El papel: 2.000 años de historia
El papel, protagonista de nuestra historia
Después de la expresión oral, la escritura es el principal instrumento de comunicación entre los hombres, permitiendo la supervivencia de su pensamiento a través del tiempo y del espacio.
Cuando la humanidad quiso entenderse por medio de las imágenes y la escritura, tuvo que recorrer un difícil camino, hasta llegar al descubrimiento de un soporte de fácil obtención y almacenamiento, barato, duradero e idóneo para poder plasmar sus inquietudes y saberes: el papel.
P. Feijoó, 'Teatro crítico', Tomo IV, Discurso 12, nº 54.
Tres etapas de 600 años caracterizan su historia: 600 años de ocultación por parte de sus inventores, los chinos, 600 años de migración hasta su introducción en la cultura europea, y otros 600 hasta llegar al invento de la máquina de papel continuo, que marca el inicio de la etapa actual.
El invento del papel proporcionó al hombre un soporte fiel donde habitara la memoria escrita en su recorrido a través de la historia, y gracias a su consistencia y durabilidad, los textos de nuestros antepasados siguen siendo, en la actualidad, un testigo fiel de su tiempo.
La divulgación de la información y de los conocimientos, al que ha llegado la humanidad, no hubiera sido posible sin la invención del papel y la imprenta.
La búsqueda de un soporte para el mensaje escrito
El lenguaje gráfico fue perfeccionándose desde el símbolo o jeroglífico hasta los signos que representan los sonidos, es decir, el alfabeto.
La dificultad del empleo de este lenguaje radicaba en el soporte del mismo, que en principio fue la piedra, la madera, los metales o la arcilla. Tuvieron que pasar miles de años hasta que la humanidad encontró materiales mas apropiados para sus inscripciones, como el papiro y el pergamino y, finalmente, el papel.
La historia del papel comienza en China
China ofreció a la humanidad un material escriptóreo de bajo coste y alta permanencia, que en poco tiempo fue sustituyendo al papiro y al pergamino, con los que convivió en sus inicios.
Según la tradición, la historia del papel se inicia en el año 105, cuando el chambelán de la corte Ts'ai Lun ofreció al emperador Hai una blanca hoja de papel. A su muerte este invento era conocido en toda la China imperial.
La innovación de Ts'ai Lun fue la desintegración de las fibras vegetales y trapos con un mazo pesado de madera en un mortero de piedra. La forma a mano china estaba constituida por un marco de madera, en el que se sujetaba un tejido fino de bambú, unido con hilos de seda. Como materia cohesiva para unir las fibras y dar la impermeabilidad necesaria, se utilizó un extracto de agar, alga marina que ya se usaba en China, con fines medicinales, desde tiempos remotos.
Desconocemos de qué materiales estaban hechas estas primitivas hojas de papel: lino, esparto, cáñamo. Es de suponer que conociendo los capullos de seda, estudiarían la base de alimentación de los gusanos, es decir, la hoja de morera de la que tal vez obtendrían la primera pasta de papel.
La ruta del papel de Oriente a Occidente: los árabes
En el año 751, durante la expedición árabe hacia la frontera China, el gobernador militar del califato de Bagdad capturó, en Samarkanda, tras la batalla de Telas, dos fabricantes de papel. Con su ayuda construyó un molino papelero en esta ciudad, localidad propicia para ello, ya que tenía mucha agua, canales de regadío y campos de lino y cáñamo.
Los árabes tienen el mérito indiscutible de haber extendido la fabricación del papel en su vasto imperio hasta España. La antigua ruta de la seda llevó a Europa otro producto oriental: el papel, convirtiéndose en una preciosa y lucrativa mercancía solicitada por todos los países de Medio Oriente.
Es evidente que la posesión del papel fomentó, en el imperio islámico, la cultura de escribir, la instrucción pública, la erudición y la literatura en un tiempo en que Occidente tenía que valerse del pergamino como único material para la escritura. Así gran parte de la cultura clásica llegó a Europa a través del papel árabe.
