Los viajes de la impresión

Para mí, el infranqueable control de accesos es siempre una parte divertida de viajar en avión. Aunque me quite los zapatos, el cinturón y el reloj, las barreras acusatorias siempre me pitan. Y si no suenan, no sé cómo pero siempre parece que me elijan a mí para uno de esos cacheos aleatorios e integrales. ¿Aquí también hay impresión digital? Pues se sorprenderían. Si uno mira con atención el escáner de rayos X, las señales del suelo y los carteles de aviso, se da cuenta de que todos se han impreso y cortado con un dispositivo digital.
Cuando a continuación sigo hacia la zona de tiendas libres de impuestos, me dan la bienvenida un montón de expositores de PLV, pancartas, rótulos retroiluminados y luces de neón. Más que un viajero, me siento un consumidor. Todo me exhorta para que me detenga y compre algo; lo que sea. Luego están todas esas bolsas, embalajes y etiquetas que llaman nuestra atención, impresas con diseños atrayentes para que llevemos los mensajes de las marcas por todo el mundo. Aunque no compre nada –una verdadera hazaña en los aeropuertos actuales–, toda esta comunicación impresa permanece en mi mente mientras saco mi tarjeta de embarque impresa digitalmente. En ella veo a qué puerta de embarque debo dirigirme y constato que tengo que darme prisa.
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Por fin embarco, guardo el equipaje de mano y me siento. Supongo que ahora me darán un respiro… Entonces levanto la vista y veo una impresión serigráfica que reza: “Chaleco salvavidas debajo de su asiento”.