ARTÍCULO 42 tecnogarden La fiesta de los monstruos Aplicaciones curiosas de la biotecnología vegetal Beetlejuice es un bioexorcista coqueto que se trata la piel y el pelo con glicina extraída de células madre de algodón arábigo para estar guapo en su primera experiencia sexual en sesenta años en el prostíbulo Dante's Inferno Room. Y no solo le beneficia por ese brillo verde crepuscular tan sensual en el mercado de la necrofilia, sino que además el producto desarrollado por Phyture Biotech le protege de la luz solar y del fotoenvejecimiento —indicado en el capítulo 666 del manual para el antiguamente fallecido—. Y es que la biotecnología no solo ha llegado al mundo de los muertos, la biotecnología está pero que muy viva. Y tanto es así que ha acabado por adaptarse, tras una etapa ideal de herramienta salvadora, al verdadero modo de hacer del hombre. Digo salvadora porque la biotecnología se erigió como posible herramienta de la lucha contra el hambre o la cura de enfermedades antes intratables. Pero como bien observó Ortega y Gasset, las necesidades del hombre no son solo las necesidades vitales. Y así la técnica, en este caso la biotecnología, vendría a ser «la adaptación del medio al sujeto», y no del sujeto al medio; es «no resignarse contentándose con lo que el mundo es». Pero es que en el hombre la necesidad abarca lo necesario objetivamente y lo superfluo, porque este define el estar como un estar bien en el mundo. Y la biotecnología ha pasado de baluarte salvador contra el hambre y la enfermedad a ocuparse también de otras necesidades relacionadas con el bienestar —véase el cosmético antiedad y fotoprotector que usa Beetlejuice—. Y aunque ya he recopilado algunas aplicaciones curiosas en an-
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