Detengamos el tiempo un momento. Es la hora de comer. Tenemos mucha hambre y llenamos nuestro plato hasta los bordes. Comemos con voracidad, pero cuando ya hemos ingerido la mitad, nos consideramos satisfechos y tiramos a la basura el resto. Rebobinemos: tiramos a la basura el resto. Este gesto tan habitual en cada hogar nos indica que vivimos en una sociedad del usar y tirar. Los datos lo confirman: en los países desarrollados, tiramos cada año 200 millones de toneladas de alimentos; y lo que resulta más dramático, la comida que se desaprovecha en EE UU y la Unión Europea podría alimentar a los 1.000 millones de personas que pasan hambre en el mundo. Producción, almacenamiento, transformación, distribución? los alimentos se desperdician en toda la cadena: en Europa, se tira a la basura entre el 20% y el 40% de las frutas y verduras que se producen antes de llegar a las tiendas y cada ciudadano se deshace al año de entre 95 y 110 kilos de comida apta para su consumo. De hecho, según un estudio de la UE el 45% del despilfarro de comida proviene de los hogares.
A este respecto y con el fin de determinar el nivel de desperdicio de alimentos en el ámbito doméstico, Hispacoop (Confederación Española de Cooperativas de Consumidores y Usuarios de la que Eroski forma parte), controló durante el mes de noviembre los alimentos que desechaban en cada comida o a lo largo del día 413 hogares escogidos de forma aleatoria, además de preguntarles por los motivos por los que habitualmente los rechazaban. Para ello, se realizaron diferentes visitas en distintos horarios y durante siete días consecutivos. Asimismo, para comprobar la percepción de despilfarro de alimentos entre los consumidores, se realizó una encuesta on line y telefónica en las mismas fechas a las personas encargadas de gestionar, almacenar y preparar la comida en sus hogares. Fueron un total de 3.454, originarias de las 17 comunidades autónomas.
En líneas generales, se comprobó que los consumidores creen desperdiciar menos alimentos de los que en realidad tiran a la basura. Sin embargo, los datos hablan por sí solos. Cada hogar analizado en el estudio es responsable de un total de 76 kilos de alimentos desechados al año, aunque curiosamente solo un 9% de los encuestados reconoce que suele tirarlos a la basura.
550 kilos en una semana
Para realizar esta investigación, se propuso a los responsables de 413 hogares someterse a un control exhaustivo de lo que desechaban y tiraban a la basura durante siete días consecutivos y en cuatro momentos del día: desayuno, comida, cena y otros momentos. En el análisis, se tomaron en consideración aquellos alimentos susceptibles de ser consumidos directamente, por lo que se excluyeron peladuras de patatas, frutas u hortalizas, huesos o cualquier otro componente que no estuviese destinado al consumo directo. Además, tampoco se tuvieron en cuenta todos aquellos desperdicios destinados al abono, a la alimentación de animales y a destinos similares. En total, durante la 'semana tipo' se rechazaron cerca de 554 kilos de alimentos en los 413 hogares del análisis, lo que supone más de 30.000 kilos al año. Los hogares del estudio generaron esa semana 1,3 kilos de desperdicios alimentarios, que sumarían un total de 76 kilos al año, 32 kilos por persona y año si tenemos en cuenta que el promedio de personas por hogar fue de 2,7. El tipo de hogar donde más alimentos se tiran está compuesto por dos personas, cuyo responsable de la gestión de alimentos tiene 60 años o más, mientras que en los hogares con cuatro o más miembros es donde menos se desecha.
Fuente: Hispacoop (Confederación Española de Cooperativas de Consumidores y Usuarios). (1) Semana ‘tipo’: El panel ha tenido una duración de siete días seguidos durante los cuales el responsable de la gestión de los alimentos en el hogar ha detallado en los cuatro momentos diferentes de cada día cada alimento desechado, identificándolo como perteneciente a uno de los 12 grupos en los que se han clasificado la totalidad de los alimentos y la cantidad desechada de ese alimento, en una escala de medidas y equivalencias diseñada para facilitar la cuantificación del mismo, además del motivo por el que ha tirado cada uno de los alimentos previamente detallados. (2) Resultante de elevar a los datos de población general del INE la cantidad por persona calculada en el estudio.
Esta bola de basura alimenticia de casi 554 kilos se compone de pan, cereales y otros alimentos de pastelería en un 19%; de frutas y verduras en un 17%; y de leche y derivados, así como de pasta, arroces y legumbres en un 13% respectivamente. El tercio restante son carnes y comidas preparadas o precocinadas (un 6%, respectivamente), embutidos (5%), snacks (4%), alimentos en conserva (otro 4%), pescados y mariscos (3%), huevos (también un 3%) y bebidas (7%). La comida es el momento del día en el que más alimentos se tiran (un 35% de ellos), seguida de la cena (27%), los desayunos (el 20%) y otros momentos del día (el 19%).
Fecha de caducidad y de consumo preferente
La fecha de caducidad indica en qué momento deja el producto de ser seguro para el consumo alimentario. La de consumo preferente señala en qué momento deja el productor de garantizar que sus cualidades organolépticas estén intactas, sin que ello suponga un riesgo para la salud. ¿Distinguen los consumidores ambos conceptos? Para averiguarlo, se preguntó a los responsables de los alimentos de los hogares del estudio sobre estas dos fechas, incluyendo en las opciones de respuesta el significado correcto de cada una y un tercero –falso– que también está extendido en la opinión pública.
Se comprobó así que solo uno de cada diez entrevistados atribuye a ambos conceptos un significado falso. Sin embargo, uno de cada cuatro confunde los dos conceptos. Por un lado, un 26% cree que la fecha de caducidad quiere decir que a partir de esa fecha el alimento ya no conserva sus cualidades específicas pero que es seguro comerlo, un error que puede repercutir en consumir alimentos en mal estado. Y por el otro lado, otro 25% de los hogares analizados opina que la fecha de consumo preferente significa que a partir de esa fecha no es del todo seguro comer ese producto, una creencia que puede provocar que gran cantidad de alimentos perfectamente válidos para el consumo vayan a parar al cubo de la basura.
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