La gran suerte del tenis, pese a todos los reveses que ha recibido desde que el pádel empezase a sobresalir, es que conoce muy bien sus límites. Los ha tenido que conocer. Las marcas saben perfectamente que su margen de crecimiento es muy limitado y actúan, por fin, acorde con esta visión. Un aspecto muy importante para que el tenis mantenga su dinámica, es que clubes y marcas trabajen fuerte para mantener viva esa cultura del tenis que tradicionalmente ha sido tan fuerte en nuestro país. 113 los jugadores de club, y aunque muchos de esos clubes hayan sacrificado pistas en beneficio del pádel, esa base sigue allí y, además, es muy difícil que se mueva. Esta cultura de club, y poco más, es lo que ayuda a mantener vivo este deporte y lo que ayuda a que siga teniendo cierto tirón entre los más pequeños. Sin esa cultura de club el tenis estaría muerto. Es un deporte con mucha tradición en nuestro país, desde hace años, y aunque es relativamente caro –más por las instalaciones que por el material- ha construido una base sólida que mantiene un volumen importante de practicantes. Además, gracias a los constantes éxitos de los tenistas españoles ha ganado un peso mediático del que pocos deportes pueden presumir (y que el pádel ni tiene ni tendrá en algunos años) y eso, siempre, es una ayuda para que los más pequeños se animen. La pérdida de practicantes, al final, no ha sido, ni mucho menos, tan dramática como muchos creían, pero siendo realistas, tampoco es fácil que este deporte logre grandes repuntes. Puede crecer, evidentemente, pero si lo hace será a un ritmo bastante lento. Eso es la madurez. Y afortunadamente, el tenis hace tiempo que no solo vive a un ritmo muy estable, sino que lo hace completamente ajeno, por fín, a lo que haga o deje de hacer el pádel. Una vez definido su margen de crecimiento objetivo, habiendo asumido que el perfil de jugador potencial de tenis y pádel tiene muy poco o nada que ver, el tenis ha entrado en una fase de absoluta estabilidad.Y lo más importante, y esa es seguramente su gran diferencia con el pádel, se ha conseguido ordenar el mercado. Un mercado donde no es precisamente fácil entrar y donde las cosas se gestionan de una manera bastante más “legal” que en el pádel. El futuro es bastante previsible. Incluso en la era post-COVID. El tenis es un deporte mucho más difícil que el pádel. O, mejor dicho, es más complicado alcanzar un nivel mínimo con el que empezar a disfrutar. El pádel, además de mucho más social, es más accesible y cualquiera, a cualquier edad, puede aprender lo básico y divertirse jugando en muy poco tiempo. El tenis no. Si uno no ha jugado de pequeño, difícilmente se animará a probarlo a según qué edades. No es un deporte fácil de aprender y son muy pocos los que se inician en este deporte cuando son adultos. Sobre todo, si hay una alternativa más accesible y asequible como el pádel. Por eso no se va a dar ningún boom de nuevos practicantes. Por eso ha habido y habrá muy poca gente que pase del pádel al tennis. Pero tampoco perderá más terreno del que ya haya podido perder en los últimos años. No volveremos a los años dorados del tenis -la primera década de este siglo-, pero también es bastante improbable que pierda fieles.Y eso es mucho más importante de lo que pueda parecer. VENTAS ESTABLES Si miramos cómo ha sido la evolución de las ventas de raquetas en la última década las cifras nos pueden llevar a engaño, porque a pesar de que estas ventas han caído considerablemente -más de un 30% desde 2011-, la caída en practicantes no ha sido, ni mucho menos, tan fuerte. Evidentemente que se han perdido practicantes, sobre todo por “culpa” del pádel, pero también es importante tener en cuenta que, por el aumento del precio medio y de la funcionalidad de las raquetas, también se ha ampliado el tiempo de renovación de la raqueta. La gente juega pero seguramente cambia su raqueta con menos frecuencia, y eso influye mucho en las ventas, con años bastante malos pero, también, con otros de repunte. Si nos centramos en los últimos dos años, el gran grueso de las ventas de raquetas, más de un 55% en unidades y de un 65% en valor, se llevan a cabo en comercios especialistas y multiproducto. El resto se lo reparten grandes superficies, pro-shop, Internet y, sobre todo, Decathlon, que controla una cuarta parte de las más de 175.000 raquetas que se venden cada año. En cuanto a las marcas, y dejando de lado el omnipresente Decathlon, el mercado de las está controlado por, como mucho, unas 10 marcas, entre las que destacan Babolat (líder con diferencia), Head , Wilson, Dunlop o Prince. Es una categoría muy marcada por la especialización, y sin presencia de las grandes multinacionales. En cuanto al calzado, es probable que sea la categoría que, dentro del tenis, ha experimentado un mejor comportamiento en los últimos años. Como también ha sucedido en el pádel. En apenas una década se ha triplicado la cifra de unidades vendidas. Eso sí, a diferencia de las raquetas, Nike y adidas sí tienen un protagonismo importante. Ellos, marcas especialistas como Asics, K-Swiss, Lotto o Joma, y algunas marcas de material duro que han apostado por esta categoría en los últimos años –principalmente Babolat Wilson y Head-.
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