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SECTOR 27 Recién llegada de China, acudió al congreso internacional LCA Food sobre análisis del ciclo de vida de los alimentos, un fórum mundial en que se habla de la sostenibilidad de los sistemas alimentarios a partir de la ciencia, organizado por el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) y en el que impartió una conferencia. Su agenda da vértigo… Cierto y para no naufragar, hay que escoger bien. Y eso es un mensaje sobre todo para las mujeres: no podemos hacerlo todo. Es crucial escoger las cosas que te apasionan que, a menudo, no son las que otros te dicen que hagas. Porque si sigues a tu corazón, eso te infunde energía, te aporta ideas y te pone en contacto con personas que piensan como tú, lo que te permite fertilizarte. Eso es algo que ya aprendí de muy pequeña. ¿En qué sentido? Mi familia era muy intelectual. Mi padre fue profesor de filosofía y ética, y recuerdo que de niña me aconsejaba que estudiara historia del arte. Pero yo sentía que quería hacer algo útil. De niña y de adolescente me impactó mucho conocer los efectos de la hambruna en África. Además, aunque yo nací después de la Segunda Guerra Mundial, crecí en una sociedad que había pasado enormes penurias y hambre, y que sabía lo que era vivir situaciones terribles. Siempre fui muy consciente del privilegio que tenía solo por pertenecer a una familia sin problemas fundamentales, con acceso a la alimentación, en un país en paz. Por ello, siempre he sentido que debía aportar algo al mundo y estudié Ingeniería Agrónoma. Usted defiende que es posible alimentar a un mundo en crecimiento sin acabar con el planeta. Podemos alimentar a la población presente y a la futura de forma sostenible, aunque para ello debemos cambiar muchas cosas. Para empezar, en muchas partes del planeta la productividad es muy baja, se utiliza un terreno enorme y se dedican muchos recursos para obtener muy poca producción. Debemos concentrar dicha producción agrícola en aquellas zonas que tienen potencial y abandonar las que carecen de ello y dejarlas a la biodiversidad. Lo más destructivo que hay es hacer agricultura en zonas donde no hay muchas posibilidades, como en suelos muy pobres. Es un sinsentido en esos casos talar la vegetación, trabajar la tierra y utilizar mucha energía y recursos para apenas producir. Deberíamos pensar en sistemas de reciclaje en los que aquello que no se coman las personas, se pueda utilizar para los animales. ¿Implica eso que haya países que deban importar todo lo que comen? Todos los territorios cuentan con zonas fértiles y otras que no se deberían utilizar para la agricultura. Tomemos como ejemplo la República Democrática del Congo, que tiene una enorme masa forestal; de hecho, un porcentaje elevadísimo del país está recubierto de bosque. Aunque lo talen, esos suelos no permiten muchas posibilidades de hacer una agricultura de alto rendimiento. En cambio, cuenta con una enorme riqueza en minerales. Podrían utilizar ese recurso natural para importar alimentos. El problema es la corrupción que envuelve el negocio de los minerales. En todo caso, el país debería conservar esos bosques. Debemos llegar a un acuerdo mundial para compensar económicamente a aquellos que cuentan con importantes recursos naturales (como selva, bosques y sabana) para que los mantengan, porque son la base de la biodiversidad y patrimonio de la humanidad. Y eso es algo que ocurrirá en los próximos 10 o 15 años. En el norte global tiramos a la basura hasta un tercio de los alimentos que producimos y adquirimos. Compramos mucho y tiramos mucho. Está claro que algunas cosas no se pueden usar, como algunas partes de las verduras, pero deberíamos pensar en sistemas de reciclaje en los que aquello que no se coman las personas, se pueda utilizar para los animales. ¿Debemos limitar el consumo de proteína animal? Es lo más importante. No necesitamos comer carne cada día, pero eso no implica, como algunos discursos defienden, eliminar por completo a los animales. En algunas etapas de la vida, como la vejez, los embarazos o la niñez, se necesitan proteínas de muy buena calidad, como las que están disponibles en la carne y la leche. También en los huevos, que, aunque solemos olvidarnos de ellos, son importantes y, en países en vías de desarrollo, pueden marcar la diferencia entre un retraso cognitivo y un desarrollo normal en niños. "Deberíamos pensar en sistemas de reciclaje en los que aquello que no se coman las personas, se pueda utilizar para los animales"

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