La nueva normalidad de la sequía en las bodegas argentinas
Ubicada en la diagonal árida sudamericana, esta región sufre una escasez estructural de agua que se ha agravado en los últimos diez años como consecuencia del cambio climático, obligando a los productores vitivinícolas a adaptarse a esta nueva normalidad que, según las proyecciones actuales, ha llegado para quedarse.
“Llevamos muchos años de bajos de niveles de reserva (de agua) y ese estado crítico ya se volvió la normalidad; entonces los que tenemos que cambiar somos nosotros y entender que tenemos que convivir con esa situación”, asegura Juan Pablo Murgia, enólogo y gerente técnico de Grupo Avinea, compañía especializada en vino orgánico.
Un desierto aún más árido
Las precipitaciones son escasas en Mendoza (unos 250 litros por metro cuadrado anuales) y la provincia depende del deshielo de la nieve, que durante los meses del verano desciende por la cordillera de los Andes para alimentar las cuencas de los ríos. El problema está, precisamente, en que cada año nieva menos.
“Los glaciares están retrocediendo, la nieve es escasa y el aumento de la temperatura está generando una situación en donde las cinco cuencas principales de nuestra provincia presentan un estado de sequía entre severa y extrema”, señala la doctora en Derecho de Aguas y asesora del Departamento General de Irrigación, Marcela Andino.
Los datos de este organismo son esclarecedores: el río Mendoza, que nutre a la capital provincial y a la mayoría de las bodegas, escurrió unos 785 hectómetros cúbicos de agua durante la temporada 2021/2022, un 56% del volumen habitual, lo que supuso la peor campaña de los últimos 50 años.
Esta realidad transforma la sequía hidrológica de Mendoza en una “sequía agronómica”, según Andino, mermando la producción de algunos cultivos ante la menor provisión de agua: "Estamos entregando en algunas cuencas casi un 50% del agua promedio que entregábamos en otras épocas".
Tecnificación del riego
En este contexto, las bodegas mendocinas han impulsado una tecnificación del tipo de riego, que se dividía, tradicionalmente, en dos sistemas: el riego canalizado o de turno y el bombeo de las napas en profundidad (pozos), variantes que están igual de afectadas por la escasez de agua.
En el caso del Grupo Avinea, la mayoría de sus viñedos están abastecidos por depósitos, con perforaciones que administran “de la mejor forma posible”; al tiempo que aplican la viticultura de precisión a la hora de hacer mediciones del suelo y optimizar el riego por goteo.
“Cada uno de nuestros viñedos está mapeado y ese mapeo responde a un tipo de suelo. No es lo mismo regar un suelo limo-arcilloso, que regar un suelo arenoso o pedregoso; la retención de agua, el desarrollo de la planta y las necesidades de agua son totalmente diferentes”, apunta Murgia.
Esta compañía, que cuenta con cinco viñedos en la provincia, también analiza de cerca el estado hídrico de las plantas, mediante la utilización de cámaras de presión para saber cuándo conviene regarlas.
“La tecnificación no es solo la administración concreta del agua y no solo supone una mejora en la precisión y en la calidad; también es ahorro y conocimiento. Realmente, no trabajar de esta forma se va a tornar muy complejo”, apunta el gerente técnico del Grupo Avinea.
Las iniciativas de las bodegas coexisten con las obras de infraestructura impulsadas por el Gobierno provincial, que están cambiando su tipología para adecuarse a esta nueva normalidad: “Ya no está todo el foco puesto en la impermeabilización de canales, sino en la construcción de reservorios que permitan dar más flexibilidad al sistema de distribución y entrega del agua”, puntualiza Andino.
Agrega que “no todo depende del Estado“ y que todavía hace falta mucha financiación privada y ”mucha conciencia del regante”.
Necesidad de adaptación
En opinión del directivo del Grupo Avinea “no hay duda de que la única forma de sobrevivir ante esta sequía prolongada pasa por la tecnificación de los procesos productivos", algo más accesible para las bodegas de mayor tamaño: ”Es muy probable que las empresas más desarrolladas vayan a estar más tecnificadas y, por ahí, tal vez los productores más pequeños son a quienes más les va a costar. Ahí es donde hay que buscar todas las herramientas para esa mejora”. Todas ellas, acciones necesarias para sostener la industria vitivinícola de Argentina, país posicionado como el séptimo productor y el décimo exportador mundial de vino.