35 FERIAS MÁS NOTICIAS DEL SECTOR EN: WWW.INTEREMPRESAS.NET • SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER UN CAMBIO DEMASIADO EVIDENTE El problema de ISPO no es lo que es. Es lo que fue. Y las comparaciones son tan inevitables como odiosas. Como decía Dante en su Divina Comedia, “no hay mayor dolor en la desdicha que recordar tiempos mejores”. ISPO fue grande, muy grande, pero eran otras épocas... y de esas gloriosas ISPO con los 12 pabellones A y B a rebosar solo queda el recuerdo. Y pesa como una losa. El desapego de las marcas de esquí, que en su día fueron los grandes dinamizadores del salón, fue el principio de un declive que en la edición de este año ha quedado más que patente, con apenas 5 pabellones A y B operativos. Operativos, pero no llenos. Los C, por suerte, siguen atrayendo a expositores y visitantes como lo han hecho siempre, porque ISPO, pese a los cambios, nunca ha dejado de ser un punto de encuentro para que marcas de todo el mundo y proveedores asiáticos se encuentren. La realidad, aunque nos pese, es que la cantidad y, sobre todo, la calidad de los expositores ha caído en picado. Empezaron los del esquí, como hemos dicho, y en estos últimos años también han ido desapareciendo de ISPO una larga lista de marcas vinculadas al mundo outdoor. Y sin el esquí y con el outdoor bajo mínimos, ISPO está a años luz de lo que fue. Como también lo está el mercado. En los pasillos de esta edición se habló de un boicot por parte de las marcas alemanas, pero más allá de que sea o no verdad —que tiene toda la pinta viendo la ausencia de algunas habituales al salón— el problema de ISPO no es que media docena de marcas dejen de ir. El problema es que cada año hay bajas importantes. Y sí, también hay altas, casi siempre de pequeñas marcas que quieren hacerse un hueco en el sector, pero a nivel de imagen y de poder de convocatoria, que cada vez haya menos grandes nombres en Munich es un problema. Y por mucho que se apueste por nuevas áreas, por la innovación, por la salud o por la sostenibilidad, una feria es un negocio, y si cada vez hay menos espacio alquilado, cada vez se hará más complejo sostener este encuentro. ESPAÑA, CADA VEZ MÁS LEJOS En cuanto a la presencia española, poco que decir. Como el salón, sigue a la baja. En expositores y, sobre todo, en visitantes. En cuanto a las marcas, pese al destacable esfuerzo de AFYDAD y Firamunich, las cifras siguen bajando. De los habituales, se mantienen Bestard, Ternua, Laken, Joma o Comercial Group, fieles a un salón que ha sido clave en su fuerte expansión mundial y que, todavía, “sigue siendo un muy buen sitio donde reunirse con los distribuidores y explorar nuevas oportunidades en mercados donde no se tiene presencia”. También sigue siendo un buen sitio para compañías “jóvenes” que buscan expandirse en nuevos mercados y que ven en ISPO un encuentro único —lo es— para establecer contactos con potenciales distribuidores. “Hay poca gente pero hemos hecho algunos contactos interesantes” era una de las frases más repetidas entre este perfil de expositor, constatando, una vez más, que cantidad y calidad no siempre mantienen una relación directa. Respecto a los detallistas, pues lo de siempre. Siendo optimistas, una docena. Ya hace muchos años que ISPO ha dejado de ser una visita obligada para el comercio español, inmerso en otras preocupaciones —y, en muchos casos, sin la inquietud necesaria—, pero es que este año también se han visto muchos menos italianos y franceses, dos mercados que tradicionalmente han sido claves para el salón. EL PÁDEL, DE NUEVO PROTAGONISTA El pádel ha vuelto a tener un espacio en ISPO, y aunque como en el resto de áreas, el bajón se ha hecho evidente —una sola pista y menos marcas— el ambiente ha sido bastante bueno, siendo una de las áreas más concurridas de todo el salón. Menos marcas — solo cinco españolas— pero un balance bastante bueno. El pádel El sector necesita una ISPO fuerte. E ISPO necesita un sector fuerte. Eso es innegable. Como también lo es que la propuesta de ISPO tiene que evolucionar. Como lo está haciendo, y muy bien, desde la pandemia. Y tiene que hacerlo sin mirar hacia atrás, porque las cosas nunca volverán a ser como fueron. Ni falta que hace
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