Lo bueno del tenis es que ha sabido entender cuáles son sus límites. Se sabe cómo es el mercado, se sabe hasta dónde se puede llegar, y se trabaja acorde con estas limitaciones. Y ese es un logro del que no pueden presumir muchos segmentos. Disfrutando la madurez a fondo 68 ESPECIAL TENIS La historia del tenis es la historia de un superviviente. De alguien a quien daban por muerto pero que, superando todas las previsiones, ha seguido adelante. Y lo ha hecho porque quien le creyó muerto subestimó su historia, su base y, sobre todo, su camino. Porque cuando el pádel empezó a despegar, cuando los clubes se arrimaron al sol que más calienta y transformaron sus pistas de tenis en pistas de pádel, muchos fueron los que auguraron el fin de los días para el tenis. Y no fue así. A los clubes poco se les puede reprochar. Es supervivencia. Es rentabilidad. Y moda. Convertían sus pistas de tenis en canchas de pádel al mismo ritmo vertiginoso que la práctica crecía. La rentabilidad y el tirón eran considerablemente mayores y los gestores de clubes, o los promotores inmobiliarios, pocas dudas tenía sobre a qué deporte había que apostarlo todo cuando se planteaban el dilema entre tenis y pádel. Hace 20 año estaba claro. Ahora también. De ser el hermano mayor, el tenis pasó a ser una especie de pariente lejano al que, aparentemente, se dejaba morir con alevosía y nocturnidad, que dicen. Pero no, el tenis no estaba muriendo. Solo se resituaba. Encontraba su lugar. Se dimensionaba. Porque el bache no fue, en ningún momento, de practicantes. Más bien de imagen. De proyección. Porque el tenis, pese al protagonismo del pádel, apenas ha perdido practicantes. Muchos han probado el pádel, eso es obvio, pero muy pocos han dejado el primero para jugar exclusivamente al segundo. Como mucho los alternan. Pero el tenis, que siempre ha sido un deporte muy de club, de familia, de tradición, es un deporte que engancha, y quienes lo han jugado desde pequeños, y más si están en un club, es poco probable que dejen de hacerlo nunca. Quizás con menos regularidad, quizás combinándolo con el pádel, pero el tenis es un deporte cuya base es tremendamente fiel y lo único a lo que se ha enfrentado estos últimos años es al ruido mediático que ha hecho el pádel. Y si, evidentemente le ha afectado y las ventas han caído, pero eso ha servido para que el segmento, como le ha pasado a tantos otros, se haya redimensionado. Porque, seguramente, el gran problema del tenis nunca haya sido el pádel, sino más bien el potencial que en su día se le dio y que estaba muy alejado de la realidad. Seguramente se han reconvertido pistas de tenis en pistas de pádel porque ello no implicaba absolutamente nada para el tenis. Seguramente había más pistas de las necesarias. Seguramente hace 3 o 4 décadas se esperaba demasiado del tenis y no conseguirlo más que un fracaso fue un error de cálculo.Y ahora que el tenis sabe dónde está y hacia donde debe ir, las sensaciones son muy diferentes. Y ni siquiera el empuje del pádel puede alterar la bendita estabilidad en la que está inmerso el pádel. Porque el tenis, repetimos, es un deporte que se sostiene por la base, por los jugadores de club, y aunque muchos de esos clubes hayan sacrificado pistas en beneficio del pádel, esa base sigue allí y, además, es muy difícil que se mueva.Tanto Cuando el pádel empezó a despegar, cuando los clubes transformaron sus pistas de tenis en pistas de pádel, muchos fueron los que auguraron el fin del tenis. Y no fue así. C
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