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91 INVESTIGACIÓN La resina obtenida por los expertos recubre la parte interior de envases metálicos de alimentos, latas de conservas y bebidas, entre otros. Foto: Isabel Díaz. la resina actúa como barrera protectora entre la comida y el metal”, señala el investigador de ‘La Mayora’. Junto a estas cualidades, también presenta una alta capacidad anticorrosiva frente a la sal y cualquier líquido. “Los compuestos de esta laca no pasan a la comida y por tanto no contaminan el producto que contiene la lata, como sí sucede con la resina de BPA”, matiza Heredia. PRUEBAS CON COMIDA SIMULADA Para corroborar todas estas propiedades, los expertos realizaron pruebas con simulantes de comida, como establece la normativa de la Unión Europea para plásticos en contacto con alimentos. “Usamos productos que imitan el comportamiento de un grupo de alimentos que tienen características parecidas. Por ejemplo, usamos disoluciones de etanol como si fueran sopas, aceites a modo de cremas y polímeros absorbentes como comida seca”, detalla Heredia. Además de identificar las características de la resina de orujo de tomate como recubrimiento del interior de los envases, los expertos evaluaron el impacto ambiental de la fabricación de esta resina. Para ello, han analizado todo el proceso de fabricación, desde la extracción de la materia prima, la producción de la laca y su uso final. Asimismo, han comparado estos resultados con el mismo proceso si se emplea resina de BPA y qué sucede si se elimina el orujo de tomate quemándolo directamente en la industria. “Este análisis muestra que la obtención de la resina de orujo de tomate produce menos dióxido de carbono que la de BPA. Y en caso de no emplear el orujo de tomate y eliminarlo mediante su quema, la contaminación que produce también es mayor que la reutilización como resina”, puntualiza Heredia. En paralelo, también han identificado y cuantificado los efectos que provoca la producción de esta resina sobre la salud humana. “Los niveles de impacto son escasos en comparación con la incidencia que tiene el empleo de BPA en productos de uso diario”, advierte el investigador de La Mayora. Tras realizar ensayos con simulantes alimenticios, el siguiente paso es comprobar la reacción de la resina con comida real. “Cogeríamos salsa de tomate, de atún, lo esterilizamos, conservamos y comprobar si soporta las condiciones reales”, enumera Heredia. Este estudio ha contado con financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación, la Consejería de Universidad, Investigación e Innovación de la Junta de Andalucía y Fondos FEDER. n

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