Los grandes avances introducidos por los árabes en la técnica de la fabricación del papel fueron: la utilización de la energía hidráulica, el blanqueo de las fibras con cal, el encolado con goma arábiga o engrudo de almidón y perfeccionamiento de la forma papelera. Las materias primas utilizadas eran el ramio, el lino y el cáñamo.
España adelantada del papel en el mundo occidental
¿Cómo entró el papel en la España árabe?, ¿Dónde se fabricó por primera vez?. Éstas son dos preguntas para las que no tenemos una respuesta precisa. Pero podemos suponer que se introdujo a mediados del siglo X y por la puerta de Córdoba.
En el siglo X se vive una época de esplendor cultural en esta ciudad. La biblioteca de Alhaquen II llegó a tener 400.000 volúmenes. Si Bagdad, Damasco, El Cairo, grandes centros culturales, poseían molinos papeleros ¿Por qué no Córdoba, que tenía un gran río, trapos, almidón y las bibliotecas y archivos del Califato?. Por lo tanto, en la España musulmana debieron existir molinos papeleros en Córdoba, Sevilla Granada y Toledo durante los siglos X y XI.
En el monasterio benedictino de Santo Domingo de Silos se encuentra el Misal Mozárabe, con el papel occidental mas antiguo que se conoce, ya que debió ser fabricado antes del año 1036, en que fue sustituido este rito por el gregoriano.
Foto: Kriss Szkurlatowski.
Játiva es la primera población de Occidente de la que sabemos, documentalmente, que tuvo industria papelera. En 1154, el geógrafo árabe El Edrisi (1100-1172) nos dice: “Játiva es una bonita villa con castillos... se fabrica papel como no se encuentra otro en el mundo. Se expide a Oriente y Occidente”. Debemos pensar que si tenía tal perfección y difusión, su fabricación había empezado muchos años antes.
En estos papeles primitivos españoles encontramos fibras de esparto y cáñamo y tiene mejor trituración del trapo gracias a los avances introducidos en las técnicas hidráulicas.
El papel se extiende por Europa
El papel llega al resto de Europa por España y por los movimientos migratorios de los cruzados que lo trajeron directamente desde Oriente; sobre todo, italianos y provenzales que comerciaban con Bagdad y Damasco.
Los primeros molinos europeos los encontramos en la cuenca del Mediterráneo, destacando, aparte de los españoles, los de Italia y Francia. La primera cita de un molino papelero italiano se sitúa en Fabriano, en 1276. Italia fue una importantísima potencia papelera, introduciendo grandes mejoras en su fabricación, como el empleo de mazos, la utilización de cola animal y la invención de la filigrana; por su parte, el primer molino francés está fechado en la segunda mitad del siglo XIII, en la zona de Montpelier. Pronto, los productos franceses entran en competencia con los mejores papeles de Italia, gozando las manufacturas de ambos países de gran prestigio durante los siglos XVI y XVII.
Tenemos que esperar hasta fines del siglo XIV para encontrar molinos papeleros en Centro-Europa, donde, más tarde, gracias a la invención de la imprenta, gozan de una enorme expansión; así, el primer molino alemán, situado a las puertas de Nuremberg, es de 1390 y el de Bélgica, data de 1405 y fue fundado por Juan Español en las afueras de Bruselas. En Suiza existieron molinos de papel desde el año 1411 en Marly y en Austria, Wiener-Naustard, en 1498.
Aunque sabemos que existieron molinos de papel en Inglaterra y Holanda desde fines del siglo XV y XVI, respectivamente, su gran desarrollo lo obtuvieron en los siglos XVII y XVIII, sobre todo los holandeses, debido a la inmigración de los papeleros franceses, a los avances técnicos y a la influencia del papel japonés.
Gran demanda de papel: la imprenta
En 1440, Johann Gutenberg, de Maguncia, inventa el arte tipográfico, con el que se puede componer textos de cualquier extensión y obtener gran cantidad de copias.
La imprenta dio una verdadera medida del valor y utilidad del papel ya que reunía, además de sus cualidades gráficas, el ser abundante, barato (costaba la décima parte que el pergamino), duradero, trasportable y asequible a las enormes cantidades que requerían los impresores.
