opinión Raul Bernat raul@tradesport.com editorial DIRECTOR Jaume Ferrer (jferrer@tradesport.com) En 2004 Decathlon anunció a bombo y platillo el lanzamiento de una nueva cadena de tiendas de establecimientos urbanos denominada Decat. La proximidad, la rapidez y la accesibilidad eran los tres objetivos que perseguía la multinacional francesa con la creación de su esta nueva cadena de tiendas urbanas, cuya ubicación se limitaría, básicamente, al centro de grandes ciudades y a complejos comerciales, con tiendas que no superarían los 800 m2. Pese a que el plan estratégico de la cadena contemplaba abrir más de 300 tiendas en 10 años, gran parte de ellas en España, el proyecto quedó parado, con tan solo las tiendas piloto de Lille y Burdeos funcionando con este formato. Ahora, cinco años después, la cadena vuelve a anunciar el lanzamiento de este proyecto en nuestro país, con la primera apertura prevista para el próximo 3 de abril en el Centro Comercial Plenilunio de Madrid. Es extraño que Decathlon vuelva a insistir en un proyecto que, a priori, no ha acabado de cuajar en Francia. Seguramente tan extraño como saber por qué en su momento decidió no consolidarlo. No creo que obedezca, en ningún caso, a las dificultades que tiene en algunas comunidades para conseguir licencias para nuevos macro-centros, sobre todo ahora que todo parece indicar que una nueva ley pondrá fin a estas limitaciones. Tampoco creo que lo haga porque tenga una necesidad imperiosa de ganar clientes en las grandes ciudades, pues la empresa ya domina aplastantemente el segmento del primer precio en material atlético a pesar de que la mayoría de sus tiendas están ubicadas fuera de los núcleos urbanos. Puede, eso si, que la cadena crea que la coyuntura actual es la más adecuada para consolidar este tipo de tiendas. No hay que olvidar que fue en 1992, en plena crisis económica, cuando comenzó su fuerte expansión en nuestro país. Y la crisis actual es una gran aliada para este nuevo proyecto: el consumidor está anteponiendo el factor precio a cualquier otro aspecto, y, además, es mucho más fácil acceder a buenas ubicaciones en los centros urbanos. De todas maneras, hay otra hipótesis más preocupante: que con esta fórmula Decathlon pretenda complementar su estrategia actual apostando por productos más técnicos y por la especialización. La cadena ya tiene “fidelizados” a los dos grandes grupos de consumidores de primer precio atlético: el deportista principiante y los niños (familias). Su asignatura pendiente es convertirse en una referencia para el deportista habitual. La multinacional sabe perfectamente que eso no lo va a conseguir con el formato autoservicio que tienen actualmente casi todas sus tiendas; sabe que sólo lo logrará con tiendas más pequeñas, más “técnicas” y con un servicio y un trato mucho más directo. Tiendas que vendan concepto y que puedan competir con el comercio tradicional… y con el especializado. Aún no sabemos cuál será la apuesta definitiva de la cadena. Si se limita a trasladar su modelo actual a tiendas de pequeño formato, el cambio no será preocupante para el sector. Si en cambio la cadena decide apostar por la especialización –en producto técnico- y la multimarca, el futuro sí se presenta complejo, sobre todo si el sector le sigue abonando el terreno. Va siendo hora de que dejemos de preocuparnos por problemas secundarios –y temporales- como la proliferación de outlets, las rebajas, los descuentos o la venta de excedentes por Internet. Es el momento de que, entre todos, hagamos algo. No podemos seguir yendo por libre. Hace falta buscar puntos de encuentro para debatir hacia dónde quiere ir el sector. Afydad, Andad, ECI, grupos y cadenas no pueden permitirse que un solo operador acabe monopolizando el mercado. En forma y cerca de ti En el número que tiene en sus manos hay un interesante artículo sobre las principales conclusiones de un estudio que se ha llevado a cabo para analizar los índices de práctica deportiva que hay en nuestro país. No entraré en detalles. Prefiero que lo lean, pero ya les aviso que algunas cifras, por bajas, deberían darnos vergüenza ajena. Sé que hemos insistido muchas veces de la importancia social que tiene el deporte y, sobre todo, de la necesidad que desde todos los frentes, tanto los políticos como, también, los sectoriales, se fomente la práctica deportiva. Nos jugamos mucho más que incrementar nuestras ventas. Hemos tardado muchos años en construir una sociedad del bienestar como la que vivimos. Nos quejamos de los elevados costes de la Seguridad Social, pero todos nos damos con un canto en los dientes cuando vemos el sistema sanitario de países como Estados Unidos. La crisis, sin embargo, está poniendo en entredicho este modelo de sociedad. Se cuestionan las pensiones, la edad de jubilación o el paro, siempre alegando sus elevados costes, pero nadie se para a pensar que los pésimos índices de práctica deportiva son, también, uno de los grandes cánceres de este sistema. Un agujero negro que sólo genera pérdidas al estado. Hace un par de números ya hicimos un cálculo aproximado de lo que representaría para el sector –en facturación- que el porcentaje de españoles que hace deporte se incrementará sólo 10 puntos (hasta un aceptable 50% de población activa). Y los datos eran, cuanto menos, muy significativos: ni más ni menos que 1.500 millones de euros de más cada año. Pero aparte de estos datos hay otros que podrían ser mucho más interesantes e importantes, en volumen, para el conjunto de la sociedad: el ahorro que este incremento supondría a la Seguridad Social. Las cifras son mucho más complejas de calcular y no está en mi mano el hacerlo, pero estoy convencido de que podríamos añadirle algún cero más a esos 1.500 millones. No sé si a la larga eso incidiría directamente en el exagerado coste que para cada uno de nosotros supone mantener la sociedad del bienestar, pero daría un respiro a este modelo y calmaría los ánimos de quienes no acaban de entender que entre todos tengamos que pagar los médicos de quienes pasan absoluta y voluntariamente de mantener unos hábitos de vida más o menos saludables. Sea como sea, es importante que el Gobierno empiece a buscar soluciones. Otros países, con índices de práctica mucho más altos que los nuestros, ya lo han empezado a hacer. Algunos se han decidido por dar determinadas ventajas fiscales a quienes hagan deporte o lo fomenten, y otros, más “contundentes”, dejan vía libre a las empresas para que multen a aquellos trabajadores que tengan hábitos poco saludables. Soluciones hay muchas, y aunque sea triste, quizás vaya siendo hora de empezar a imponer el deporte. Por lo pronto, nos estaría de más que desde Educación se ampliase el horario lectivo de gimnasia -y que ésta dejara de ser una “María”-. Tampoco estaría de más que desde Sanidad se multiplicaran y reforzaran las iniciativas para que el deporte se convierta en una terapia y para que los médicos obliguen a sus pacientes a hacer un poco de ejercicio, aunque haya que controlarlos. Esta cartera, más que ninguna otra, sabe los importantes beneficios –sobre todo económicos- que tendría una leve mejora de los índices de práctica deportiva. Nos jugamos mucho más de lo que creemos. Está en juego un modelo de sociedad... Imponer bienestar
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