El imperio del bit, la cultura del snack y cómo pasar de la amenaza a la oportunidad
24 de agosto de 2009
Teóricos de la comunicación audiovisual y puristas reaccionarios se lamentan de que la digitalización de la fotografía hace a ésta perder su valor testimonial como documento porque en cualquier catástrofe o momento noticiable hay alguien que saca su cámara, o simplemente su móvil, del bolsillo. En algunos de estos sectores se afirma que la participación masiva de aficionados en la producción de contenidos causará un empobrecimiento de los mismos que amenaza con llegar a los medios de comunicación. ¿Desde cuándo la democratización en el uso de las tecnologías y la participación ciudadana en la construcción social son perniciosas? Éste sería un debate sobre el contenido, pero, ¿qué pasa con, digamos, el continente? La cuestión es que los verdaderos vaivenes son para la industria: el negocio del revelado ha caído en picado, los canales de distribución han variado y el precio medio de las cámaras fotográficas ha descendido drásticamente. En cualquier caso, lo cierto es que hoy tomamos más imágenes que nunca y tienen cámara más personas que nunca. Conclusión: gana la fotografía.
Tomemos otro ejemplo: la música digital. Que las notas en código binario transformarán el negocio de la música es una opinión unánime, pero contrariamente a lo que aseguran los distintos actores de la industria musical, no acabarán con la música. Los nuevos sistemas de distribución, de fácil acceso y bajo coste, están provocando una caída de las ventas de CD pero han conseguido que más personas escuchen música y que éstas escuchen más música de lo que lo hacían cuando para ello debían comprar un CD original. Conclusión: gana la música.
En el cine ocurre lo mismo desde hace tiempo; la llegada del vídeo, analógico primero y en DVD después, y más recientemente de las pantallas planas cada vez de mayores pulgadas, así como de los sofisticados sistemas de home cinema, han ido socavando el negocio de las salas de cine. Con la irrupción del P2P y el progresivo incremento del ancho de banda, además del crecimiento que han experimentado los canales de televisión de pago, el negocio de los videoclubs también ha venido a menos; hasta la programación televisiva ha relegado el film de la parrilla: ¿para qué si podemos elegir la película, además de cuándo verla? Pero el cine no está en crisis. La premisa se cumple de nuevo: gana el cine.
Ámbito “de papel” por excelencia es el educativo, y en él se fragua un cambio de hábitos. El e-learning empuja, el e-book también se abre paso… pero ahí va un dato que da que pensar: una encuesta entre estudiantes universitarios americanos determinó que el 43% de ellos mencionaba el olor, tanto a nuevo como a viejo, como la cualidad que más les atraía de los libros en tanto que objetos físicos. Desde entonces, la tienda on line de libros electrónicos Café Scribe, con cada compra, envía por correo una pegatina que al rascarla desprende un “olor mohoso” a libro viejo…
Anécdotas aparte, no sé si las habilidades lectoras ganarán esta batalla, pero el caso es que las universidades más prestigiosas del mundo, a la última en tecnología, cuelgan sus llamadas “píldoras docentes” -piezas de unos 10 minutos con conceptos fundamentales, directas y concisas-, en la plataforma digital iTunes U, una nueva prueba irrefutable del triunfo de la cultura del snack; lo que parece claro es que la letra impresa no tiene rival y que nada iguala el placer de tocar…
Aclaremos eso de “cultura del snack”. Nace como consecuencia del exceso de oferta audiovisual y es el resultado del proceso de fragmentación del discurso cultural. El concepto, bautizado en EE.UU., se refiere a ese picoteo permanente de cultura en pequeños trozos, al consumo de ocio digital por piezas en cualquier momento y lugar. Un vídeo de YouTube en la oficina, una canción comprimida en el autobús, un post desde la PDA en la cola de Hacienda…
Las industrias del papel y gráfica debieran, pues, reconvertirse a la parcelación y buscar en ella el negocio, que lo hay, identificar las nuevas preferencias en los contenidos, para ofrecer los mejores y más imaginativos soportes en que servirlos. Y por lo que a contenidos respecta, como casi todo, es una cuestión de dosis: mitad snack, porque cualquier información puede darse, con brevedad y concisión, en unas pocas líneas, y mitad reflexión, porque hay que adaptarse a las tendencias pero no a costa de convertirse en una patata frita…