Una prensa de imprenta necesitaba tres resmas de papel diarias (1.500 pliegos); por ello existe una relación tan estrecha entre la manufactura del papel y la imprenta, no concibiéndose la prosperidad de una sin otra. A esto se debe que, entre finales del XV y mediados del XVI, Europa se cubra de molinos de papel.
Hasta estos momentos el papel era de uso restringido, alternando con el pergamino. Debido a que los libros podían ser editados en grandes tiradas, hubo más ansia de saber, más hombres aprendiendo a leer y escribir y al cabo de pocos decenios toda la vida espiritual y cultural alcanzó un total resurgimiento. Además, el descubrimiento de nuevas tierras y vías marítimas amplió los horizontes, aumentándose las relaciones comerciales. El primer libro literario impreso en España, “Les obres o trobes en lahors de la Verge Maria”, está fechado en Valencia, en 1474.
Materias primas papeleras
Debido al creciente consumo del papel, la obtención de materias primas, que era casi exclusivamente de trapos viejos, empezó a constituir un serio problema, creándose una enorme desproporción entre la oferta y la demanda. Hay informes de todos los países sobre continuos conflictos entre papeleros y traperos. Muchos soberanos decretaron prohibiciones de exportación para proteger su industria.
Por ello, ya desde el siglo XVII, se trabajó en la obtención de nuevas fibras papeleras. El naturista francés Réamur entregó, en 1719, un informe a la Real Academia de Ciencias de París sobre la forma en que las avispas elaboran sus nidos con un papel obtenido con fibras vegetales e impermeable al agua. El alemán Jacobo Chistian Shaeffer, entre 1765 y 1771, estudió la obtención de papel a partir de varios vegetales: vello de álamo, musgo, abeto, ortigas, cardo, etc; aunque no consiguió la fabricación de papeles blancos para escribir, demostró que estos materiales eran utilizables.
En 1777, K.W. Scheele descubrió el efecto del cloro para aumentar la blancura de la pasta de papel, por lo que se pudieron emplear, para su elaboración, trapos mas gruesos y coloreados.
A pesar de la escasez de materias primas, que fue cada vez más creciente, tuvieron que pasar 125 años, desde los primeros estudios de Reamur, hasta encontrar un nuevo material idóneo para la obtención del papel: la madera (Keller, 1844).
En España también se hacen estudios para buscar materiales alternativos al trapo. El padre Sarmiento (1695-1772) aboga por la utilización del ágabe o pita, usado por los indígenas mejicanos. En la segunda mitad del siglo XVIII se fomentó en América las plantaciones de lino y cáñamo para el suministro de materia prima a los molinos peninsulares.
En 1800, en la fábrica de Gárgoles de Arriba (Guadalajara), se hacia papel de paja, esparto, junco, olmo, morera, sarmiento, etc.
Ante el reto cultural del Renacimiento y la invención de la imprenta, los papeleros españoles se ven impotentes para dar respuesta al aumento de la demanda de este material, producida por el descubrimiento y la colonización de América. Además, en estos años hay en España un retroceso de las labores artesanales, debido a las continuas guerras y la expulsión de moriscos (excelentes artesanos) y judíos (grandes conocedores del comercio). En cambio, en Europa, se realizan grandes avances en la selección de materias primas, el cortado y triturado de trapos y la construcción de moldes.
El papel fue un medio imprescindible para mantener vivo el complejo tejido de relaciones políticas y humanas entre la Metrópoli y las Indias. La españolización y cristianización de Hispanoamérica no habría sido posible sin la presencia de este importante vehículo cultural. Como ejemplo, en la segunda mitad del siglo XVII salieron de los puertos de Sevilla y Cádiz 34.983 balones de papel (un balón tenia 24 resmas y una resma 500 hojas). Aunque parte de este papel era elaborado en molinos españoles, sobre todo catalanes, fundamentalmente procedía de los centros artesanales de Francia y Génova.
La corona española no fomentó la construcción de molinos papeleros en América, ya que este producto fue, durante largos periodos de tiempo, monopolio real, sobre todo a raíz del establecimiento del impuesto del papel sellado, gran fuente de ingresos para su siempre maltrecha economía. El primer molino papelero americano se fundó hacia 1575, en Culhuacán (Méjico). Su producción fue muy pequeña y de uso local.
