ticipación de marcas, han hecho que el Padel Village, en esta ocasión, sea un proyecto inviable. INTERNACIONALIZARSE… O MORIR La edición 2015 de ISPO cerró sus puertas con un balance muy positivo: más de 80.000 visitantes de 110 países pudieron conocer las novedades de los 2.585 expositores que este año acudieron a la capital bávara. Las cifras fueron muy similares a las logradas en 2014 y los máximos responsables del salón esperan que en este 2016, y pese a las dificultades, esas cifras, como mínimo, se igualen. El porqué del crecimiento de ISPO en un contexto tan movido tiene su lógica. Y hay que buscarla, sobre todo, en el modelo. En el modelo y en el momento. ISPO es la gran feria internacional del sector; una feria en la que, si se quiere exportar, hay que estar sí o sí. Y en un contexto como el actual es cuando los valores añadidos que aporta este punto de encuentro se hacen más necesarios: el salón es la mejor plataforma para abrir nuevo mercados. Y hoy por hoy, con muchas marcas saturadas en sus propios mercados, una plataforma así, clave en la internacionalización, sólo puede seguir creciendo. A estas alturas es bastante obvio que el consumo en el mercado nacional está sufriendo mucho y la única alternativa que tienen muchas empresas para sobrevivir es reforzar su política de internacionalización. Y el problema es que suele ser tan imprescindible como complejo. Complejo y costoso. Muchas empresas, aun queriéndolo, no pueden ni intentarlo. Y es un pez que se muerde la cola: para crecer hay que salir, pero para salir hay que poder invertir, y con un mercado nacional saturado es muy complicado conseguir recursos para hacerlo. Y aquí es donde juega un papel vital una feria como ISPO. Una empresa que comercializa sólo a un área geográfica es muy vulnerable, sin embargo, vender a otros países puede mantener los flujos de ingresos en los mercados exteriores, compensar lo que no se consigue en el mercado local y minimizar el impacto de la estacionalidad en los mercados locales. La madurez que ha alcanzado algún segmento y, sobre todo, la crisis, han obligado a las empresas a buscar nuevas vías de crecimiento y la internacionalización es la más lógica. Y aparentemente es un buen momento para hacerlo, porque el Made in Spain ha dejado de ser una losa difícil de arrastrar, y aunque las balanzas comerciales aún demuestran que las importaciones están muy por encima de las exportaciones, el “estatus” de las marcas españolas se ha visto muy reforzado. Especialmente entre aquellas que año tras año acuden a Munich. La lista de marcas españolas que ganan cuota fuera des muy larga, aunque seguramente, salvo excepciones, las que están apostando más por la internacionalización y por su posicionamiento en nuevos mercados son las marcas que, precisamente, acuden a grandes ferias internacionales como ISPO, donde, además de posicionarse en los principales mercados de Europa, pueden intentar entrar con fuerza en mercados emergentes. Mercados en los que casi todas las marcas, sea cual sea su origen, parten de cero y el factor marca, en muchos casos, no tiene el peso que tiene en mercados más maduros. España está de moda gracias al éxito de nuestros deportistas y en estos países tenemos muchos puertas abiertas. Para todos aquellos que quieran seguir creciendo internacionalmente y, sobre todo, para aquellos que quieren iniciar su aventura internacional, ISPO es, sin duda, la mejor plataforma para mostrarse al mundo y abrir nuevos mercados. A día de hoy, quien no esté en ISPO tiene muy complicado –por no decir imposible- salir fuera de nuestras fronteras con ciertas garantías. ESPAÑA NO ARRANCA Pese a la crisis, como hemos dicho, las marcas españolas ganan reconocimiento en el mundo. Y muchas lo han conseguido apostando por ISPO. A priori lo lógico es que cada vez hubiera más marcas nacionales que plantasen su bandera en Munich, pero en estos últimos años la progresión no ha sido la esperada, ni siquiera con un mercado nacional al borde del ahogo. Quizás se haya ganado algún expositor, pero la realidad es que estamos años luz de países cercanos como Italia o Francia y el peso de nuestro país en el salón bávaro es muy bajo. La crisis que atraviesa España, uno de los países más tocados de Europa, ha hecho que cada vez haya más empresas que tengan claro que su futuro pasa por la internacionalización. Y un paso importante, casi imprescindible, para reforzar esta expansión internacional, es acudir a ISPO. Y aún hay demasiadas marcas que miran con cierto recelo el salón bávaro… aun sabiendo que podría ser una inversión rentable. Otro tema son las tiendas. Aquí, poco que decir. Su situación es muy difícil y muchas no tienen ni tiempo ni dinero para acudir a Munich. Hace varias ediciones que muchos de los “habituales” del salón prefieren quedarse en casa y los que no suelen ir no ven razones de peso para hacerlo. Quizás deberían probarlo aunque sólo fuera para tener una visión más global del sector y, sobre todo, para ver que las cosas no son tan negras como parecen. O como creen ellos. ISPO es un buen antidepresivo... TS 65 El consumo en el mercado nacional está sufriendo mucho y la única alternativa que tienen muchas empresas para sobrevivir es reforzar su política de internacionalización. Y el problema es que suele ser tan imprescindible como complejo. Complejo y costoso. Muchas empresas, aun queriéndolo, no pueden ni intentarlo. Y aquí es donde juega un papel vital una feria como ISPO.
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