Empecemos por el principio

Al principio, había principios. Luego el principio se fue confundiendo porque la vida es como un circuito, y cuando pasas por el principio siempre te cabe la duda de si es el principio o es el final. Especialmente agudo está siendo el problema de la confusión de los principios en los últimos tiempos, expresión, por cierto, que se refiere a unos tiempos que pueden abarcar varias décadas, varios años o incluso tan solo varios días. El caso es que hoy, a estas alturas de la carrera por el circuito, ya no queda casi nadie que no tenga muy claros sus principios. Es curioso que, probablemente para evitar conflictos internos con uno mismo, hemos desprovisto a los principios de ese rígido corsé que los convierte precisamente en principios y los hemos dotado de un ribete más laxo. “Estos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros”. Podemos hacer un ingreso para una causa justa ignorando al vagabundo que está en la puerta del banco, odiamos el frío o el calor en casa pero recriminamos a los países que se niegan a reducir sus emisiones y las calles ya no se barren. Se utilizan cacharros que manchan para limpiar.

Total, que uno de los asuntos donde más cedida está la goma del corsé de los principios es el de la ecología. Somos todos capaces de depredar sin conciencia, de consumir en respuesta a nuestras necesidades y no, desde luego, a las del medio ambiente, de llevar una vida que desgasta, y mucho, los recursos naturales, pero también de colocar la pegatina en nuestro coche en defensa de un árbol remoto. Es la era de las grandes gestas. Recientemente, un domingo, un periódico de Barcelona tuvo su día de lavado de conciencia y llenado de bolsillo. Por sólo un euro, con un “olvídate del plástico”, colaboró en la desaparición de las bolsas de plástico proporcionando a los amantes del verde un bolso plegable azul para ir al mercado. Curiosamente este bolso se entregaba dentro de una bolsa de plástico transparente, el bolso es de tejido sin tejer con componentes plásticos y dispone de un cierre también de material plástico.

Hay opciones más vistosas. Un grupo de ecologistas planea atravesar el océano Pacífico, de California a Sydney, en una embarcación hecha con 12.000 botellas de plástico desechables en su armazón. Quieren llamar la atención sobre la necesidad del reciclaje, pues todo el plástico empleado en la armazón será reutilizado una vez que cumpla su función. Seguro que su motor no contamina y seguro, segurísimo, que tras esta acción heroica los consumidores medimos mejor nuestros actos contaminantes.

Nosotros queremos seguir una línea editorial con unos principios sólidos como los de antes. Dinos por favor, querido lector, cómo los quieres.