Estoy equivocado, no tengo razón
Hace unos días acudí como informador a la cita de una convocatoria de un congreso europeo sobre el mercado hortofrutícola que se organizaba en una de las grandes regiones españolas de producción de este tipo de alimentos. El organizador era una empresa de comunicación privada y la Cámara de Comercio local, con el apoyo de empresas. El congreso tuvo que ser aplazado por ‘falta de asistentes, o de interés’.
Es conocido que los españoles son líderes en el comercio europeo de un buen número de frutas y verduras en fresco –tomate, melones, sandía, pimiento, pepino, berenjena, fresa, lechugas, pepino, calabacín, cebollas, nectarinas, ciruelas, melocotones, peras, y otras–. Esta situación de liderazgo siempre la entendí como una oportunidad para realizar actividades cercanas a los productores, y que así éstos tuvieran oportunidades de participar en el networking de la cadena de suministro. A la vez, era mi opinión, que con el conocimiento y las relaciones en la cadena de suministro, los productores podrían proponer innovaciones valiosas de sus cultivos y cosechas a los comerciantes o distribuidores y acercarse e influir sobre los consumidores.
En el congreso al que hago referencia el programa quería tratar temas como éstos: actualidad del mercado mundial; regulación de los mercados europeos ¿dónde están los cambios?; verduras y frutas para los consumidores de mañana; la excelencia en la comercialización; y ¿qué es la horticultura sostenible? Como redactor de noticias y editor hortícola hace años que me hago preguntas como ¿qué podemos esperar de los minoristas del comercio tradicional en el futuro?, ¿cómo innovarán los productores en los alimentos frescos?, ¿cómo tentarán a los clientes?, ¿los supermercados sólo se diferenciarán en precio, o habrá formas alternativas de presentación de frutas y verduras?, o si las cadenas de supermercados se diferenciarán entre ellas por la diversidad en su ‘sección de frutas y verduras’.
"Soy de los que creía que los productores hortícolas estaban convencidos en influir en el comercio y no esperar a que las grandes decisiones se tomen en los despachos de Berlín o Madrid"
En las profesiones hortícolas creía que a todos nos interesaba “mirar” qué pasa en las fruterías, floristerías o supermercados y participar de las formas de influir en los clientes, los consumidores. Parece que en esta región española de marcada orientación en la producción hortícola, no les interesó este congreso “de estrategia comercial y marketing europeo” y por ello, tuvo que posponerse por falta de asistentes. Soy de los que creía que los productores hortícolas estaban convencidos en influir en el comercio y no esperar a que las grandes decisiones se tomen en los despachos de Berlín o Madrid. Ahora he tenido una decepción y por ello reconozco que estaba equivocado. Sin embargo, sigo pensando lo mismo, es en la modernización hortícola, en la finca y los productos, y, además en los formatos de las tiendas y el marketing, donde hay oportunidades para esta actividad económica tan importante para los españoles.