TradeSport 178 - Junio 2010

ts58 REDACCIÓN,Barcelona tiempo estimado de lectura >>> 9 min. Algunos pensarán que la crisis ha frenado en seco el desarrollo de España, sobre todo en su expansión internacional. Y llevan parte de razón, porque después de muchos años de crecimiento, y con una larga lista de marcas nacionales ganando cuota en el extranjero a pasos agigantados, la grave crisis que estamos atravesando ha supuesto un importante revés para las aspiraciones de muchas empresas. Aun así, tampoco hay que ser excesivamente pesimistas. Ponernos a la altura de otros países que están en situación crítica, como Grecia y Portugal, es exagerado. En algunos países del Norte, sobre todo en los anglosajones, nos siguen viendo como un lastre e insisten, especialmente ahora, en meternos en el mismo saco que estas economías, rescatando del baúl de los recuerdos el mítico acrónimo PIGS –cerdos en inglés- cuyas siglas se refieren a las cuatro economías “débiles” de la Europa Occidental (Portugal, Italia, Grecia y España). Es obvio que, históricamente España no ha destacado por ser un país exportador. Al contrario. Durante muchos años, especialmente desde mediados del siglo XX, fue considerado uno de los paraísos de la mano de obra barata. El dragón chino quedaba a años luz de muchas grandes economías europeas, que tampoco se atrevían a cruzar el mediterráneo y fabricar en el Norte de África. La Europa del Este estaba en guerra y sus economías estaban completamente desestabilizadas. Eran épocas en las que, o se producía en el país de origen, o se buscaban países cercanos bien comunicados por tierra, y donde la mano de obra fuera bastante más baja. En esas épocas España estaba todavía rota, en plena posguerra, y era fácil encontrar mano de obra muy barata. Muchas grandes compañías europeas desembarcaron en nuestro país y comenzaron a crecer a nivel mundial gracias a los bajos costes que les suponía fabricar aquí. Con este panorama, era prácticamente imposible que una empresa española pudiese ser competitiva en Europa o en el resto del mundo. La balanza entre exportaciones e importaciones estaba escandalosamente desequilibrada hacia el lado de las compras. La guerra y la posguerra habían roto España en dos a nivel interno, pero sobre todo habían roto la imagen de España a nivel internacional. Como suele suceder en países que pasan una guerra civil y una posguerra compleja, la Europa poderosa se aprovechó de ello. Pasó con España, pasó con la Europa del Este y pasará con todos los países que, tras un conflicto, hayan quedado destrozados económica y moralmente. Sumida en una compleja recuperación, la capacidad de innovación, de desarrollo y de expansión de las marcas nacionales estaba muy limitada. Y lo estuvo hasta las últimas décadas del siglo, una vez afianzada la democracia y con un país que poco a poco fue perdiendo distancia con el resto de Europa. Las empresas nacionales empezaron a creer en sus posibilidades y el mundo dejó de ver a España como un país tercermundista en el que establecer parte de su producción. El turismo fue ganando fuerza y España empezó a darse a conocer al mundo. Su capacidad de desarrollo fue creciendo poco a poco y con ello su poder de internacionalización. Algunas empresas nacionales comenzaron a ganar terreno en Europa y en el resto del mundo, y España, poco a poco fue equilibrando la balanza entre exportaciones e importaciones. Fueron necesarios muchos años. Décadas. Pero hoy en día, en el segundo semestre de la segunda década del siglo XXI, la lista de marcas y de nombres españoles que están en boca de todo el mundo es inacabable. Los productos españoles son una referencia mundial, y al mismo ritmo que la sociedad española se ha modernizado, las empresas se han ido adaptando a la realidad europea y mundial, hasta el punto que hoy en día, en la mayoría de sectores, hay marcas españolas que pueden garantizar productos tan o más buenos como los de cualquier potencia mundial. Esta fuerza que ha adquirido la industria española en casi todos los niveles ha permitido –y permite- a las empresas nacionales afrontar su internacionalización con más garantías de las que tenía no hace muchos años. Confianza, know how y, sobre todo, una calidad más que contrastada. Ése ha sido el secreto para ganar presencia, no sólo en los países donde tradicionalmente España ha exportado (especialmente Francia, Italia o algunas economías del sur de América), sino, también –o, sobre todo- en nuevos mercados emergentes, como China, India o Europa del Este. Las marcas nacionales ganan protagonismo internacional El Made in Spain gana cuota. España hace años que ha dejado atrás su imagen de país básicamente importador y gracias a la apuesta que han hecho muchas empresas por el I+D, los productos españoles han ganado y ganan prestigio a nivel internacional. El deporte ha colaborado mucho en ello. [exportación] La fuerza que ha adquirido la industria española ha permitido a las empresas nacionales afrontar su internacionalización con más garantías de las que tenía no hace muchos años. Confianza, know how y, sobre todo, una calidad más que contrastada.

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