TO2 - Tierras Porcino

SALUD 8 La presencia de estas citoquinas da lugar, demanera específica, a las diferentes subpoblaciones de Th, que expresan la molécula CD4 en su superficie. La denominada Th2 es la encargada de estimular linfocitos B para su maduración en células plasmáticas, que son las encargadas de la producción de anticuerpos (figura 4). Este tipo de respuesta está dirigida frente a patógenos extracelulares susceptibles de sufrir procesos mediados por los anticuerpos como neutralización, opsonización, aglutinación, activación del complemento, etc., y es la que conocemos como respuesta humoral. Por otro lado, la población Th1 es la encargada de estimular linfocitos T citotóxicos (CTL), a través de la producción de citoquinas, originando lo que conocemos como respuesta celular (figura 5). Además, los antígenos endógenos, aquéllos que se producen en el interior de la célula, sin la mediación de procesos de adquisición de material externo son digeridos en un complejo proteico intracelular denominado proteasoma y combinados con moléculas de MHC de clase I. El ejemplo básico de esta vía es la infección viral o la vacunación con material genético. En este caso, la presentación antigénica se realiza directamente a linfocitos T citotóxicos, que expresan CD8 en la superficie y que son responsables de eliminar células infectadas por el patógeno. TIPOS DE VACUNAS Una vacunación efectiva debe inducir una respuesta inmunitaria al menos similar a la resultante de la infección natural, evitando el desarrollo de efectos adversos y asegurando que los riesgos de la inmunización son netamente menores a los de contraer la enfermedad. La vacunación ha contribuido y contribuye de manera incuestionable al desarrollo del ser humano previniendo el desarrollo de enfermedades fatales, tanto en el propio ser humano, como en los animales domésticos. Los conceptos de inmunización y vacunación no son completamente sinónimos, ya que la inmunización puede ser activa (mediante vacunación) y pasiva (anticuerpos calostrales). A través del conocimiento exhaustivo de los mecanismos de defensa del organismo, tanto innatos como adaptativos, y utilizando las herramientas biotecnológicas más avanzadas, las vacunas han pasado de la simple inoculación de agentes atenuados o inactivados, a la construcción de vectores virales recombinantes, por ejemplo. Estos avances se han puesto de relevancia recientemente en las nuevas vacunas frente al SARS-CoV2, destacando entre los desafíos a los que nos enfrentamos en el contexto de la salud global. La eficacia de las estrategias de inmunización depende de múltiples factores incluyendo el tipo de patógeno, el acervo genético del individuo, la vía de administración, la presencia de adyuvantes, etc. Tradicionalmente la producción de anticuerpos se ha considerado un indicador principal de la inmunogenicidad vacunal, sin embargo, hoy en día conocemos que, al menos en el caso de patógenos intracelulares, se deben evaluar parámetros inmunológicos relacionados con la respuesta celular y/o aquéllos que estimen el nivel de protección Las vacunas vivas son las más antiguas, contienen el patógeno vivo que se ha atenuado de manera natural o artificial, por lo que la respuesta será similar a la infección natural, pero evitando la aparición de la enfermedad. La respuesta que generan es en general de alta intensidad y durabilidad, pero no están indicadas en individuos inmunodeprimidos ya que, aunque baja, los patógenos atenuados tienen capacidad de replicación y de causar infección en un ambiente inmunológico favorable. Las vacunas proteicas inactivadas por calor o con agentes químicos representan una manera de evitar estos problemas de seguridad, inactivando totalmente el patógeno. De esta manera, no causan enfermedad en los individuos inoculados independientemente de su estado inmunológico. Sin embargo, son poco inmunogénicas y necesitan de adyuvantes y protocolos intensivos para ofrecer buenos resultados, ya que inducen respuestas menos intensas y de menor duración. Nuevas tecnologías como el ADN recombinante han permitido el diseño de vacunas en forma de subunidades, que no contienen el patógeno entero si no que incluyen una o más proteínas, focalizando la respuesta inmunitaria en antígenos específicos. El avance en técnicas de transfección y genética reversa ha permitido el desarrollo de vacunas basadas en partículas parecidas a los virus (VLPs) que consisten en macroestructuras proteicas autoensamblantes que simulan la forma de un virus, pero sin capacidad replicativa, ya que no contienen genoma. La respuesta inmunitaria es muy similar a la observada tras la infección natural ofreciendo perfiles de eficacia y seguridad óptimos. La biología sintética ha permitido la manipulación del material genético para su empleo como vacunas ADN/ ARN, que proporcionan las instrucciones necesarias para la síntesis interna de las proteínas virales o bacterianas frente a las que se quiere dirigir la respuesta. Son una opción eficaz, barata y muy adaptable a diferentes patógenos, siendo una de las más prometedoras para su desarrollo en el futuro. Una manera de dirigir de manera eficiente esa información al interior de las células es mediante el empleo de vectores virales/bacterianos, aprovechando sus capacidades infectivas y de ocultación al sistema inmunitario. Como en el caso de las vacunas genéticas, esta es una tecnología nueva en la que también se basan algunas de

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