60 La desgracia de ser pequeños Las empresas más pequeñas fueron las más duramente golpeadas en la anterior crisis. Fueron ellas las que mayormente pagaron los desmanes de la grave crisis financiera provocada por el sector bancario.Ellas sufrieron en sus carnes la falta de crédito o el incremento de costes para tener acceso al mismo, los recortes, así como la descapitalización de atender despidos, reestructuraciones, etc. Poco tiempo después, vuelven a ser ellas, las empresas de tamaño más reducido, las que sufren en mayor medida el impacto de la actual crisis derivada del COVID. En esta ocasión, el impacto es prioritario sobre algunos sectores, en especial sobre hostelería o comercio, los cuales están mayoritariamente formados por pequeñas y medianas empresas y autónomos. Desde el pasado mes de marzo, el comercio y la hostelería han sufrido restricciones de apertura y aforo, y han tenido que afrontar inversiones para acondicionar su actividad a la crisis sanitaria que sufrimos y gastar en material fungible e higienizante, y todo ello sin contar con medidas especiales para ello ni ayudas de ningún tipo. Ambas crisis han mostrado con nitidez la desgracia de ser pequeño. En la anterior crisis, el sector bancario rápidamente encontró el acuerdo de administraciones e instituciones, tanto nacionales como internacionales, para acudir a su rescate sin importar el coste y los recortes que eso iba a producir en el conjunto de la sociedad. La banca era “sistémica” y había que rescatarla mientras pequeñas empresas quebraban sin ningún tipo de red. Mientras grandes empresas y banca contaban con un plan auspiciado desde las administraciones para ser rescatadas, contar con planes específicos o impulsar un proceso de concentración con el objetivo de salvaguardar esos sectores, los pequeños sufrían un goteo incesante de defunciones. Nadie aceleró para contar rápidamente con una ley concursal mas condescendiente con los pequeños deudores o una Ley de segunda oportunidad que evitara la ruina perpetua de pequeños empresarios y autónomos. Cuando estas medidas llegaron, casi una década después del estallido de la crisis, apenas quedaban empresas que salvar, pues las que tuvieron dificultades ya habían quebrado y las que no, ya habían encontrado un nuevo rumbo. Cualquier observador de las “prisas” por atender las dificultades de PYMES y autónomos podría determinar que pareció más una estrategia que una consecuencia inesperada. En la crisis actual derivada del coronavirus, los más pequeños vuelven a estar a la intemperie y encima sufriendo duras medidas de cierre o control de aforo y horario. Incluso sufren medidas irracionales en solitario, por ejemplo mientras el pequeño comercio especializado que no es de primera necesidad es obligado a sufrir limitaciones, los hipermercados pueden continuar, inexplicablemente, vendiendo esos productos que no son de “primera necesidad”. No hay nada como ser grande para contar con ayudas especiales en tiempos de crisis, sean directas o indirectas, ser rescatado o contar con trajes a medida, como ha sucedido con la banca, autopistas o la industria automovilística por ejemplo. Pero no sólo en tiempos de crisis, en cualquier momento ser grande abre posibilidades desconocidas para los más pequeños. Los ejemplos son tan evidentes que con sólo rascar levemente en la hemeroteca se pueden encontrar centenares. El ejemplo de Castor con quien el Gobierno se comprometió a entregar 1.350 millones de euros por real decreto en “el plazo máximo de 35 días hábiles desde la entrada en vigor”, por su fallida empresa que ocasionaba seísmos frente a las costas de Castellón, quizás sea el culmen, pero no es el único.ALCOA con 700 empleados recibió 1.000 millones de euros en ayudas en sólo 10 años, cosa que supimos por los medios cuando sus propietarios americanos anunciaron su intención de cerrar. Los ejemplos de empresas que reciben decenas o centenares de millones de euros, muchas veces de manera recurrente ya sean del Estado o las Comunidades Autónomas, o de ambas, no son pocos, Airbus, Abengoa, Cemex,Daewoo, Uminsa, Endesa, Renault, Siro, Gullón, Vestas,…, la lista es interminable, a lo que muchas veces se suman exenciones diversas. El hecho de ser grande o prometer una gran inversión otorga ventajas, tantas que se puede pedir dinero o condiciones especiales sin ruborizarse. Uno caso paradigmático, a pesar de frustrarse finalmente, fue Eurovegas, el proyecto de casinos que Sheldon Adelson quería traer a España, y que abandonó por solicitud de JP Morgan. En esta ocasión la estrategia parece estar definida y enmarcada en un gran e impactante proyecto de coEl ver ec sió municación que haga que los medios y la opinión pública empujen a los gobiernos a competir por alojar el proyecto entregando las exenciones, terrenos y ayudas que sean necesarias. Esa estrategia infla la inversión, los puestos de trabajo directos e indirectos previstos o el impacto económico. En el deporte conocemos la estrategia, es el paradigma de cómo se compite para alojar unos Juegos Olímpicos o unos mundiales de fútbol. Y no quiero entrar en los diversos casos de corrupción descubiertos. En palabras de Robert Reich, el que fuera ministro de Trabajo de EE UU con Bill Clinton, incluidas en su libro El Trabajo de las Naciones: “Los políticos que gestionan los estados, las ciudades y las naciones compiten entre sí por captar grandes inversiones, especialmente en momentos de recesión económica.La posibilidad de una nueva fábrica en la región desata una feroz competencia (…) y una serie de apasionadas rondas de negociación (…) que deriva en una carrera por ofrecer las mejores condiciones (y las mayores subvenciones)”. No niego la posibilidad de que los Estados o las administraciones regionales puedan subvencionar ciertos proyectos en sus territorios o proyectos de interés general (el caso más evidente y cercano,es la inversion pública en la investigación científica de las diversas vacunas del coronavirus) pero mi pregunta es si resulta moral o ético que aquellas empresas que más contribuyen, las pequeñas y medianas, que son quienes soportan una carga impositiva mayor, sean las grandes olvidadas en coyunturas especiales como la actual. Son ellas, las que pueden caer más fácilmente, las que están a la cola en la atención de las administraciones mientras las grandes reciben tratamientos específicos. El gobierno acaba de aprobar un Plan para ayudar a estos sectores poblados por pequeñas empresas y no niego que haya desarrollado medidas desde el mes de marzo, ya sea con mayor o menor éxito, pero sin duda con menor intensidad y decisión que cuando se trata de grandes empresas o ciertos sectores. Sin ir más lejos este verano el sector automovilístico ha recibido un plan de 3.750 millones de euros para salvar el sector ante el impacto del coronavirus. No digo que sea fácil, pero ¿están los pequeños y medianos dispuestos a cambiar esto? artículo del mes ¿Es ético que aquellas empresas que más contribuyen, las pequeñas y medianas, que son quienes soportan una carga impositiva mayor, sean las grandes olvidadas en coyunturas especiales como la actual? Por Carlos Grande
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