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¿La arquitectura empieza donde termina la ingeniería?

Mar Tejerina, arquitecta13/09/2010
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13 de septiembre de 2010

Esta frase del arquitecto, urbanista y diseñador alemán W. Gropius, (1883-1969) ya la escuché en mis primeros años de carrera y no sé por qué motivo se quedó en mi cabeza. Ya en su momento me dejó bien claro que aunque ambos profesionales comparten ciertos conocimientos técnicos, existe una barrera bien clara que separa ambas disciplinas. Por una parte la arquitectura se dedica a proyectar y construir edificios para albergar actividades humanas, mientras que la ingeniería permite la formalización de obras de infraestructura que requieren habitarse solo periódicamente y su función queda relegada a dar un servicio puntual al ser humano.

Cierto es que el mundo de la obra pública no se reduce únicamente a la construcción de infraestructuras, si no que también nos aparece todo un paquete de edificios públicos (escuelas, hospitales, bibliotecas…) donde los arquitectos sí que hemos intervenido mucho más. Primero porque en este tipo de construcciones la ley nos da muchas más competencias y segundo por que es aquí donde sí que hemos visto la posibilidad de desarrollar nuestra faceta técnico-artística y por ello se nos ha presentado mucho más sugerente.

Ahora bien, la crisis económica actual ha perjudicado notablemente a este tipo de proyectos, y consecuentemente, a nuestra profesión. Los recortes en obra pública e infraestructura que ha propuesto el gobierno, sumado al endeudamiento de los ayuntamientos, ha hecho que una de las posibles salidas que veíamos a esta crisis, es decir, la dedicación a proyectos de carácter público, también se haya visto interrumpida. En estos momentos es casi imposible recibir el encargo, por pequeño que sea, de un proyecto de ámbito social y los pocos afortunados que lo consiguen suelen ser los peces gordos del estanque, que han sido escogidos a dedo y que por la envergadura que tienen disponen de suficientes garantías para enfrentarse a las trabas que el mundo burocrático les exige.

Ante esta situación surge la cuestión: ¿Debemos los arquitectos cruzar la línea impenetrable que planteaba W. Gropius para dar una salida a nuestra situación actual?

Una posible solución sería reinventarse e intentar ocupar posiciones que hasta ahora quizás no nos parecían tan apetecibles. Gracias a nuestro doble conocimiento técnico-artístico podemos contribuir a la formalización de proyectos que hasta ahora habían estados más relegado al mundo de la ingeniería, como por ejemplo puentes y carreteras. Son construcciones que suponen un gran impacto en el paisaje cotidiano y que con el aporte de un arquitecto pueden llegar a ser proyectos mucho más humanos.

“Las cosas útiles también pueden ser bellas”. Deyan Sudjic, arquitecto y director del Design Museum de Londres.