La bodega cuenta con 12 hectáreas de terreno, algunas en propiedad y otras alquiladas. Fue en 2017 cuando se adquirieron las viñas alrededor de la finca, apostando por variedades autóctonas, pero también otras: “Somos rebeldes, nos gusta probar y arriesgar y por eso plantamos variedades foráneas que se adaptan al terroir y al clima. Amamos la diversidad de nuestros viñedos, donde conviven vides casi centenarias con otras más jóvenes. Es cierto que buscamos ser distintos y destacar, pero jamás por moda, sino por convicción”, afirma convencido el bodeguero. Y así se demuestra en su enología. Su proceso de prensado es lento y suave, utilizando la gravedad para separar y vinificar por variedad de uva y viñedo, preservando sus identidades. “Nos esforzamos por minimizar la manipulación de la uva, permitiéndole fermentar de manera natural. Para asegurarnos de que cada vino exprese su máximo potencial, utilizamos una variedad de depósitos, incluyendo tanques de acero inoxidable y barricas de roble de diferentes volúmenes y orígenes, todos cuidadosamente seleccionados para complementar el perfil del vino”, nos detalla. “Nuestro proceso de envejecimiento es paciente y deliberado, con mínima intervención. Limitamos las transferencias de vino para permitir que cada vino se desarrolle y madure a su propio ritmo, logrando un equilibrio perfecto y expresando su carácter único”, añade Grajales. Así, esta enología se caracteriza por el respeto, pero también por el riesgo y el atrevimiento: “Buscamos el equilibrio, pero lo que manda es la inquietud. Aunque todos nos consideran los rebeldes del Priorat y nos ha costado mucho que nos entiendan, estamos convencidos de lo que hacemos y seguiremos buscando sorprender e influir. Perseguimos la elegancia del vino con devoción, desde la senciEn nuestra visita, pudimos ver a la enóloga Noemí Javierre en acción pisando la uva recién vendimiada. 60 PEQUEÑAS BODEGAS
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