VN37 - Eneo

ENOLOGÍA FUNCIONALIDAD DE UN ANALIZADOR QUÍMICO SECUENCIAL Un analizador automático secuencial no es ni más ni menos que un espectrofotómetro al cual se le han automatizado una gran parte de las secuencias de laboratorio: dispensación de muestra y reactivos, seguimiento de la reacción química, lectura de absorbancias y cálculo de las concentraciones incógnitas. Evidentemente, para llegar a la gama actual de analizadores ha habido una evolución desde el colorímetro de filtros antiguo, pasando por el semiautomático hasta el completamente automático. Sin embargo, podemos hablar fundamentalmente de 3 partes principales en todos ellos. Seguimiento de la reacción En primer lugar, tenemos que entender el funcionamiento de una reacción química como método de determinación de un parámetro. En la analítica de vinos existen dos tipos de métodos fundamentales: los métodos enzimáticos y los métodos colorimétricos. Los primeros se basan en la utilización de una enzima, una suerte de catalizador biológico que se encarga de acelerar una determinada reacción química en la que interviene el analito de interés, de manera que se forma un producto que es fácilmente medible a través de su seguimiento por espectrofotometría en la zona del ultravioleta. En los métodos colorimétricos, en cambio, se utilizan compuestos de naturaleza orgánica mayoritariamente que reaccionan con la molécula a analizar y que, como producto de reacción, generan un compuesto coloreado fácil de monitorizar por espectrofotometría en la zona del visible. En el seguimiento de la reacción química, la calibración y el cálculo de la concentración deseada del analito de interés es fundamental la aplicación de la ley de Lambert-Beer que establece que la absorbancia de una muestra a una determinada longitud de onda es directamente proporcional a su concentración. Para esto, es necesario disponer de un sistema completo de espectrofotometría que contenga una fuente de iluminación, filtros y un método de lectura. Las lámparas, usualmente halógenas, se encargan de emitir el haz de luz en una amplia región del espectro UV-Vis, con una vida útil estimada de 2.000 horas de uso. Por su parte, el sistema de filtros se encarga de que el rayo de luz que llega a la cubeta de reacción sea lo más monocromático posible. Con este objetivo, se emplea una rueda de filtros con longitudes de onda seleccionadas en el rango 340-700 nm, cubriendo así todo el espectro de aplicaciones para la determinación de parámetros básicos en la enología. El ancho de banda que deja pasar cada filtro es relativamente pequeño, usualmente menor a 5 nm, asegurando así la correcta aplicación de las leyes que gobiernan la interacción luz-materia. Una vez el haz de luz monocromática pasa por la cubeta de reacción, parte de los fotones son absorbidos por la mezcla reaccionante. Así, cuando el rayo llega al fotodetector, se mide la intensidad de salida de la cubeta y se la compara con la intensidad de luz que llega cuando existe transparencia (blanco de cubeta). En los analizadores más antiguos, la zona de reacción y la zona de lectura eran diferentes. Mientras todas las reacciones se llevaban a cabo en cubetas individuales dentro de una zona de incubación a temperatura controlada, la lectura se solía realizar en una celda o cubeta de flujo única por la que se hacía pasar la mezcla de reacción al final del tiempo determinado en la programación. Hoy en día, tanto la reacción como la lectura final, se realizan en la misma cubeta de reacción. Un sistema de motor y correa comandado por el procesador realiza el movimiento rotacional de las cubetas, permitiendo así que todas ellas vayan pasando en el orden establecido a través del punto de dispensación de muestra y reactivos y, pasado el debido tiempo de reacción, por delante del sistema óptico de seguimiento y detección. En ambos casos, la ventaja de los analizadores automáticos frente a los espectrofotómetros tradicionales es la velocidad de análisis y la rapidez y sencillez del cálculo de las concentraciones incógnita. Dispensación de muestras y reactivos Ahora que ya sabemos cómo realizar la determinación del analito, debemos analizar cómo manipular reactivos y muestras. En los analizadores semiautomáticos y en los espectrofotómetros estas etapas se realizaban de forma manual, con lo que se consumía tiempo del operario a cargo del laboratorio. Los analizadores secuenciales subsanaron este problema a través de la implicación de la robótica en el diseño. Todos los analizadores automáticos, desde el VPI a la gama Miura, tienen al menos un brazo robótico acabado en una aguja muy fina, que se encarga de repetir sistemáticamente las siguientes acciones: aspirar los volúmenes necesarios de muestra y reactivos, dispensarlos en la cubeta de lectura óptica y llevar a cabo la homogeneización. Para llevar a cabo la dispensación de muestra y reactivos es necesaria la utilización de una jeringa o diluidor que, en el caso de la gama Miura, es un pistón cerámico que permite dispensar con altísima precisión y repetitividad volúmenes en el rango de 2-450 µL (según sea muestra o reactivo). La calidad de los materiales con que se fabrica el diluidor es fundamental para que el equipo pueda ejercer su función innumerables veces al día, sin presentar fallos ni pérdidas de precisión durante largos períodos de tiempo. Para evitar la contaminación cruzada entre reactivos y muestras, la aguja 35

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