Así, cuando un proveedor de calzado fabrica una zapatilla, puede incorporar en dicha zapatilla una etiqueta electrónica (o tag) que lleva incorporado un chip con un número de identificación. Mediante este número, el producto puede ser controlado y rastreado a lo largo de toda la cadena de distribución, desde el fabricante hasta el comprador, pasando por las empresas de almacenaje y distribución o el comercio que vende dicho producto. Sin embargo, actualmente, la tecnología RFID se utiliza en aplicaciones menos futuristas y mucho más cotidianas, como los peajes automáticos y las tarjetas contactless de pago y de acceso. Existen muchos tipos de tecnologías de identificación de objetos. Sin embargo, quizá la tecnología de identificación más usada sea también la más conocida: los códigos de barras. El código de barras se inventó hace más de 25 años y, durante este tiempo, ha sido el sistema más utilizado por los comercios para identificar los productos en venta. Sin embargo, el código de barras tiene una serie de limitaciones:. Necesita visibilidad para funcionar. Es decir, el código de barras debe ser visible ante el lector para que el producto pueda ser identificado (es lo que en inglés se denomina line of sight). El código de barras tradicionalmente identifica un tipo de producto, no una unidad de dicho producto. El código de barras X puede identificar botellas de agua, pero no puede identificar una botella en concreto. Esta no es una limitación inherente de la tecnología, pero normalmente los sistemas de código de barras no se utilizan como identificadores únicos. Un código de barras se daña o se rompe fácilmente, porque normalmente se adhiere a la superficie del producto y no forma parte de él (como sí puede formar parte un tag), y si se rompe no puede ser leído. La tecnología RFID supera estas limitaciones. Se trata de una tecnología radial (es decir, no es necesario que el tag y el lector estén cara a cara, pues funcionan en un radio de acción determinado), puede identificar productos en concreto y no sólo tipo de productos y, finalmente, los dispositivos son muy resistentes y normalmente forman parte del producto o se colocan bajo de una superficie protectora. La tecnología RFID no es nueva. De hecho, nació durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el alto coste dificultó su utilización por parte de empresas y particulares. Actualmente, los costes se han reducido y ahora puede utilizarse en productos individuales. Dentro de unos años, estará al alcance de todo aquel que quiera usarla. Un funcionamiento simple Un sistema de identificación por radiofrecuencia está formado por tres elementos básicos: -Una etiqueta electrónica o tag que lleva una microantena incorporada. -Un lector de tags. -Una base de datos. Un tag es una etiqueta que lleva un microchip incorporado y que puede adherirse a cualquier producto (por ejemplo, una bota de fútbol). El microchip almacena un número de identificación -una especie de matrícula única de dicho producto-. Hay varios tipos de esquemas propuestos para estos números, como por ejemplo el Electronic Product Code, diseñado por AutoID Center. Podemos definir, en general, este número como un código único (CU). El sistema funciona de la siguiente manera. El lector envía una serie de ondas de radiofrecuencia al tag, que son captadas por la microantena de éste. Dichas ondas activan el microchip, el cual, a través de la microantena y mediante ondas de radiofrecuencia, transmite al lector cuál es el CU del producto. Finalmente, el lector recibe cuál es el CU del producto y lo envía a una base de datos en la que previamente se han registrado las características del producto (fecha de fabricación, fecha de caducidad, peso, color, material, etc.). De esta manera, cualquier agente de la cadena de suministros puede consultar de forma rápida cualquiera de las características del producto que está vendiendo y/o distribuyendo. La tecnología RFID aplicada a productos tiene un objetivo básico: permitir que todos los agentes que participan en la cadena de suministro puedan tener un producto localizado y controlado (un concepto que los estadounidenses han bautizado como supply chain visibility). Existen dos tipos de códigos, los pasivos (que reciben información pero no pueden mandarla. Tienen una gran capacidad de almacenaje y permiten que la información sea cambiable) y los activos (con las misma propiedades de los pasivos pero dotados de carga energética -bateria- y con una microantena que trasmite información, de manera que se puede conocer el estado del producto ubicación, variaciones de temperatura, estado...). La cadena de almacenes norteamericana Wallmart ya ha impuesto a sus proveedores la obligación de identificar sus productos con un EPC (aunque sea pasivo), y en España Caprabo y Mango se han comprometido a empezar a desarrollar este sistema a lo largo de 2005. En definitiva, la utilización de un sistema RFID permitirá Aumentar la eficiencia de la cadena de distribución. Evitar los errores en la información acerca de los productos. Tener un mayor control sobre la calidad de los productos. Tener mayor control sobre el stock almacenado. Liberar a personal de tareas mecánicas para que puedan realizar labores más creativas. Mejorar el tiempo de respuesta de todos los agentes. Tener información real e inmediata sobre las tendencias de venta de un producto. Evitar las colas en los comercios. Evitar los pequeños hurtos en los comercios. Evitar las falsificaciones. Mejorar el reciclaje de productos. [Agradecimientos: Asociación Europea para la Identificación Segura (IDtrack)] ts27 La tecnología RFID aplicada a productos tiene un objetivo básico: permitir que todos los agentes que participan en la cadena de suministro puedan tener un producto localizado y controlado Angel Giralt Responsable de Informática y Nuevas Tecnologías de Afydad
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