ts16 Ya tenemos ante nosotros a la conocida Directiva Bolkestein (Directiva 2006/123/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 12 de diciembre de 2006) relativa a los servicios en el mercado interior. Aunque la misma fue aprobada hace más de dos años, es ahora cuando se está planteando su transposición a la legislación española, apoyándose en una nueva Ley de Comercio, pendiente de su aprobación. En los últimos días hemos podido comprobar cómo los medios de comunicación se hacen eco de la nueva Ley del Comercio que el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio está desarrollando, y de la que ya hay un Anteproyecto. Esta nueva Ley vendrá acompañada de la adecuación de las diferentes leyes de comercio de las Comunidades Autónomas que están trabajando en paralelo con las suyas, excepto en alguna Comunidad, como Madrid, donde se corrió más, y ya está aprobada desde el pasado verano. Es evidente que la misma acarreará novedades, y entre las más destacables se situará la eliminación de la licencia autonómica, denominada comúnmente “segunda licencia”, para llevar a cabo la apertura de grandes establecimientos comerciales, y que, hasta el momento, permitía a las Comunidades Autónomas decidir qué tipo de comercio querían desarrollar en su territorio. Por otro lado, es probable que algunas Comunidades Autónomas avancen en el camino de Madrid en la liberalización de horarios y aperturas en festivos, sobre todo si la previsión es incrementar el número de centros comerciales de la Comunidad. La transposición de esta Directiva llena de alegría a la gran distribución, a los promotores y gestores de centros comerciales, y a periodistas y medios afines, que piensan que la situación actual restringe la competencia y proteccionista y perversa. Evidentemente, se olvidan de hablar de otros elementos perversos y restrictivos de la competencia, de infracciones de la Ley de Ordenación de Comercio Minorista, del verdadero peso en la economía de las PYME’s, etc. Tampoco son ellos los que hablan de los contratos de arrendamiento de los centros comerciales “impulsores de la competitividad” que tanto defienden. Contratos que huyen del equilibrio y que plantean muchas obligaciones para el pequeño y mediano empresario, y muchos derechos para la propiedad. Contratos y estipulaciones que no parecen ser perversos ni abusivos. ¿Acaso alguien oyó o leyó alguna vez quejarse acerca de la gran diferencia entre los contratos de las “locomotoras” y los de “el vagón de cola”? ¿Alguien levantó la voz por los problemas que se encuentran las PYME’s con las renovaciones de sus contratos? La nueva Ley de Comercio no hablará de estos contratos de arrendamientos. Tampoco lo harán los desarrollos autonómicos, y las administraciones públicas continuarán mirando hacia otro lado, a pesar de que son ellas las que dan las licencias para que estos contratos se lleven a cabo. Del mismo modo, jamás he oído voces quejándose de la gran uniformidad de los centros comerciales ni de la falta de diversidad. Y por descontado, tampoco la Ley va a provocar la apertura a todas las PYME’s de este tipo de establecimientos. Cabría pensar que si no se levanta la voz por estas cuestiones es porque ninguna restringe la competitividad de las empresas o de los diferentes formatos comerciales. Se supone que tampoco será restrictivo de la libertad de empresa, invocada en el artículo 38 de la Constitución, el hecho de que un empresario inmerso en un centro de este tipo, no pueda decidir su horario de apertura y cierre, los festivos de apertura, etc. Puede ser que estas circunstancias sólo afecten a una tipología de empresarios muy atomizada, con poca capacidad de influencia tanto en la Unión Europea, como en las Administraciones Públicas o los medios de comunicación, o bien que, efectivamente, estas cuestiones no estrangulen la competitividad de las pequeñas y medianas empresas. Los comercios, las PYME’s, son verdaderos baluartes en la creación de las ciudades, generan tejido social y vertebración de las mismas en torno a ellas. Del mismo modo, la oferta comercial es un elemento que puede condicionar la calidad de vida de los ciudadanos residentes en su entorno… aunque haya Consejeros de urbanismo y urbanistas que no sepan que la creación de un nuevo barrio sin comercios es un lugar vacío, apagado y donde los residentes han de utilizar el coche para realizar sus compras. Estas personas parecen desconocer, además, que la creación indiscriminada de centros comerciales afecta de manera negativa a la estructura urbana y comercial. En muchos casos, también parecen desconocer el efecto que la peatonalización, los aparcamientos, la limpieza urbana, la seguridad, el mobiliario… tienen sobre el comercio urbano y sobre la propia vida en la ciudad. ¿Qué ocurriría si todas las luces que alumbran nuestra ciudad desde los establecimientos comerciales fueran apagadas cuando la tienda cierra? Indudablemente, esto ahorraría consumo energético, necesario en nuestros días, y serviría, por ejemplo, para contrarrestar el dispendio de gasolina para acceder a los centros comerciales. Pero al mismo tiempo, se generaría un problema en muchas calles, que faltas de luz, perderían tránsito ciudadano, lo que probablemente generaría inseguridad para los residentes en la zona. Todos sabemos que el equilibrio entre el comercio grande y el pequeño es delicado y, por lo tanto, debería evaluarse con mucho detenimiento la nueva situación que esta Ley de Comercio, y sus desarrollos, generarán, ya que el impacto que pueden tener sobre el comercio ya asentado puede ser muy importante. Casualmente, esta transposición de liberalización de servicios llega en un momento en el que desde las Administraciones públicas se ofrece ayuda y medidas proteccionistas para la banca, y en el que las grandes empresas intentan sumarse a este carro del proteccionismo solicitando ayudas e ignorando a las PYME’s, que son el principal motor de riqueza y empleo de este -y de cualquier- país. Es preciso recordar que el comercio de calle es un elemento esencial que en nuestro país genera mayor empleo y de mejor calidad que el de las grandes superficies. Y nuestros políticos deberían tener en cuenta que el primer síntoma del declive de un centro histórico es el declive comercial… El equilibrio entre el comercio grande y el pequeño es delicado y debería evaluarse con mucho detenimiento la nueva situación que esta nueva Ley de Comercio -y sus desarrollos- generará, ya que el impacto que puede tener sobre el comercio ya asentado puede ser muy importante. [comercio] ¡Bolkestein a la vista! CARLOS GRANDE Secretario General de ANDAD L’Illa, centro comercial en el corazón de Barcelona
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