Siglo XVIII: Resurgimiento de la industria papelera en España
Tras su prometedores inicios, la manufactura del papel en España vivió periodos de mayor o menor prosperidad hasta llegar al siglo XVIII considerado la edad de oro de la fabricación del papel en nuestro país y sobre todo en Cataluña.
La Corona hace una decidida apuesta para la mejora de estas técnicas: se dictan Reales Cédulas para evitar la salida de materias primas, la Junta de Comercio, en 1777, promulga las ‘Ordenanzas interinas para las fábricas de papel en el Principado de Cataluña’ y se liberaliza el comercio con las Indias.
Así mismo, la Real Junta de Comercio, manda traducir del francés ‘El arte de hacer papel’ de La Lande, y llegan a España maestros papeleros extranjeros, sobre todo genoveses, para mejorar la técnica de los españoles y difundir los secretos del oficio que, hasta el momento, se habían trasmitido por vía oral.
Dentro de la política ilustrada de los Borbones, Felipe V crea una Real Fábrica de Papel, en San Fernando de Henares (Madrid), para abastecer a la Corona y suministrar papel sellado a las Indias. Este proyecto no tuvo el éxito esperado.
Fruto de esta política, las manufacturas españolas alcanzan un gran nivel compitiendo con las mejores del resto de Europa. Se crean grandes núcleos papeleros, desapareciendo, paulatinamente, los pequeños molinos dispersos a orillas de los ríos. El censo de 1799 da una cifra total en España de 326 molinos de papel. La invasión francesa y las guerras carlistas pusieron fin a esta época de máximo esplendor.
El molino se moderniza: la pila holandesa y otros avances
A mediados del siglo XVII, los holandeses dieron un avance decisivo en la fabricación del papel. Debido a la falta de fuerza hidráulica, sus molinos fueron accionados por energía eólica. Para la trituración de trapos inventan, hacia el año 1670, la ‘máquina refinadora de cilindro’, que sirve, aún hoy en día tras varias modificaciones y mejoras, para la descomposición de fibras. Su técnica suministraba, en cinco o seis horas, la misma cantidad de pasta que un molino de mazos, con cinco pilas, en veinticuatro horas.
La primera referencia de este tipo de triturado en España data de 1764, en una fábrica de Alcoy, aunque su instalación definitiva se hizo algunos años más tarde.
Otro avance en la técnica de la fabricación del papel, en la segunda mitad del siglo XVIII, es el ‘papel vitela’ inventado por John Baskerville en 1750, en el que sustituyó el telar metálico por una tela de lino, obteniendo una superficie sumamente lisa, muy apta para los nuevos sistemas de impresión.
También en estos años, en 1783, Etienne Mongolfiel, físico y papelero francés, construye con éxito el primer globo aerostático cuyo balón estaba elaborado con papel de su fábrica.
Foto: Ivan Vicencio.
Con la Ilustración francesa y la publicación de su gran obra ‘L' Enciclopédie’ (1751-1772), y la aparición de los primeros periódicos diarios como el Times (1785), hay una gran demanda de papel, dando lugar a una serie de investigaciones que tienen su fruto, no sólo en la búsqueda de nuevas materias primas, sino en la invención de la máquina de papel continuo.
El año 1799 es el punto de partida de una revolución completa en la fabricación del papel: la invención de la máquina de papel continuo, patentada por el francés Louis Robert. Con ella podían fabricarse hojas de doce a quince metros de longitud. Robert no pudo perfeccionarla y completarla y fue desarrollada en Inglaterra por los hermanos Fourdrinier, que habían adquirido la patente, en colaboración con la fábrica de máquinas Hall de Dartford y poco tiempo más tarde por el ingeniero inglés Bryan Donkin.
En España, el invento tardó varios años en llegar. La primera fábrica de papel continuo se fundó en 1840, en Manzanares el Real (Madrid). Poco tiempo después fueron creadas una fábrica en Burgos, de corta duración, y ‘La Esperanza’ de Tolosa.