TradeSport 211 - Junio 2013

Es una perogrullada, pero hay que decirlo. Con la galopante –e interminable- crisis que atravesamos, el mercado nacional está herido de gravedad y la única alternativa que tienen las empresas para sobrevivir es reforzar su política de internacionalización. Y no es precisamente fácil, porque después de muchos años de crecimiento, y con una larga lista de marcas nacionales ganando cuota en el extranjero a pasos agigantados (no era muy difícil teniendo en cuenta de donde veníamos), el varapalo económico ha frenado en seco las aspiraciones de muchas empresas, que han visto como sus ingresos caían y, por lo tanto, también caían sus posibilidades de salir de nuestras fronteras. Una paradoja preocupante: hay que salir sí o sí porque le mercado nacional está muerto, pero no hay dinero para hacerlo. Aun así, la solución pasa irremediablemente por la exportación, que es y será el objetivo prioritario de las grandes –y pequeñas- marcas nacionales. Es obvio que, históricamente España no ha destacado por ser un país exportador. Al contrario. Durante muchos años, especialmente desde mediados del siglo XX, fue considerado uno de los paraísos de la mano de obra barata. Asia estaba muy lejos de las grandes economías europeas, que tampoco se atrevían a cruzar el mediterráneo y fabricar en el Norte de África. La Europa del Este estaba en guerra y sus economías estaban completamente desestabilizadas. Eran épocas en las que, o se producía en el país de origen, o se buscaban países cercanos. Bien comunicados por tierra, y donde la mano de obra fuera bastante más baja. En esas épocas España estaba todavía rota, en plena posguerra, y era fácil encontrar mano de obra barata. Muchas grandes compañías europeas desembarcaron en nuestro país y comenzaron a crecer a nivel mundial gracias a los bajos costes que les suponía fabricar aquí. Con este panorama, era prácticamente imposible que una empresa española pudiese ser competitiva en Europa o en el resto del mundo. La balanza entre exportaciones e importaciones estaba escandalosamente desequilibrada hacia el lado de las compras. La guerra y la posguerra habían roto España en dos a nivel interno, pero sobre todo habían roto la imagen de España a nivel internacional. Como suele suceder en países que pasan una guerra civil y una posguerra compleja, la Europa poderosa se aprovechó de ello. Pasó con España, pasó con la Europa del Este y pasará con todos los países que, tras un conflicto, hayan quedado destrozados económica y moralmente. Sumida en una compleja recuperación, la capacidad de innovación, de desarrollo y de expansión de las marcas nacionales estaba muy limitada. Y lo estuvo hasta las últimas décadas del siglo, una vez afianzada la democracia y con un país que poco a poco fue perdiendo distancia con el resto de Europa. Las empresas nacionales empezaron a creer en sus posibilidades y el mundo dejó Exportación: una apuesta clave para sobrevivir INTERNACIONALIZACIÓN En estos momentos difíciles que atraviesa la economía europea, donde los consumidores son reacios a comprar y las autoridades públicas están demasiado ocupadas intentando reparar el sistema financiero, la internacionalización tiene un papel clave. Con un mercado nacional completamente colapsado, las marcas que quieran crecer deben centrar sus esfuerzos en ganar presencia en otros mercados. TS 68

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