El caso del esquí es muy diferente al de otros segmentos como el running o el bike. Éstos, a lo largo de los últimos 20 años y, sobre todo en la última década, han tenido algún bache pero en general su comportamiento ha sido bastante bueno, con crecimientos considerables en el global de estos años. Otros han seguido un camino a la inversa: lentamente algunos, y con mayor velocidad otros, han perdido protagonismo. El esquí, sin embargo, es un caso aparte. Creció durante los 90, con algún susto que otro, y mucho menos de los que algunos auguraban, pero en los últimos 5 o 6 años ha caído en picado (con alguna temporada salvando los muebles). El motivo no hay que buscarlo en un descenso de la cifra de practicantes ni en la competencia de otras modalidades. Ni siquiera en la crisis. Nuestro gran enemigo ha sido el tiempo. Y un mal año se puede aguantar, pero dos o tres ya no es tan fácil Las cosas empezaron a ir mal a mediados de la primera década de este siglo. 2006 fue un año de mucho calor en invierno y saltaron las alarmas. De la noche a la mañana dos palabras estaban en boca de todo el mundo, especialmente de quienes tenían intereses puestos en el mundo de la nieve: cambio climático. Las altas temperaturas registradas en invierno fueron tema de conversación en todas las tertulias y los expertos en climatología no tardaron en anunciar a bombo y platillo sus previsiones, casi siempre bastante pesimistas, pronosticando, sobre todo en el sur de Europa, un aumento progresivo de las temperaturas en los meses de invierno. La visión catastrofista que dieron muchos medios fue un factor clave para que las cosas fueran peor de lo que podrían haber sido, desanimando a muchos esquiadores de subir a la nieve y, también, de comprar material de esquí. Con la misma rapidez con la que se coló en todos los medios, el cambio climático perdió protagonismo. Pero sólo mediático. El sector de los deportes de nieve, y todo lo que ello engloba –material, estaciones, restauración…- sigue estando en el punto de mira de muchos expertos, que insisten en que con el tiempo la nieve natural será cada vez más escasa y que, por lo tanto, las regiones europeas que viven de los deportes de invierno verán su economía amenazada, sobre todo cuando el calor también impida que los cañones funcionen. Y aunque no se puede confundir un año malo de nieve con una tendencia, la sucesión de pésimas temporadas es muy alarmante. Una mala temporada de nieve –y/o de fríotiene consecuencias a medio y largo plazo. Consecuencias que pueden solventarse si la temporada siguiente es más o menos buena. El problema es que encadenar dos inviernos cálidos es, para muchas marcas y tiendas, una herida de muerte. Y si en esta coctelera añadimos, además, el factor crisis, el problema es todavía más grave, porque se entra en una dinámica de la que es muy difícil salir: si no nieva, no se vende; si no se vende, al año siguiente la tienda no compra como la marca espera; y al final, si esto se alarga otra temporada y el consumidor sigue sin comprar, los almacenes de tiendas y marcas están llenos hasta la bandera de stock que no tienen salida. ¿Solución? Reventar precios, vender en outlets y liquidar cuanto más mejor sin preocuparse de las consecuencias. Y, al final, el segmento está en una situación crítica. Pero no nos engañemos. La realidad del esquí no es la que estamos viviendo ahora, pero tampoco era la que vivíamos hace una década. El segmento ha estado muchos años sobredimensionado, pero cuando las ventas cayeron en picado, se pusieron en evidencia los fallos del sistema. Marcas y tiendas parecen haber aprendido la lección. Los primeros producen de una manera más racional y ajustada a la demanda y los segundos compran con mucha más cautela y asumen muchos menos riesgos. Esos dos años marcaron a mucha gente y los que sobrevivieron saben perfectamente que las cosas deben cambiar. El problema es que la climatología ha seguido sin ayudar demasiado, y aunque ha habido algún año bueno (en el que se ha logrado liquidar parte del stock perdiendo mucho margen) el balance global de la última década ha sido muy malo. SEGMENTO MADURO… Y DEPENDIENTE Dejando la climatología de lado, a nadie escapa que el esquí tiene otros “problemas”. El primero es que sigue siendo un deporte demasiado estable en cuanto a practicantes y ventas. El crecimiento en practicantes es Dependencia fatal TS 90 ESPECIAL 200 E S Q U Í
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