nos, es cierto, pero el sector de los deportes de nieve, y todo lo que ello engloba –material, estaciones, restauración…- sigue pagando los cambios que se dieron entonces. La realidad del esquí no es la que estamos viviendo ahora, pero tampoco era la que vivíamos hace poco más de una década. El segmento ha estado muchos años sobredimensionado, y cuando las ventas cayeron en picado, se pusieron en evidencia los fallos del sistema. Ahora, después de un fuerte batacazo, marcas y tiendas parecen haber aprendido la lección. Los primeros producen de una manera más racional y ajustada a la demanda y los segundos compran con mucha más cautela y asumen muchos menos riesgos. Esos dos años marcaron a mucha gente y los que sobrevivieron saben perfectamente que las cosas tenían que cambiar. El esquí sigue siendo un deporte demasiado estable en cuanto a practicantes y ventas. El crecimiento en practicantes es muy bajo y ni siquiera los esfuerzos de las marcas por desarrollar nuevas categorías están sirviendo para captar nuevos públicos. Sólo para que haya trasvases. El crecimiento que muchos auguraban hace apenas dos décadas, no se ha dado. España sigue siendo, mal nos pese, un país sin cultura del esquí. Estamos a años luz de países como Alemania, Austria, Suiza o, incluso, Francia e Italia. El trabajo de las estaciones para cambiar esta evidencia ha sido, en los últimos años, muy importante, es cierto, pero el esquí sigue siendo un deporte caro a los ojos de muchos españoles. Sea como sea, y por muy poco margen de crecimiento que haya, los 6 millones de visitantes que acuden a las pistas son una prueba irrefutable del peso que tiene este segmento. Es cierto que aspectos como las mejoras en el material de alquiler o los avances espectaculares que han experimentado esquís y botas han provocado que la renovación de material sea más espaciada en el tiempo, pero aun así, el público objetivo y el volumen de negocio que mueve, hacen del esquí uno de los segmentos más importantes del global del sector. Y eso es bueno cuando las cosas van bien… y malo cuando empeoran, porque un mal año provoca un efecto dominó que puede tener consecuencias más allá del segmento. El hecho de que muchas marcas y tiendas hayan redefinido sus estrategias y hayan apostado por la producción o la programación más acorde con la realidad del mercado, ha estabilizado bastante un segmento que, por volumen, es vital para el sector. Es difícil caer hasta donde se cayó hace años, y ahora los reveses se encajan mejor. Las marcas sufrieron, está claro, pero mucho más sufrió el comercio, que seguramente atraviesa uno de sus peores momentos de los últimos 50 años. La mayoría de tiendas han tenido que hacer verdaderos equilibrios para poder sobrevivir y aun así muchos no lo han conseguido. De las más de 400 tiendas que trabajaban bien o relativamente bien el esquí hace apenas 15 años, no quedan ni una treintena. Y es muy poco probable que a corto y medio plazo haya quien apueste por abrir tiendas de estas características. Los últimos años han demostrado que, pese a que la especialización es una fórmula de éxito, en determinados segmentos tan temporales y tan dependientes de la climatología, es mejor diversificar. Y más aún si tenemos en cuenta que el margen de crecimiento del esquí es muy limitado. Volver al pasado es imposible. Si algo demostró la crisis del 2006 es que el esquí ha estado muchos años –y quizás aún lo está- sobredimensionado. O mejor dicho, exageradamente sobredimiensionado. La oferta superaba con creces la demanda, y cuando esta cayó en picado -por lo que sea- pasó lo que pasó. Ha pasado más de una década de esta debacle y las cosas se han estabilizado. Racionalizado. Seguramente porque el segmento ha entendido que el margen de crecimiento, en practicantes y en ventas, es bastante limitado. Lo mejor que le ha pasado al esquí en los últimos años ha sido, probablemente, haber descubierto sus límites. La moda deportiva ha transformado el sector. Hace poco más de 15 años la moda comenzó a cambiar su punto de vista sobre el deporte. En la calle empezaba a imponerse un look menos formal y las marcas deportivas ganaban cuota en el vestir cotidiano. La moda, lógicamente, se dio cuenta de estos cambios y, también, de la fuerza que adquirían determinados movimientos culturales –o contraculturales- urbanos. Y como era de esperar, se volcó en ellos, convirtiéndolos en una tendencia pero, eso sí, llevándolo todo a su terreno. ESPECIAL 250 1993-2017 TS 44 MODA DEPORTIVA El esquí sigue siendo un deporte demasiado estable en cuanto a practicantes y ventas. El crecimiento en practicantes es muy bajo y ni siquiera los esfuerzos de las marcas por desarrollar nuevas categorías están sirviendo para captar nuevos públicos. Sólo para que haya trasvases.
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