EDITORIAL En la época de los noventa, y mucho antes de la crisis financiera –y sociológica-, se puso muy de moda la palabra globalización. Ahora todos los gurús de la economía nos dicen que estamos de lleno en la era de la globalización, que ésta lo ha transformado todo y que si no se apuesta por ella será imposible crecer. Ni a nivel empresarial ni a nivel de país. Pero para algunos díscolos -y para mí- este es un discurso que nos lleva a ignorar los verdaderos asuntos que tenemos ante nosotros, y a entender mal esta crisis ya histórica a la que seguimos sin encontrar salida. Una de las principales consecuencias que nos ha traído la globalización ha sido la deslocalización y el outsourcing de la gran mayoría de actividades de las empresas. Con ello se han incrementado el ‘clonismo’ entre productos y marcas, y sus efectos negativos en el nivel de empleo, al menos en el corto plazo. Y Europa está siendo la gran damnificada de esta era de la globalización y, sobre todo, de la deslocalización. Y por muchas aspirinas alemanas que tomemos, seguimos cogiendo pulmonías cada vez que Estados Unidos estornuda. Afortunadamente, e intentando ser positivos, esta crisis (global, también) está marcando un punto de inflexión en el devenir de una globalización que ya transita de nuevo hacia los valores más cercanos, más locales, pues cada vez somos más los que pensamos que la globalización ha fomentado en desmedida una deslocalización que se estaba limitando a potenciar la fabricación en Asia o en países del norte de África a base de mano de obra barata, sin reparar en ningún tipo de perjuicios. Lo local, por necesidad y concienciación, va ganando terreno, especialmente en todo lo que tiene que ver con la fabricación a pequeña y mediana escala. Los problemas que últimamente ha habido en los principales países productores, con importantes subidas de costes o con dramas humanos directamente vinculados a las precarias condiciones laborales de las fábricas, están propiciando una reindustrialización de algunas empresas occidentales, que se están empezando a dar cuenta de las muchas ventajas que tiene acercar la producción. Ejemplos ya los tenemos. Basta con ver la fuerza que, en estos últimos años, está ganado la industria en los estados del sur de Estados Unidos; la superpotencia que nos contagia tampoco quiere ser esclava del alto coste que le está suponiendo depender de otros –sobre todo si ese otro es China-. Mejor ir potenciando de nuevo la propia industria. Y el consumidor, cada vez más consciente de esta realidad, empieza a dar valor a aspectos como la sostenibilidad, la responsabilidad social o la fabricación “autóctona”. El Made in Spain, incluso el Made in Europa, ya no son algo vinculado únicamente al sentimiento de país; son, sobre todo, una garantía de calidad, de servicio y, casi siempre, de fabricación sostenible y respetuosa con el medio ambiente y los derechos sociales. Cada vez más consumidores valoran estos aspectos por encima del diferencial en precio El futuro ni es global ni es local. Hay que encontrar un equilibrio. Glocalización, como dicen algunos. Pero quienes sepan aprovechar también las oportunidades que ofrece lo local, como marcas nacionales, sin renunciar ni a uno ni al otro, y respetando las reglas –morales- del juego, encontrarán ese valor añadido tan importante para crecer en un mercado tan competitivo. Y conseguirán convertir sus marcas en lo que realmente aprecia este nuevo consumidor: marcas de aquí y fabricadas aquí. Marcas de corazón. Jaume Ferrer jferrer@tradesport.com Marcas de corazón O P I N I Ó N DESDE EL AÑO1993 SPORT PANEL EDITA MENSUALMENTE TRADESPORT, LA PRIMERA PUBLICACIÓN DEL SECTOR DEPORTIVO. TRAS MÁS DE 18 AÑOS DE HISTORIA, Y CON LA MISMA INDEPENDENCIA CON LA QUE SE FUNDÓ, TRADESPORT SE HA CONSOLIDADO COMO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN IMPRESCINDIBLE PARA AQUELLOS QUE QUIERAN CONOCER LA EVOLUCIÓN DEL SECTOR. TS 5 Permítanme, una vez más, que dedique esta columna a la práctica deportiva, pero es un asunto que cada día me preocupa más y que, en los últimos diez años, apenas ha cambiado. Está muy bien que nos llenemos la boca hablando de lo mucho que han crecido el running, el pádel o el bike, pero no nos engañemos: los índices de práctica deportiva siguen siendo muy bajos y, lo que es peor, no hay políticas para cambiar las cosas. Ni públicas, ni privadas. La situación en España es bastante preocupante y, por desgracia, no somos el único país donde el sedentarismo y la obesidad están poniendo en riesgo la salud de la población (y su sistema sanitario). Ante tal panorama, y seguramente viendo el absoluto pasotismo de las autoridades en esta materia, la Organización Mundial de la Salud ha dado un paso al frente y ha reclamado a los gobiernos medidas para fomentar la actividad física de los ciudadano. Y a sabiendas de que muchos gobiernos eran incapaces –por pereza o per ineptitud- de diseñar un plan, ha dado siete recomendaciones para potenciar la práctica deportiva (pueden leer un resumen en la página 40 de este número). Las propuestas de la OMS son muy buenas y nada complejas. Cualquier gobierno con sentido común y con un mínimo de sensibilidad por la salud de sus ciudadanos las hubiera impulsado hace años. Seguramente su ejecución dependa demasiado de cuestiones políticas, algo que dificulta en exceso si viabilidad, pero muchos dirigentes harían bien en tomar nota. Aunque sólo sea para reducir los gastos sanitarios. Dicho esto, y aunque creo que los políticos tienen gran parte de culpa en todo lo que tenga que ver con los bajos índices de práctica deportiva (y ningún mérito en sus repuntes, por cierto), también estoy convencido de que el sector, y el deporte en general, lleva años sin mover un solo dedo para cambiar las cosas. Y esto, seguramente, es mucho más grave. Algunos dirán que ahora se hace mucho más deporte. Que el running ha disparado los índices y que deportes como el pádel, el bike o el outdoor están siendo claves para que la gente haga mucho más deporte. Falso. Las cosas apenas han cambiado y los índices han crecido muy poco, mucho menos de lo que la gente cree. E insisto, no han sido ni marcas ni tiendas las que han ayudado a que así sea. Si hay que agradecérselo a alguien, es a la crisis. Así de triste. Tan triste, casi, como que alguna marca intente autoconvencerse (y convencernos) de que está liderando la batalla para fomentar el deporte y lo haga, además, alegando su fuerte apuesta por impulsar y/o patrocinar pruebas populares. Pruebas que cada vez son más caras –y, por lo tanto, menos accesibles- y que les aportan interesantes beneficios (económicos y de imagen). A estas alturas esperar algo del sector, al menos en este asunto, es ingenuo. La única manera de conseguir avanzar es uniendo fuerzas, algo que el deporte no ha sabido hacer nunca. Ni por el interés general. A ver si la OMS tiene más suerte. Lo que está claro, en cualquier caso, es que desde hace muchos años quién más empuja para potenciar el deporte no es el deporte. Un sinsentido más en la historia del sector. Y, ojo, que ahora a la moda le ha dado por lanzar colecciones técnicas y patrocinar carreras... RAUL BERNAT raul@tradesport.com La OMS aprieta AYUDANOS CON TUS SUGERENCIAS: tradesport@tradesport.com TRADE 206 ESPECIAL RUNNING TRADE 207 ESPECIAL NIÑO TRADE 208 ESPECIAL FITNESS TRADE 209 ESPECIAL PÁDEL
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