90 ya se estaban cociendo importantes conflictos judiciales, como los que enfrentaban a Cidesport y American Nike, o a Estudio 2000 y Puma AG, que no se han acabado de resolver hasta hace bien poco. Porque mediada la década, España se ponía a tiro de las multinacionales, con incursiones cada vez más frecuentes en nuestro territorio para controlar sus ventas y aumentar sus cuotas e ingresos desde sus sólidos headquarters. A partir de entonces se empieza a notar la desaparición de pequeños y medianos importadores y distribuidores nacionales, a quienes les arrebataban las marcas sin previo aviso, y empresas que habían nacido del esfuerzo y del capital español se transformaban en filiales de capital 100% extranjero por arte y gracia del propietario de la marca. El comercio deportivo español tenía su base de negocio en los clásicos populares (fútbol, basket, running, tenis, natación y un esquí afectado por la ausencia de nieve durante varias temporadas seguidas). Pero por suerte en aquellos años se vio dinamizado por los booms, a caballo entre la tendencia y la moda, que acabaron arraigando en el surtido de productos: para la pista (el fútbol sala y el pádel);la montaña (el outdoor y el mountainbike);la nieve (el snow y el carving); los deportes urbanos (el skate, el patín en línea y el patinete); el gimnasio (el fitness y el wellness); por no citar segmentos emergentes como “niño” y “mujer”,a los que agarrarse en momentos críticos y daban tirón a las ventas contribuyendo a salvar la facturación anual del punto de venta. Ese creciente consumo de artículos deportivos favorecía a quienes gozaban de mayor poder de convocatoria, los grandes almacenes y las grandes superficies (ya mandaban entonces El Corte Inglés y Decathlon), mientras los grupos de compra y cadenas avanzaban mediante la captación de socios(con el intenso duelo entre Intersport y Detall Sport) -aunque otros (Corre-Corre, Grup Sport Disseny o Coronel Tapiocca…) se han ido cayendo por el camino-, y desfavorecía al pequeño comercio tradicional de carácter familiar. Aquel escenario de crisis persuadió a los detallistas con la consigna de ‘renovarse o cerrar’, y aunque la deseada representación organizada por el interés común no acabara de llegar, fueron asumiendo la necesidad de modernizarse, siendo el primer paso la informatización de su gestión. Ya a partir de 1995 entramos en la era de Internet, llegan los catálogos en CD Rom… y el sector ya empieza a trabajar más en serio con las nuevas tecnologías. La aparición del código de barras en cada unidad de producto obligaba a introducir el TPV en el mostrador de las tiendas para agilizar no sólo las ventas y los pedidos, sino también para analizar información, conocer mejor a sus propios clientes, y crear bases de datos para fidelizarlos (gracias a ello se estuvo mejor preparado para la posterior llegada del Euro). Iniciativas como las de Gescode y Sportmas.com daban y siguen dando soluciones a la profesionalización de la gestión detallista especializada ante las inquietudes de los minoristas del sector. Pero la vida no ha sido fácil para ellos, cada vez más dependientes del dinero de plástico y a merced de los polémicos horarios comerciales. Surgieron los centros comerciales y el comercio tradicional seguía perdiendo terreno. Tanto es así que los grupos de compra aprovecharon la oportunidad de integrarse dentro de ellos para subirse al nuevo tren comercial, de acuerdo con las tendencias y nuevos hábitos de los consumidores. El detallista tradicional empezó a buscar nuevas salida para desarrollar su negocio de una manera más rentable y competitiva, optando por la franquicia especializada, también surgieron los primeros outlets para sacar stocks, y se reordenó el espacio de venta con más esmero para definir aún más su especialización junto a los corners para incrementar la rotación de producto de marca, con el fin de atraer a los consumidores que buscaban comprar de otra manera. Ya hacia finales de la década de los 90, la revolución tecnológica aplicada a la industria celebraba la conquista del titanio en el material deportivo, con aplicaciones para los bates de béisbol, cuadros de bicicletas, palos de golf y raquetas de tenis. Sin embargo, el textil cogía el timón del sector gracias a los nuevos estilos de vida bajo el concepto wear, y la moda pasaba a convertirse en el segmento estrella de las tienda de deportes con una nueva orientación hacia la funcionalidad de la prenda técnica. Y para acabar, añadir que en el umbral del 2000, la sensibilización de la sociedad obliga a las empresas y a las tiendas a una mayor sensibilidad hacia una producción responsable, un comercio justo y un consumo sostenible, lo cual se ve reflejado en muchas campañas y acciones de marketing. Por mi parte decir que ahora que vivimos en un mundo globalizado, donde las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación nos permiten llegar más lejos y tenerlo todo al alcance de la mano, no nos olvidemos de que los periodos de crisis ponen a cada uno en su lugar, según su conocimiento, preparación y habilidad. Nuestro deporte tiene que ser aprender y crecer, porque cada día es un centímetro más del récord que nos propongamos superar. Miguel Ángel Buil Redactor Jefe de Trade Sport (1993-2001) Editor de www.mygolfway.com mabupress@gmail.com La realidad del sector a finales del siglo pasado, no en esencia, aunque sí en las formas, no difiere tanto de la situación en que estamos ahora. La resaca olímpica nos dejó como legado un escenario de aguda crisis económica, parecida a la que tenemos hoy día. TS 27 ESPECIAL 200
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