La impresión y el medio ambiente

Si existe algún aspecto positivo a raíz del nuevo escenario surgido en la actual crisis económica, éste no es otro que la concienciación de que es necesario hacer un uso más responsable y racional de los recursos disponibles del planeta.

En efecto, la preocupación por el medio ambiente, que en muchas ocasiones trae aparejados notables ahorros económicos, se ha plasmado en el ámbito de las tecnologías a través del concepto ‘Green TI’, y ello ha sido posible no sólo por la importancia creciente de la responsabilidad social en estas empresas, sino también por la exigencia de los clientes, que demandan, día tras día, productos más sostenibles.

Son varias las premisas tecnológicas que debemos estudiar en un sistema de impresión; entre ellas, podríamos subrayar la eficiencia energética, el uso de papel reciclado con garantías de calidad, el aprovechamiento de toda la superficie de impresión (a doble cara) o la reducción y compensación de las emisiones de ozono. De esta forma, no sólo potenciaremos la sostenibilidad, sino que los usuarios ahorran y, además, disfrutan de un producto con una vida útil más larga.

Pero no debemos conformarnos. Los avances tecnológicos, a día de hoy, son continuos y nos abren un amplio abanico de posibilidades. Ejemplo de esta afirmación son los sistemas que permiten que el tóner resista al agua y al mismo tiempo, se separe del papel con facilidad durante el proceso de reciclado, con lo que multiplicamos por cinco su capacidad de reutilización. En consecuencia, y frente a los dos usos habituales de un papel impreso reciclado, podríamos utilizarlo hasta un máximo de diez veces.

Otro interesante paso a favor de la sostenibilidad vendría de la mano de un tóner no contaminante. El sistema TonerPearls (tecnología Océ Cristal Point) no produce residuos de polvo ni contaminación o vaporización de tinta, y además es inodoro, por lo que no impacta negativamente en el entorno de trabajo en el que se ubique. Por otro lado, y al no ser tóxico, puede eliminarse inocuamente, sin tener que desecharlo en contenedores especiales.

En general, una mejora en los productos se consigue a través de una visión global que implique un mayor compromiso con la sociedad. En Océ pensamos que cada uno de nuestros sistemas de impresión debe ajustarse a unos exigentes estándares. Así, han de cumplir toda la legislación relevante sobre seguridad en los países en los que se comercialicen y deben evitar la emisión de posibles sustancias peligrosas, cancerígenas, mutagénicas o toxicoreactivas.

Además, han de ser necesariamente valorados y aprobados por expertos e instituciones independientes y deben ir acompañados de la adecuada información sobre salud, seguridad y medio ambiente dirigida a todos los “stakeholders” o grupos de interés. Y no sólo eso; los materiales empleados para su producción deben ser sostenibles a nivel medioambiental.

También el consumo de energía y su coste creciente figuran entre los asuntos de máxima preocupación en materia de sostenibilidad para la mayoría de los empresarios. Y no es de extrañar: en enero de 2011 la factura de la luz subió un 10%, la mayor desde 1983, y un incremento casi cinco veces superior al de la inflación acumulada hasta finales de 2010. Sin embargo, las escaladas no acaban aquí, y es muy probable que a lo largo de los próximos meses vuelvan a modificarse las tarifas.

De hecho, el ministro de Industria, Miguel Sebastián, proponía a mediados de marzo una nueva subida, aplicable a partir del presente mes de abril, que afectaría a los peajes de acceso —la parte del recibo de la luz que fija el Gobierno— y que vendría a ser de un 12,5% para la mayoría de los hogares y pequeños comercios, un 9% para el resto de los consumidores de baja tensión, y un 2% para los grandes consumidores industriales.

Ante esta situación, no queda otro remedio que idear soluciones para reducir consumos sin por ello producir menos o más ineficientemente, sino todo lo contrario. En este sentido, en Océ hemos comprobado y aprendido que la clave de la sostenibilidad comienza en la fase de diseño y producción, ya que minimizar el impacto medioambiental y energético de un sistema una vez fabricado resulta caro, complejo e ineficaz. Por ello, el coste del impacto del producto en la sociedad y su entorno debe ser tenido en cuenta desde su concepción, y su diseño no sólo debe ser una actitud, sino parte integral del proceso de creación.

Pongamos el ejemplo de un centro de impresión que alcanza los 8 millones de copias mensuales. La utilización de una impresora de consumo de energía altamente eficiente (diseñada ex profeso para emplear un 45% menos de energía) podría suponer un ahorro energético de hasta 330 euros mensuales o los 4.000 anuales. Lógicamente, a medida que aumente el precio de la luz, las economías crecerán en consonancia.

Situación análoga se da cuando algunas compañías del sector TIC aplican soluciones imaginativas que logran “cuadrar el círculo” o, lo que es lo mismo, ahorrar energía al tiempo que aumenta la productividad. Este es el caso del estándar ProxZzzy, en cuyo desarrollo participó nuestra empresa, y que viene a solventar uno de los mayores problemas de los ordenadores e impresoras: el hecho de que si entran en estado de reposo quedan desconectados de la red. Esta es la principal razón por la que muchos equipos se mantienen en funcionamiento de forma continua, lo que provoca gastos innecesarios en electricidad y mayores emisiones de dióxido de carbono.

Lo que es más, adoptar decisiones de eficiencia energética puede ahorrar a los clientes cientos de euros al año en costes, pero también se traduce en otro beneficio indirecto: menores emisiones de calor, que dan lugar a condiciones de aire y refrigeración menores, lo que de nuevo da lugar a ahorros en operaciones actuales y futuras.

En definitiva, es necesario adoptar todas las medidas necesarias para que los productos tengan el menor impacto posible sobre el medio ambiente, y es precisamente el ecodiseño la clave en este asunto, además de la posibilidad de reutilización de las diferentes partes de un producto.

Según ahondamos en este entorno cambiante, quedan cada vez más claros los vínculos entre la RSE y el área de I+D, unión que deberá acentuarse en el futuro a través de una comunicación fluida entre este último departamento y la sociedad. Así, es necesario que las empresas ofrezcan herramientas proactivas para que los usuarios comuniquen a sus departamentos de investigación sus necesidades y preocupaciones en el uso de los productos y poder así desarrollar soluciones que se adapten mejor a un mercado que evoluciona constantemente.

En este sentido, queda todavía un doble camino por recorrer por parte de sociedad y empresas. Por un lado, la primera debe ser consciente de la importancia del valor ‘marca sostenible’, y para ello es vital el apoyo de las administraciones públicas. La concienciación corporativa no es suficiente —al menos hasta la fecha— para que el usuario encuentre otras motivaciones fuera de la relación calidad/precio de un producto. Es cierto que se están dando esfuerzos, pero aún estamos lejos de conseguir que se aprecie en qué condiciones se han fabricado los productos que consumimos y con qué materiales.