TradeSport 144 - Mayo 2007

Redacción, Barcelona Desde sus inicios, el golf ha generado muchas polémicas. Sin poderse desprender de su imagen exageradamente elitista, la proliferación de campos y los proyectos, vinculados en un 90% de los casos, a promociones inmobiliarias, siguen produciendo un fuerte rechazo social. Y ése es el problema actual del golf, porque por desgracia, la imagen del jugador acaba viéndose salpicada por aspectos que poco tienen que ver con el deporte. Pero dejando de lado la problemática sobre la conveniencia o no de permitir la proliferación de campos, y centrándonos en el deporte más allá del negocio, cualquiera que haya probado a lanzar unas bolas en la zona de prácticas habrá comprendido rápidamente porque este deporte engancha tanto. Las abismales diferencias entre lo que se piensa y lo que se hace, entre lo que se quiere hacer y lo que se acaba haciendo, y la necesidad constante -inherente al golf- de querer mejorar, convierten a este deporte en un reto; en un desafío por superar las incapacidades y para lograr la gratificación que significa cada avance, por pequeño que sea, sobre las insuficiencias técnicas y mentales que cada uno posee. Y ése es uno de los secretos del golf: la dificultad técnica que tienen la mayoría de golpes y la necesidad, anímica, de lograr un buen golpe, obliga al jugador a estar en máxima tensión. Una tensión que tiene su contrapunto en un entorno que, inevitablemente, invita a la relajación. Una de las grandes ventajas que tiene este deporte, y que probablemente sea la razón por la que cada vez hay más gente que se inicia, es que es relativamente fácil alcanzar un nivel suficiente como para dejar el campo de prácticas y entrar en el campo "real" sin miedo a molestar a nadie. Es cierto que probablemente al principio -y puede que ese principio se alargue unos mesesuno tenga que dar más de 10 ó 15 golpes para embocar la bola, pero eso, lejos de desanimar a nadie, constituye el verdadero atractivo de este deporte, que seduce y atrae principalmente por su dificultad. Una característica que, lejos de desalentar a los novatos, muchos de los cuales rondan la treintena, se convierte en el principal estímulo: atrapa de una manera tal que acaba convirtiéndose en una obsesión; si tienes un mal día, esperas con ansiedad la próxima oportunidad, y si juegas bien, quieres repetirlo cuanto antes para confirmar que no fue una casualidad. Eso explicaría porqué la mayoría de jugadores no pueden estar más de un par de semanas sin jugar y porqué quienes sienten curiosidad y prueban un par de veces, están "condenados" a jugar lo que les queda de vida. Y eso, para el sector, es bueno. Afortunadamente, en estos últimos años, ha desaparecido poco a poco parte de ese prejuicio que arrastraba el golf, considerado un deporte de elite. Y uno de los aspectos que constatan la popularización -y socialización- que ha experimentado el golf en esta última década es el cambio en el prototipo de jugador. Superada la imagen -errónea- de un deporte al alcance sólo de jubilados o ejecutivos adinerados, la fuerza con la que este deporte ha atraído a jóvenes y, sobre todo a mujeres, ha sido una de las claves para dejar atrás la losa de los prejuicios. Aunque no podemos negar la evidencia de que la mayoría de mujeres que juegan lo hacen animadas por sus maridos -quizás hartas de que éstos se larguen cada fin de semana a jugar-, es indiscutible que, como en muchos aspectos de las sociedad, la entrada de la mujer en el mundo del golf, excesivamente masculino hasta hace poco, ha comportado muchos cambios, especialmente en imagen. Las licencias confirman la evolución Muchas veces hemos insistido que, en determinados segmentos, las licencias federativas no son representativas del número de practicantes y que la diferencia entre unas y otros puede ser abismal. Casos como el fitness, el running o el esquí son, probablemente el mejor ejemplo: hay pocos federados pero muchisimos practicantes. El golf, en cambio, es el mejor ejemplo de relación directa entre federados y practicantes puesto que para "salir al campo" es necesario estar en posesión de la licencia federativa (que se obtiene después de superar un sencillo examen teórico y práctico). A fecha 1 de abril, el número de licencias de golf en España se situaba en 309.251, lo que supone 3.060 más que el 1 de marzo y 9.204 que a primero de año, cuando se superó la significativa barrera de las 300.000 licencias. En términos porcentuales absolutos estos incrementos suponen un 3% con respecto a 1 de enero de 2007, lo que induce a pensar que a final de año la cifra total de federados podría situarse en torno a las 320.000 teniendo en cuenta las previsibles bajas y fluctuaciones. La progresión de las licencias federativas, obligatorias para jugar, da una idea muy aproximada del espectacular crecimiento de este deporte, que ha triplicado federados en 10 años. Estas cifras confirman el crecimiento constante y homogéneo del golf, que se consolida, poco a poco, como una actividad popular en nuestro país. Por Comunidades Autónomas, Madrid superó durante el mes de marzo el listón de las 85.000 licencias y se encuentra a Un deporte en evolución y marcado por la polémica [golf] A pesar de los muchos detractores que tiene, obsesionados por el impacto medioambiental de los campos y por las promociones inmobiliarias que se hacen a su alrededor, el golf se ha convertido en estos últimos años en uno de los deportes que más ha crecido a nivel de practicantes ts26 La evolución de federados es espectacular. De 1985 a 2003 los incrementos anuales oscilaron entre el 10% y el 15%, y en los últimos tres años, pese a un ligero freno, este incremento no ha bajado del 7%

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