en El Periódico que “volveremos a subir a la montaña”. Creo que se refería a países que sufren una crisis socioecómica de caballo como la española y la catalana de los últimos 6 años y los que queden de la misma. Ante esta crisis, decía Reguant, la falta de expectativas o de oportunidades en otras áreas impulsa a mirar de nuevo hacia la agricultura.
¿Qué podemos ver en el mundo rural actual? El mismo Reguant lo explicaba así: “las comunicaciones terrestres, principalmente carreteras, han acercado las áreas rurales a los centros metropolitanos. Eso ha facilitado la deslocalización de industrias y de nudos logísticos, con el consiguiente crecimiento de núcleos de población tradicionalmente rurales. A su vez ha impulsado el turismo rural y el asentamiento de segundas residencias. Por otra parte, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han dado otro paso en el acercamiento de las áreas rurales; el soporte telemático ha desvinculado muchas actividades profesionales de una localización geográfica concreta, pasando a primar aspectos meramente residenciales”. En resumen, se está produciendo un fenómeno de periurbanización creciente de todo el territorio (este autor se refiere a Cataluña y por extensión quizás también a otras regiones españolas y otros países industrializados), con sinergias claras a favor del desarrollo agrorural. Efectivamente, el crecimiento de población y de rentas permite recuperar la demanda de productos de proximidad y dar sentido –vía cadenas cortas– a la producción agraria en áreas desfavorecidas.
La rural y la urbana, ambas, configuran una misma sociedad. ¿Un futuro mayoritariamente urbano amenaza la cultura rural? ¿Es verdad que la conexión con la ciudad es fuente de nuevas oportunidades de trabajo y de servicios para el medio rural? Bienes y servicios tan imprescindibles como los alimentos, el agua, la energía, el paisaje o la biodiversidad están vinculados al mundo rural. ¿Es cierto que el mundo rural y urbano en las sociedades modernas pueden integrarse? ¿Qué hace el legislador para que ocurra?