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36 tecnogarden ESPECIAL CÉSPED “de momento esta no es una opción para los climas fríos”. Resistencia a los herbicidas La resistencia a los herbicidas es un problema significativo que afecta a gran parte del mundo ya que pone en peligro la seguridad de la alimentación global. Tanto es así que en los años 80 el Comité de Acción Contra la Resistencia de los Herbicidas (HRAC) publicó un sistema de clasificación basado en tres letras para diferenciar su modo de acción. Si bien este modelo no era obligatorio, sí que suponía una herramienta bastante útil para los agricultores a la hora de combatir la resistencia a los herbicidas. Esta evolución en las malas hierbas es producto de la adaptación a causa de el mal uso del herbicida. En muchas ocasiones la escasez de medios para combatir estos fenómenos, empleando el mismo producto reiteradamente, fomenta la resistencia de las mismas. En este sentido, aplicar una gran diversidad de medios tanto químicos como no químicos de forma integrada resulta el método de control más extendido. No obstante, podemos ver este problema repartido por diferentes regiones del mundo como Australia, EE. UU, o Europa. Lo que deja claro que, pese a los diferentes contextos en estas zonas, la adaptación de las malas hierbas a los herbicidas se ha convertido en un problema común. En el caso australiano, las hierbas resistentes a herbicidas (RH) aparecen en 1980 y hasta finales la década de los 2000 el país tuvo graves problemas de RH a causa de la Loligium rigidum. Al mismo tiempo, la adopción de la labranza cero, un método de cultivo en el que se siembra sobre el suelo no labrado desde la cosecha anterior, por hasta un 90% de los agricultores regionales debido a sus importantes beneficios económicos aumentó la dependencia de los herbicidas. Para combatir esto los agricultores han puesto en práctica métodos alternativos químicos y no químicos para frenar esta adaptación. De este modo, la adopción de herbicidas innovadores y sistemas de control de malezas les han permitido volver a cultivar. Por su parte, EE. UU lleva lidiando con estos problemas desde la década de los 50, sin embargo, no fue hasta 1990, con la llegada de la canola, el maíz, el algodón, la soja y la remolacha azucarera al norte cuando se produjo una drástica reducción de la diversidad en los procesos de control de plagas. En 2010, el Consejo Nacional de Investigación (NRC, por sus siglas en inglés) concluyó que la resistencia de las malezas al glifosato era un problema creciente. Para el año 2015, 14 especies en EE. UU y 32 en todo el mundo ya eran resistentes al glifosato. Además, el número de malas hiervas resistentes a 2 o más herbicidas ha aumentado a un ritmo similar, según cifras de la Base de Datos Internacional de Malezas Resistentes a Herbicida (Bdimrh). Al mismo tiempo, los costes de unas malas hierbas RH pueden suponer un gasto adicional considerable. Un estudio de Carpenter y Giannessi del año 2010 indica que los agricultores en esta situación presentaron costes adicionales promedios de 40$/hectárea para maíz, 52$/ha en soja y 74$/ha en el caso del algodón. Además, estos daños pueden ser especialmente duros en el primer año de infestación por las dificultades para detectar que la plaga sigue ahí. Un fenómeno que puede suponer costes de hasta 370 $ por hectárea e incluso obligar a los productores a abandonar el cultivo, en los casos más grabes. Si nos centramos en Europa, esta región está marcada por las restricciones en el uso de herbicidas. Y los planes de la Comisión Europea (CE) para el futuro siguen en la línea de reducir su uso. En junio de 2022, la ECHA (European Chemicals Agency), encargada de gestionar los aspectos técnicos, científicos y administrativos del Registro, Evaluación, Autorización y Restricción de Sustancias Químicas, ha asegurado que “basado en una amplia revisión de la evidencia científica, el comité concluye nuevamente que clasificar el glifosato como cancerígeno no está justificado”. El uso de este herbicida muy extendido en los cultivos de todo el mundo esta autorizado en la UE hasta el 15 de diciembre de 2022. Por el momento, la CE continúa analizando si renovará el permiso. Este fenómeno también se aplica para el césped, en este caso la Poa annua es una de las variedades que más problemas tiene de este tipo. Esta variedad germina en otoño y pasa el invierno en estado vegetativo para reanudar su crecimiento activo en primavera. Las plantas que sobreviven a los tratamientos contra plagas pueden propagarse por el césped y eventualmente convertirse en el biotipo predominante de la población. “Ahora mismo no usamos un montón de herbicidas que rompían esta resistencia de forma natural. Por lo que no tenemos absolutamente nada que pueda evitar esa resistencia porque Poa annua va a haber. Y este es un tema que va a condicionar un poco en los próximos años el manejo y la elección de especies”, ha asegurado Gutiérrez. “Creemos que esto es el futuro de nuestra jardinería”. Pablo Lasuén © Juanchy García – novoGreen

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