Algunos pensarán que la crisis ha frenado en seco el desarrollo de España, sobre todo en su expansión internacional. Y llevan parte de razón, porque después de muchos años de crecimiento, y con una larga lista de marcas nacionales ganando cuota en el extranjero a pasos agigantados (no era muy difícil teniendo en cuenta de donde veníamos), la grave crisis que estamos atravesando ha supuesto un importante revés para las aspiraciones de muchas empresas, que han visto como sus ingresos caían y, por lo tanto, también caían sus posibilidades de salir de nuestras fronteras. Aun así, tampoco hay que ser excesivamente pesimistas. Es más, pese a todo, la exportación sigue siendo el objetivo prioritario de las grandes –y pequeñas- marcas nacionales, sobre todo porque en España cada vez cuesta más vender. Es obvio que, históricamente España no ha destacado por ser un país exportador. Al contrario. Durante muchos años, especialmente desde mediados del siglo XX, fue considerado uno de los paraísos de la mano de obra barata. El dragón chino quedaba a años luz de muchas grandes economías europeas, que tampoco se atrevías a cruzar el mediterráneo y fabricar en el Norte de África. La Europa del Este estaba en guerra y sus economías estaban completamente desestabilizadas. Eran épocas en las que, o se producía en el país de origen, o se buscaban países cercanos. Bien comunicados por tierra, y donde la mano de obra fuera bastante más baja. En esas épocas España estaba todavía rota, en plena posguerra, y era fácil encontrar mano de obra barata. Muchas grandes compañías europeas desembarcaron en nuestro país y comenzaron a crecer a nivel mundial gracias a los bajos costes que les suponía fabricar aquí. Con este panorama, era prácticamente imposible que una empresa española pudiese ser competitiva en Europa o en el resto del mundo. La balanza entre exportaciones e importaciones estaba escandalosamente desequilibrada hacia el lado de las compras. La guerra y la posguerra habían roto España en dos a nivel interno, pero sobre todo habían roto la imagen de España a nivel internacional. Como suele suceder en países que pasan una guerra civil y una posguerra compleja, la Europa poderosa se aprovechó de ello. Pasó con España, pasó con la Europa del Este y pasará con todos los países que, tras un conflicto, hayan quedado destrozados económica y moralmente. Sumida en una compleja recuperación, la capacidad de innovación, de desarrollo y de expansión de las marcas nacionales estaba muy limitada. Y lo estuvo hasta las últimas décadas del siglo, una vez afianzada la democracia y con un país que poco a poco fue perdiendo distancia con el resto de Europa. Las empresas nacionales empezaron a creer en sus posibilidades y el mundo dejó de ver España como un país tercermundista en el que establecer parte de su producción. El turismo fue ganando fuerza y España empezó a darse a conocer al mundo. Su capacidad de desarrollo fue creciendo poco a poco y con ello su poder de internacionalización. Algunas empresas nacionales comenzaron a ganar terreno en Europa y en el resto del mundo y España poco a poco fue equilibrando la balanza entre exportaciones y importaciones. Fueren necesarios muchos años. Décadas. Pero hoy en día, la lista de marcas y de nombres españoles que están en boca de todo el mundo es espectacular. Los productos españoles son una referencia mundial, y al mismo ritmo que la sociedad española se ha modernizado, las empresas se han ido adaptando a la realidad europea y mundial, hasta el punto que hoy en día, en la mayoría de sectores, hay marcas españolas que pueden garantizar productos tan o más buenos como los de cualquier potencia mundial. Esta fuerza que ha adquirido la industria española ha permitido –y permite- a las La fuerza que ha adquirido la industria española ha permitido -y permite- a las empresas nacionales afrontar su internacionalización con más garantías. Confianza, Know How y, sobre todo, una calidad más que contrastada con las grandes bazas de las marcas de nuestro país Salir para sobrevivir TS 48 ESPECIAL 200 INTERNACIONALIZACIÓN
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