hace una década. Si algo demostró la crisis de 2006 es que el esquí ha estado muchos años –y quizás aún lo está- sobredimensionado. O mejor dicho, exageradamente sobredimiensionado. La oferta superaba con creces la demanda, y cuando ésta cayó en picado pasó lo que pasó. Y no nos engañemos, aún hay marcas y tiendas que arrastran las consecuencias de esas campañas. Han pasado casi 5 años y hay quien aún no se ha recuperado. La guerra de precios está al orden del día, Los almacenes de unos y otros están llenos de stock s-menos, por suerte- y ni siquiera los descuentos espectaculares que se llevan a cabo sirven para poder liquidarlos. Hasta el año 2005 el segmento estuvo marcado por la sobreproducción de unos y por las compras excesivas de otros, y cuando las ventas cayeron en picado, se pusieron en evidencia los fallos del sistema. Un sistema que no se ha recuperado y que, demasiado limitado por factores externos, aún tiene mucho que mejorar para estabilizarse. Marcas y tiendas parecen haber aprendido la lección. Los primeros producen de una manera más racional y ajustada a la demanda y los segundos compran con mucha más cautela y asumen muchos menos riesgos. Pero todavía queda camino, y en él, puesto que la demanda sigue siendo débil, se quedarán algunos. POTENCIAL LIMITADO El esquí es un segmento importante. Y su peso, en el global del sector, hay que tenerlo muy en cuenta. El problema es que es un deporte demasiado maduro. Y lo es, además, desde hace tiempo. No en vano, la cifra de practicantes apenas ha sufrido grandes cambios en los últimos años. Han surgido nuevas modalidades que han tenido un papel clave a la hora de captar a nuevos esquiadores pero la verdad es que el boom que se esperaba se ha quedado en eso, en una esperanza. La sobredimensión de la que hablábamos antes tiene mucho que ver con el optimismo desmesurado del que en su día pecó todo el segmento, creyendo que el esquí podría “sufrir” una explosión como la que se dio en el bike, con las bicicletas de montaña, o la que ahora está experimentando el running. Pero nada que ver. Es cierto que se ha dejado atrás –un poco- la imagen de deporte elitista, pero no nos engañemos, sigue siendo uno de los deportes más caros de practicar, tanto por el material necesario como por el coste que conlleva el desplazamiento (hoteles, restauración, forfaits…). ¿Por qué se esquía tan poco en España? La crisis, esta vez, no tiene la culpa. Es un problema de cultura; de tradición. No somos un país con una cultura sólida del esquí. Tenemos historia, es cierto, pero estamos a años luz de la mayoría de países europeos con estaciones de esquí. Y no creo que las cosas vayan a cambiar. Ni con la semana blanca ni intentando traer a rusos a esquiar a nuestras pistas. El turismo, que podría ser una pieza clave para el esquí, cree que España es sólo un país de playa, y cuando descubre que también hay pistas de esquí –y muy buenas- se asusta con los precios. Habría que analizar cuántos esquiadores españoles se van fuera de nuestras fronteras porque las condiciones –de nieve y económicas- son mejores. Y con los datos en la mano, deberíamos tomar decisiones. Mucha gente quiere esquiar pero no todo el mundo puede dejarse 80 ó 100 euros (suponiendo que tenga el material) para pasar el día en la nieve. Y con este panorama, que muy poco tiene que ver con marcas y tiendas, las posibilidades de experimentar un fuerte boom de esquiadores son bastante remotas, casi tanto como las posibilidades de robar esquiadores a franceses, italianos, suizos o austríacos. De todas maneras, pese a esta crítica, también hay que reconocer el gran trabajo que están haciendo las estaciones, sobre todo en la última década, para competir con el resto de dominios de Europa. Lo hacen para captar público extranjero y, también, para que el “aut´´octono” no se vaya. El problema es que las fuertes inversiones que se llevan a cabo hay que pagarlas, y para hacerlo hay que mantener los precios de todo lo que rodea a una estación de esquí. Así, pese a que la mayoría de estas estaciones no tienen nada que envidiar a otras estaciones europeas, el esquí sigue siendo un deporte caro para muchos españoles. Además, no es precisamente una modalidad “fácil” y requiere algún tiempo de aprendizaje que algunos no están dispuestos a perder –ni a pagar-. ¿Semana blanca? Parece que no ha gustado mucho la idea, y eso dice mucho de la poca cultura de la que hablábamos antes. Seguramente no se ha hecho de la mejor manera y sea una iniciativa inviable si el gobierno –central o autonómicono se implica lo suficiente –financiándolo, vaya, pero las estaciones de esquí y el sector sacarían mucho partido a ello, porque más allá de las ventas, serviría para ganar practicantes. Y las cifras que mueve esta llamada “semana blanca” hay que tenerlas muy en cuenta: en Francia, por ejemplo, puede llegar a representar entorno al 50% y el 60% de la facturación de toda la temporada para las estaciones. Casi nada. También puede que el auge de algunas modalidades como el snowboard o el freeride logre atraer a algunos jóvenes y que, con ello, se dé un ligero crecimiento del segmento, pero la realidad, a día de hoy, es que el margen de recorrido del esquí, en practicantes y en ventas, es bastante limitado. Aun así, también tenemos que tener muy claro que las posibilidades de que el esquí dé un salto en la cifra de practicantes son tan bajas como las de que sufra un descalabro. Quizás es difícil lograr que esquíe más gente, pero la que lo hace es muy fiel a este deporte. Las segundas residencias tienen mucho que ver, es cierto, pero es muy complejo que quien esquíe deje de hacerlo. Otra cosas es si lo hará menos veces… Lo más habitual es que esta tradición pase de padres a hijos. No nos engañemos, el núPuede que el auge de algunas modalidades como el snowboard o el freeride logre atraer a algunos jóvenes y que, con ello, se dé un ligero crecimiento del segmento, pero la realidad, a día de hoy, es que el margen de recorrido del esquí, en practicantes y en ventas, es bastante limitado. A diferencia del running o el triatlón, las posibilidades de que la red de comercios especializados crezca son mínimas. Porque el pastel ya está muy repartido y, sobre todo, porque en los últimos años se ha demostrado que, pese a que la especialización es una fórmula de éxito, en determinados segmentos tan temporales y tan dependientes de la climatología, es mejor diversificar. ts57
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