su gran poder aislante y por su capacidad para absorber agua sin que el exterior de la prenda esté húmedo. Esta primera capa es de gran importancia en todas las estaciones del año y en climas como el nuestro, durante muchos meses probablemente sea la única que necesitemos si no llueve o hace viento. Segunda capa: aislar al cuerpo La misión de la segunda capa es aislarnos térmicamente. Esto puede confundir, pues su función principal no es la de calentar, como muchos piensan, sino la de retener el calor generado por el cuerpo e impedir su enfriamiento, favoreciendo, al mismo tiempo, la evacuación de la humedad. Es importante que se ajuste bien al cuerpo y que cierren bien en el cuello, los puños y la cintura para evitar que el aire pueda penetrar en su interior. Esta capa es, seguramente, la que más variedad de prendas y tejidos ofrece, aunque seguramente el polar o fleece sea el tejido más utilizado… y el mejor. Este tipo de tejido suele estar disponible en tres pesos distintos: 100, 200 y 300. Las prendas con forro polar de 100 gramos son muy ágiles y apenas se diferencian de una primera capa gruesa; las de 200 gramos ganan en versatilidad y tienen una gran capacidad aislante, mientras que el forro de 300 se reserva para situaciones de frío riguroso. Esta segunda capa tiene que tener una buena capacidad de transpiración, útil para que el sudor salga al exterior. El único inconveniente es que muchos de los tejidos utilizados en estas segundas capas, sobre todo los forros polares clásicos, no suelen ser impermeables ni cortavientos. Por eso se recomienda siempre meter una tercera capa en nuestro equipaje. Por suerte, en los últimos años los principales fabricantes de forros polares han conseguido ganar en impermeabilidad sin perder transpiración, creando segundas capas muy ligeras, capaces de conseguir que el calor no se escape y con una gran capacidad cortavientos. Son, el algunas ocasiones, capas mixtas con propiedades que, en según qué condiciones, nos permiten “saltarnos” la tercera capa. Bautizadas como SoftShell, son prendas que destacan por su versatilidad, aunque no han sido pensadas para sustituir ni a un forro polar ni a las prendas impermeables de la tercera capa. Sus bazas son la ligereza, la flexibilidad y como hemos dicho, su perfecto equilibrio entre transpiración y protección frente al agua y el viento. Son prendas diseñadas para actividades de mucha intensidad en las que las condiciones de frío, viento y humedad no sean extremas. En resumen, esta segunda capa tiene que ofrecernos un gran poder de retención del calor, una buena capacidad para evacuar el vapor de agua, ligereza y, a poder ser, que repelan la humedad. Tercera capa: contra lluvia y viento La función de la tercera capa es dimple: nos protege del viento y el agua lluvia, nieve o humedad y, por lo tanto, debe ser impermeable y cortavientos. No es una capa aislante, pero su capacidad de no dejar entrar el agua o el viento son claves para impedir la pérdida de calor, y aunque sus “antecesoras” tienen un papel muy importante, de la correcta elección de esta tercera capa dependerá gran parte de nuestra seguridad, sobre todo en climas fríos y con viento y agua. Las propiedades técnicas de estas terceras capas impermeables y/o cortavientos se logran, generalmente, a través de una membrana adherida al tejido. Tanto la elección del tejido como de las membranas es importante: del tejido dependen 17 TEXTIL
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