TradeSport 188 - Mayo 2011

opinión Raul Bernat (raul@tradesport.com) editorial DIRECTOR Jaume Ferrer (jferrer@tradesport.com) Como hemos dicho en varias ocasiones, el sector de artículos deportivos está atravesando la crisis económica con relativa entereza. El problema es que la crisis se está alargando excesivamente y está sacando a la luz otro tipo de problemáticas que, sin ser nuevas, sí han adquirido, en estos últimos meses, una mayor importancia. Y una de las más significativas es, sin duda, la excesiva sobreoferta de marcas. En los últimos años la cifra de marcas que operan en el mercado nacional se ha incrementado considerablemente en prácticamente todos los segmentos (incluso en los más maduros), cambiando las reglas del juego, especialmente en lo que respecta en las estrategias de programación de las tiendas: puede que la crisis haya tenido parte de culpa, pero la verdadera razón que ha cambiado la forma de comprar de las tiendas hay que buscarla en su lógica obsesión por no acumular stocks y, sobre todo en el hecho de que, con tanta marca, saben perfectamente que no tendrán problemas para reponer producto, aunque sea de otras marcas. La mayoría de tiendas siguen –y seguirán-apostando, obviamente, por aquellas marcas que tienen una mayor demanda, pero han reducido drásticamente la cifra de marcas secundarias que complementaban esta oferta “lógica”. La sobreoferta –que hace años que existe- y la consecuente concentración están provocado un cambio importante en las estrategias de muchas marcas, sobre todo las multinacionales, que tras haber apostado, no hace mucho tiempo, por las gamas medias, ahora han decidido bajar un peldaño más y apostar por las colecciones de primer precio para ampliar su público objetivo y equilibrar las pérdida que, también a ellos, le está acarreando esta fuerte concentración. Aunque cueste de creer, en nuestro sector operan la friolera de 4.000 marcas (la mayoría con carácter deportivo pero, también, con muchas marcas del mundo de la moda que quieren hacerse un hueco en el comercio deportivo). ¿Tiene sentido que, por ejemplo, en un segmento relativamente pequeño como el del outdoor, haya, entre marcas nacionales e internacionales, más de 700 competidores? No nos engañemos: por mucho potencial que tengan determinadas modalidades vinculadas a este universo, la competencia es excesiva. Lo mismo sucede con el pádel –con más de 70 marcas luchando por un target a día de hoy ridículo- y en otros muchos segmentos y categorías de producto que en los últimos años han ganado protagonismo y en los que, automáticamente, se ha dado un exagerado desembarco de marcas (mochilas, accesorios, calcetines, primeras capas…). Estos cambios representan un gran reto para las marcas. Más allá del papel que juegan adidas y Nike a nivel global y de su particular batalla para liderar el sector, en cada segmento hay una interesante lucha de poderes para ganar espacio en el lineal. Una lucha que, con la sobreoferta y la concentración, es cada día más interesante… y “cruel”. Con un público potencial bastante definido –y limitado-, con la cantidad de marcas que hay y, sobre todo, con las previsiones de que, a corto plazo, el mercado apenas crezca en ventas, las marcas tienen que tener muy claro que cualquier posibilidad de ganar cuota de mercado pasa por robársela a la competencia. En cuanto al comercio, aunque obviamente esta sobreoferta les representa muy buenas oportunidades –especialmente, como hemos dicho, a la hora de reducir su stock y su margen de riesgo- no estaría de más que focalizara sus estrategias, se centrase en el deporte y dejara de lado su extraño interés por explotar la moda. Ahora que intentan reducir el riesgo en las programaciones, sería un error buscar ese riesgo en algo tan efímero e imprevisible como la moda. Sobreoferta Está muy bien que deportes como el running –o el outdoor y el bike- hayan ayudado a incrementar los índices de práctica deportiva, pero no nos engañemos, seguimos teniendo un porcentaje de practicantes bastante lamentable. Los políticos -y algunas marcas oportunistas- podrán colgarse las medallas que quieran por haber rozado el 40% de población activa, pero la realidad es que estas cifras, además de bastante engañosas, son del todo insuficientes. Y no tanto porque un 40% sea poco -que lo es-, sino más bien porque del 60% restante, muchos están en unas condiciones físicas preocupantes. Hace algún tiempo escribí, en esta misma columna, que si algún día el gobierno decidía impulsar alguna iniciativa para fomentar la práctica deportiva lo haría única y exclusivamente preocupado por las consecuencias que la inactividad física tiene en las arcas de la seguridad social. Y así ha sido. Al principio lo disfrazaban de una falsa preocupación por el bienestar de las personas, pero de un tiempo a esta parte los mensajes son muy claros: o hacemos algo para combatir el sedentarismo o el estado del bienestar, con la seguridad social como uno de sus pilares, se viene abajo. No sé muy bien si este tipo de iniciativas gubernamentales darán sus frutos. Dudo que a corto plazo sirvan de algo, pero son necesarias. La estrategia Naos, el nuevo proyecto “España se mueve” o el trabajo de determinadas fundaciones es tan loable como insuficiente. Y lo más triste –e incomprensible- de todo, es que detrás de estas iniciativas no hay apenas marcas vinculadas al deporte. Lo más fácil, para muchos, es seguir con su discurso victimista culpando a las administraciones de que sólo le hace el juego a un operador, poniéndole alfombras rojas allá por donde va. Yo, si fuera alcalde de algún municipio, haría exactamente lo mismo. Y les pondría un chalet si hace falta. Nos guste o no, está demostrado que donde se instala Decathlon la práctica deportiva crece considerablemente. Es más, en muchos casos es gente que se inicia (y futuros clientes de las grandes marcas…). Dejemos de preocuparnos porque la cadena gala tenga cada vez más cuota de mercado y alegrémonos porque, gracias a ella el target potencial de marcas y tiendas –en material técnico- es cada vez mayor. Falta autocrítica y, sobre todo, movimiento. Muchas marcas harían bien en dejar de mirar a las administraciones para encontrar culpables y podrían empezar a buscarlos en su propia casa. Está muy bien patrocinar carreras y apoyar determinados proyectos, pero no nos engañemos, sí lo hacen es por puro interés. Después se pueden llenar la boca diciendo que quieren ayudar al sector potenciando la práctica deportiva, pero la realidad es que su único objetivo es ganar más. Si muchas marcas invirtieran en proyectos para fomentar el deporte amateur un 5% de lo que se gastan en el deporte de competición la cosa cambiaría radicalmente. Pero el problema no es que, a título individual, las empresas están pasando absolutamente de esto. Es, hasta cierto punto lógico. El verdadero problema es que el sector sea incapaz de sumar esfuerzos para que, entre todos, podamos impulsar alguna iniciativa que tenga como ÚNICO objetivo lograr que los patéticos índices de práctica deportiva crezcan. A muchos les parecerá una tontería, pero por mucha moda del running que haya ahora –y que, seguro, pasará-, si las cosas no cambian, dentro de unos años, además de habernos cargado la seguridad social, no tendremos a quien venderle material técnico. Y Dios nos coja confesados si tenemos que empezar a depender de la moda deportiva. Todos quietos

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