74 Insectos y escorpiones a la venta en el mercado de San Juan (México). Foto: Andrea J. Arrtibel. Autónoma de México (UNAM), que lleva más de 40 años dedicado a su investigación. Este país es una de las regiones más ricas en insectos comestibles del mundo. Desde hace años, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) recomienda el consumo de estos animales como forma de combatir el hambre y otros conflictos de carácter económico social. La crisis climática está impactando en la seguridad alimentaria en muchos lugares del planeta, con sequías e inundaciones cada vez más frecuentes e intensas que provocan problemas continuos en la cadena de suministro global, sobre todo en países de bajos ingresos. Según una investigación, publicada en la revista Science el pasado enero, el cultivo de insectos podría, no solo ayudar a paliar el anterior desafío, sino también impulsar las economías en desarrollo. De hecho, en 2015 la Comisión Europea identificó ciertos insectos como un nuevo alimento bajo regulación y, recientemente, dio luz verde a la comercialización de la Acheta domesticus, el grillo doméstico. Mientras una mayoría de países occidentales muestran cierto rechazo a esta alternativa culinaria, en Asia, África y América Latina comer insectos es una costumbre que forma parte de su acervo cultural. En México, por ejemplo, la tradición entomofagia tiene mucho arraigo, ofreciendo platos a base de chinches, mariposas diurnas y nocturnas, hormigas, avispas y termitas, entre muchos otros. “Y también los productos elaborados con ellos, como salsas, sales, aderezos o helados”, destaca Pino. Las ventajas que aportan estos animales, el grupo más dominante sobre la Tierra y los conquistadores de prácticamente cualquiera de los hábitats existentes —desde charcos de petróleo hasta minas de sal recónditas—, son muchas. Según sus consumidores, los insectos son limpios, sabrosos, inocuos y nutritivos: candidatos excelentes para complementar otras dietas. Su crianza no requiere de muchos recursos, sobre todo cuando se lo compara con la producción de carne. UNA ALTERNATIVA CON BENEFICIOS MEDIOAMBIENTALES Y DE SALUD Mantener industrias intensivas como la agrícola o la ganadera implica un deterioro de los ecosistemas, a diferencia de la cría de insectos que requieren poco espacio para su producción, menor cantidad de alimento, no generan gases de invernadero, tienen alto valor nutritivo y forman parte de patrones alimentarios en muchas partes del mundo. El cultivo de animales a gran escala requiere enormes cantidades de extensión, alimento y agua. “Mantener industrias como la agrícola o la ganadera implica un alto impacto ambiental que ya no podemos asumir”, señala el experto de la UNAM. Como expone el trabajo recién publicado en Science, la huella de carbono de cría de carne para consumo humano se estima superior a 7.100 millones de toneladas de CO2, representando hasta 14,5 % de todos los gases de efecto invernadero antropogénicos que se emiten. Asimismo, estimaciones de la FAO anuncian para el 2050 una población mundial de 9.700 millones. Para alimentar a tantas personas, el mundo deberá cambiar hacia una producción de bajo coste y fuentes intensivas de nutrientes. “A diferencia de la carne, la producción de insectos requiere poco espacio para producción, menor cantidad de alimento, no generan gases de efecto invernadero, tienen un alto valor nutritivo y forman parte de patrones alimentarios en muchas partes del mundo”, destaca Pino. La eficiente tasa de conversión alimenticia de los insectos, que se pueden comer enteros, resulta mucho más económica que la ganadería tradicional, constituyendo un recurso natural renovable. Como explica el entomólogo, aunque no pueden reemplazar a las verduras en una dieta humana equilibrada, se pueden utilizar para complementarla. Son ricos en proteínas, grasas, vitaminas, minerales, y calorías. “Cien gramos de insectos contiene 67 de proteína, mientras que cien gramos de carne poseen 33. Todos los insecPROTEÍNA ALTERNATIVA
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