51 A FONDO - RUNNING La evolución del running en las últimas dos décadas ha sido una auténtica locura, con crecimientos bestiales cuando menos se esperaba, con un fuerte frenazo, con una cierta calma cuando la gran fiebre mal gestionada del running se superó y con un repunte, de nuevo inesperado, cuando, tras un asfixiante encierro, la gente salió en tromba de sus casas. A REBUFO DE LAS CRISIS El running, como muchos otros deportes, siempre ha sabido aprovechar muy bien las crisis. Con una economía en retroceso y con el miedo marcando los hábitos de compra, la gente apuesta por el ahorro y el ocio se transforma por completo, dando mayor protagonismo al deporte por su accesibilidad y su asequibilidad. Y, también, por los múltiples beneficios que tiene a nivel de salud. Eso explica, en gran parte, porque nada más arrancar la fatídica crisis de 2008, el running empezó a despegar a un ritmo sorprendente. Espectacular. En práctica, en ventas y, también, en oferta comercial. Pero como siempre, todo lo que crece a un ritmo excesivo acaba frenando a un ritmo también excesivo. Y depende de cómo se haya gestionado ese crecimiento, que casi siempre es mal, ese frenazo puede tener consecuencias muy negativas. Y así fue. Se había corrido demasiado y acabamos tropezando. Por haber pecado de optimistas; por no haber dimensionado el mercado. Por querer colocar producto sin analizar la viabilidad de un negocio. Por muchas cosas. La gente seguía corriendo, pero ya no gastaba tanto. Y la oferta comercial estaba a años luz de la demanda objetiva. Y claro, cuando eso pasa, primero se pervierten los precios y luego se encadenan los cierres. Le pasó al running y les ha pasado a todos esos segmentos que han conseguido crecimientos muy grandes en muy poco tiempo. Por suerte, tras unos meses a la deriva, se recuperó cierta estabilidad. Cierta lógica. Hasta que llegó un encierro de dos meses que sirvió, entre muchas otras cosas, para que la gente valorase lo importante que es salir y lo importante que es el deporte. Que modalidades como el bike, el pádel, el senderismo o el propio running ganasen tanta fuerza desde que nos dejaron salir de casa no fue, ni mucho menos, casualidad. Porque esta última crisis, la del COVID, no fue una crisis económica -que también- sino de salud. Y eso es algo que suele preocupar incluso más que el dinero. Y si hay algo que la gente suela relacionar con la salud es el deporte. De ahí la espectacular estampida de gente corriendo o yendo en bici que vimos cuando nos dejaron salir. Y sí, es cierto que esos índices de práctica se han ido moderando a medida que el COVID se ha dejado atrás -¿alguien lo dudaba?- pero también es cierto que ese nuevo afán para hacer deporte ha ido un poco más allá de ser una simple excusa para salir y ha servido para construir una nueva cultura del deporte en la que éstas y otras modalidades han pasado a ser un hábito irrenunciable para mucha gente. Y los índices de práctica que vemos, casi cuatro años después, así lo confirman. Incluso las ventas, globales, lo confirman. Porque por mucho que el gasto se haya desviado, de nuevo, hacia otros sectores, principalmente el ocio, esa cultura deportiva que tanto hemos reclamado durante años parece que ha cogido forma. Y en ella el running tiene un papel importante. Aunque suene mal decirlo, el coronavirus llegó en un momento clave para el running. Porque después de años muy buenos se había estancado. Y porque con una economía recuperándose, esta modalidad -y otras- ya estaban sufriendo un nuevo “desvío” en el gasto en ocio. Eternos rivales del deporte, como la tecnología, el turismo o la restauración volvían a centrar el gasto de los españoles y muchos de los que lo habían convertido en algo muy habitual ya hacía tiempo que habían bajado el ritmo. Eso, y que el mercado seguía muy saturado, con una oferta que se mantenía muy alta y una demanda a la baja. Pero llegó el COVID y correr volvió a convertirse en una tendencia. Una tendencia que, todavía hoy, se mantiene. UNA EVOLUCIÓN LLENA DE CAMBIOS DE RITMO Lo hemos dicho antes: la evolución del running en los últimos años ha sido como una montaña rusa, con cambios constantes de ritmo. Se corrió demasiado al principio y, cuando más necesario era, cuando tocaba
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