TV2 - Tierras Vacuno

GANADERÍA DE PRECISIÓN 51 que supone la observación por parte del ganadero. En segundo lugar, es necesario un software que permita procesar los datos en tiempo real y que permita su consulta rápida y sencilla, como pueden ser, por ejemplo, los teléfonos móviles. La tercera etapa estaría constituida por la toma de decisiones en función de las variables observadas. Finalmente, en el cuarto y último paso, deberían ejecutarse las medidas oportunas. Si acercamos este nuevo enfoque a la inseminación artificial del ganado vacuno, nos damos cuenta de que el éxito de este procedimiento depende, en gran medida, de que la técnica se realice en el momento adecuado, ya que tanto una inseminación temprana como una tardía afectará negativamente a la posibilidad de que se produzca la concepción. En las modernas explotaciones ganaderas, uno de los principales limitantes para maximizar la eficiencia reproductiva y, por lo tanto, la rentabilidad económica, es la detección de celos. Hay que tener en cuenta que la vaca es una hembra poliéstrica continua, lo que quiere decir que, de no estar preñada, debería manifestar signos de celo cada 18-24 días. Esto se traduce en que en aquellas explotaciones en las que se realiza la inseminación artificial, un fallo en la detección del celo provocaría un incremento similar en el intervalo entre el parto y la nueva gestación. En las últimas décadas estamos asistiendo a una intensificación de las explotaciones ganaderas, que han pasado de ser granjas familiares para convertirse en verdaderas industrias agropecuarias. De este modo, se ha multiplicado el número de animales por explotación, así como la producción de estos. Sin embargo, esta tendencia a aumentar la dimensión de las explotaciones ha resultado ser una limitación para dedicar un tiempo adecuado a realizar la detección de celos, por lo que muchos de ellos pasan desapercibidos. La ecuación se complica debido a que la duración del período de síntomas de celo y su intensidad es menor en las vacas de alta producción, lo que implica que, para tener una tasa de detección similar, deberíamos incrementar el tiempo de observación. Es importante recordar que la única alteración en el comportamiento de la vaca que se puede considerar como signo definitivo de que se encuentra en celo es el reflejo de inmovilidad (la vaca se deja montar por otras vacas sin intentar escapar). En el año 1959, un grupo de investigadores liderados por Hall, llegaron a la conclusión de que si se realizaba una detección de celos cada seis horas (6:00, 12:00 y 18:00) conseguían detectarse el 90% de los celos en el establo. Desgraciadamente, en la actualidad esos valores quedan muy alejados de la realidad. Diversos estudios han demostrado que, con esa frecuencia de observación y en animales estabulados, sólo se observarían entre el 19% y el 30% de los celos del rebaño, y que únicamente se llegaría al 60% si las vacas saliesen al pasto. Tal y como se ha comentado anteriormente, esta disminución en la eficiencia en la detección de celos apreciada en las últimas décadas podría ser debida a que se ha producido una reducción en el tiempo e intensidad de los signos visibles de celo. Un fenómeno similar se ha producido en el número de montas que permite una vaca cuando está en celo. Así, en los años 70 se realizaron estudios en los que se contabilizaban más de 50 montas en cada período de celo. Sin embargo, en la actualidad distintos investigadores han comprobado que se producen menos de nueve interacciones a lo largo de todo el estro. Vaca de la raza Holstein

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