4 Editorial Rusia pone en vilo a Europa Tanto el sector de la construcción como la economía general cerraban 2021 con datos para el optimismo. Por poner algunos ejemplos, la economía creció un 5%, el año nos dejaba las mejores cifras de empleo en más de una década y el incremento en las ventas de maquinaria se elevaba a casi el 40%. Sin embargo, la sensación de incertidumbre continuaba presente tanto en el ámbito empresarial como en el de las economías privadas. Por un lado, buena parte de estos datos se explican por el efecto rebote tras un año, 2020, marcado por la pandemia, las medidas de restricción para hacerle frente y el hundimiento de buena parte de los indicadores económicos. Por otro, problemas como el encarecimiento de las materias primas, de la energía, de los combustibles o el desabastecimiento de componentes en la cadena de suministro comenzaban a afectar seriamente a las empresas. A todos estos factores había que sumar las tensiones cada vez mayores entre Rusia y Ucrania, que ya mencionábamos en estas mismas líneas en el número pasado de la revista Potencia. Tensiones que han desembocado en el peor de los escenarios posibles: la invasión rusa de Ucrania y el inicio de un con!icto armado tras la agresión ordenada por Vladimir Putin. Europa vuelve a ser testigo de una guerra dentro de sus fronteras, con un coste humano que ya se contabiliza en miles de víctimas y más de tres millones de refugiados ucranianos desde el inicio del con!icto, según las últimas cifras ofrecidas por Acnur. Además de la gravedad que supone la invasión de un Estado soberano y del drama humanitario detrás de cada intervención militar, Europa está en vilo por las consecuencias económicas que este con!icto pueda tener. La rápida y "rme respuesta de la Unión Europea a la hora de aplicar sanciones no puede tapar la débil posición comunitaria por su dependencia energética, en este caso del gas procedente de Rusia. Por mucho que el Gobierno se escude en la invasión rusa como causa del imparable aumento de los precios, especialmente el de la luz y los combustibles, su escalada comenzó mucho antes de la decisión de Putin de iniciar los ataques sobre objetivos ucranianos el pasado 24 de febrero. Tampoco le puede coger por sorpresa ni a España ni a sus socios comunitarios un con!icto que lleva fraguándose desde el 2013, con la revolución del Euromaidán y los enfrentamientos armados en el Donbás. Si bien la guerra iniciada por Rusia en territorio ucraniano ha venido a enfangar un panorama que ya estaba muy revuelto, no es nuevo que tanto las familias como las empresas tienen cada vez más di"cultades para hacer frente al pago de sus facturas. La actividad industrial ha encontrado un nuevo obstáculo en su camino. Tras hacer frente a una crisis económica devastadora, enfrentarse a una pandemia mundial y tener que hacer malabares para gestionar la escasez de suministros, la situación geopolítica parece empeñada en que el mundo no termine de sacar la cabeza de ese agujero en el que la metió hace ya más de dos años, cuando comenzó a extenderse por todo el mundo un virus que cambiaría la vida de todos para siempre. En esta ocasión, el manto de oscuridad es el más terrible de todos y el que más dolor deja a su paso: la maldita guerra.
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